65

1.6K 126 28
                                    

El corazón de Raziel late muy rápido, está asustado y no es para menos. Estoy a unos pasos de su despacho, está dentro escondido, seguramente me ha visto acabar con sus hombres. La puerta está cerrada, parece que quiere protegerse, lo que no sabe es que es imposible, no puede protegerse de mí. Paro frente a ambas puertas, con cautela cruzo mis brazos sobre mi pecho y de un movimiento perfecto los bajo. La madera cruje y de un momento a otro se rompe en mil cachitos dejándome ver toda la sala.

El ángel está tras su escritorio empuñando varias dagas, su mirada se posa en mí y no puedo evitar reír. De un movimiento me lanza las dos armas que parecen estar controladas por él, ya que pasan por mi lado e intentan clavarse en mis puntos débiles. Antes de que las dagas se entierren en mi piel, comienzan a deshacerse, como minutos antes ha pasado con las espadas de los soldados.

-Pensé que eras más listo- digo con sorna agarrando una de las dagas toda derretida -A estás alturas deberías saber que no puedes matarme-

-Eso es lo que tú crees- escupe el ángel haciéndome frente -Eres muy ingenua si te crees invencible-

-No me creo invencible, solo sé que soy más lista y más fuerte que tú- comento acercándome hasta el escritorio -Si no, ¿Cómo he conseguido llegar hasta aquí?-

-Tendría que haberte matado en el lago Lynn, cuando eras vulnerable- agrega Raziel apretando su mandíbula -Creía que al ver que todos en la tierra te habían olvidado, serías más susceptible y te arrodillarías frente a mí-

-Te equivocabas- murmuro encogiéndome de hombros -No soy de ese tipo, además, prefiero que quien se arrodille seas tú-

Levanto mi mano mientras mi mirada sigue posada en él, con mi dedo índice lo apunto y le hago una señal para que se acerque. Raziel intenta resistir se, pero su cuerpo acaba cediendo y como si sus pies decidieran por él, se acerca hasta quedar frente a mí, en el medio del despacho.

-De rodillas- le ordeno muy seria -¡AHORA!-

Su cuerpo me obedece a pesar de que él trata de evitarlo. El gran ángel se arrodilla frente a mí haciéndome sonreír ampliamente, lo tengo exactamente dónde quería. Comienzo a caminar alrededor de él, dando algo dramatismo al momento, si quiero acabar con él, necesito que sufra primero.

-Pagarás por todo el daño que has hecho- digo con voz firme agarrando su cara para que me mire.

-Aún no lo entiendes, todo esto es por el bien de la humanidad y del cielo- consigue decir apartándose de mí, pero aún sin poder levantarse.

-Todo esto está siendo una masacre, y ¿para qué?. Solo piensas en tí mismo Raziel, te da igual quién muera en el intento- escupo mirándolo con rabia.

-El fin justifica los medios- agrega el muy cabrón -Los ángeles somos seres celestiales, mientras que los demonios son abominaciones y los seres del submundo una mezcla mortífera, todos deben desaparecer-

-Me parece increíble que pienses así, con razón tu hija ha salido tan desquiciada- suelto haciendo una mueca.

-Mi hija ha sido bien entrenada, ella no es un asqueroso engendro como tú- agrega Raziel apretando la mandíbula.

-Hazte un favor y deja de hablar, creo que ya ha llegado tu hora- sentencio agarrando su cara entre mis manos.

-Aún no- susurra con una sonrisa maliciosa -Pero quizás la tuya sí-

Comienzo a sentir como me falta el aire, aparto mis manos del ángel para llevarlas hacia mi cuello rápidamente. Reconozco esta sensación y no me hace falta darme la vuelta para saber que ella está tras de mí. Caigo al suelo en busca de aire, mis alas se rasguñan con los restos de puerta que hay esparcidos, pero eso no importa ahora.

𝑺𝒑𝒆𝒄𝒊𝒂𝒍 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅 (𝑱𝒂𝒄𝒆 𝑯𝒆𝒓𝒐𝒏𝒅𝒂𝒍𝒆)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora