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   —¿Por qué te juntas con el rarito, Lisa?

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—¿Por qué te juntas con el rarito, Lisa?

La nombrada volteó a ver a otro de sus mejores amigos que era parte de su grupito. Él la miraba con un semblante serio y con los brazos cruzados, frunciendo el entrecejo ligeramente. Ahora mismo se sentía como una niña de la cual su padre la estaba regañando por hacer algo incorrecto, pero no lograba comprender qué era ese error que había hecho. Frunció el ceño por un instante.

—¿Qué tiene de malo que me junte con JungKook, Jonghyun?— devolvió la pregunta la pelinegra mirándolo curiosa.

   El castaño relamió sus labios y suspiró con una sonrisa amarga. Al parecer la chica no entendía.

—Es raro, Lili— repitió—. No sabes qué intenciones tiene y, además, es raro.

—Que una persona sea callada y no tenga amigos, no significa que sea rara, Kim— sonrió ligeramente la fémina—. Además, no parece mala persona, Oppa. Es realmente agradable.

   Y no lo decía a la ligera o porque sí. Realmente a Lisa le parecía muy agradable y aunque fuera un poco tímido en diversas ocasiones, era muy cálido y sabía escuchar a las personas.

JungKook, quien estaba escondido detrás de la pared, escuchaba todo perfectamente claro. Sonrió inconscientemente y su corazón latió con más fuerza al saber que le caía bien a Lisa. No quiso ser un chismoso, pero no pudo evitar detenerse cuando escuchó la palabra "rarito", porque sabía que ese apodo le pertenecía a él. Así lo llamaban todos los de la preparatoria a sus espaldas y, ¿cómo no saber qué hablaban de él? Era demasiado obvio. Además, saber que Lisa lo había defendido hacía que su corazón latiera bonito.

Decidió no escuchar más y alejarse de ahí. Sabía que no era bueno escuchar conversaciones ajenas.

Llegó hasta el gran campus y se subió y sentó en una de las gradas perfectamente pintadas. Sacó sus auriculares y se los colocó poniendo una canción nostálgica para él. Se quedó mirando cómo las hojas de los árboles empezaban a moverse levemente por el fresco viento, haciendo mover también su cabello. Pensó en un sin fin de cosas que tenía guardado en un cajón en lo más profundo de su mente, pensando primero en cómo estaría su madre al haberla dejado con el horrendo y cruel hombre con el que se casó.

Era todo un idiota y un cobarde al haberla dejado con él, pues seguramente la había torturado hasta el cansancio. Pobre de su madre, debe estar pasándola muy mal. Pero, ¿quién era él para hacer algo al respecto? Sabía que si iba a la policía éstos no harían nada al respecto porque no le creerían a un niño como él. Probablemente su madre lo negaría y taparía todas esas horribles heridas con maquillaje.

Ese hombre merecía la pena de muerte.

Secó un par de lágrimas que habían salido inconscientemente de sus orbes, sintiéndose un tonto al estar a punto del llanto, porque no hacía nada con llorar. No se resolvería ni se haría nada con quedarse sentado y derramar lágrimas.

Prontamente Lalisa apareció con una gran sonrisa acercándose a él y sentándose a su lado. Sorprendiéndose y cambiando ese semblante a uno preocupado.

—Oh, ¿por qué lloras? ¿Qué tienes?— preguntó preocupada, intentando mirar los ojos del azabache, pero éste se giró, dándole la espalda.

—N-No es nada, N-Noona— limpió bruscamente sus ojos—. Me entró una basura en el ojo.

La fémina se mordió el labio y suspiró no muy convencida, pero aún así, no insistió en las explicaciones. Se acercó a él y abrazó su ancha espalda y pegó su rostro en ella, aspirando el dulce olor familiar y varonil que tenía el varón.

Sintió la espalda del más alto moverse en un movimiento rápido, escuchando prontamente sollozos, por lo que lo apretó más fuerte y le dió palmaditas en el hombro. JungKook se sentía muy agradecido por eso. Era lo que más necesitaba en esos momentos.

   Había pasado ya un rato desde que había dejado de llorar

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   Había pasado ya un rato desde que había dejado de llorar. Sus ojos estaban rojos por el llanto y su cara estaba de igual manera roja por la vergüenza. No podía creer que había llorado frente a la persona que le gustaba.

Habían faltado a las dos siguientes clases por motivo de su llanto, eso a Lisa no le importaba mucho porque sinceramente le valía la escuela. Por otro lado, JungKook seguía sensible y con ganas de sacarlo todo de nuevo; de volverse vulnerable una vez más y que la fémina le diera palmaditas en la espalda para mostrar su apoyo. Ninguno de los dos había dicho nada, pero parecía que Lisa quería hacerlo. Aunque preguntar algo que no le incumbía, era de mala educación.

   —Si deseas quitarte el cubrebocas... eres libre de hacerlo— rompió el silencio, evitándose las ganas de preguntar—. No miraré si eso es lo que te preocupa— sonrió a pesar de que él no pudiera verla ya que seguía dándole la espalda—. Además— agregó—, no hay nadie y sé que ese tapabocas te está sofocando.

   El varón amaba mucho que Lisa fuera muy comprensiva y entendiera su situación aún sin decírselo. Se giró a verla y notó que ella se había tapado los ojos con las manos. Sonrió ante su ternura.

   No se quitó el cubrebocas, pero lo bajó lo suficiente como para que respirara el dulce y fresco aroma de los árboles. Lisa no quería pero aún así lo hizo, entreabrió un poco sus dedos y observó el perfil del azabache, mirando nada más su nariz y una visible cicatriz en su pómulo. Entonces pensó: ¿eso era por lo que usaba un tapabocas? ¿Por esa cicatriz? Sabía que habían personas que hacían eso porque les importaba demasiado su apariencia, pero JungKook no era de esas personas. Porque si lo fuera, no iría con sus cabellos rebeldes a la preparatoria.

   ¿Acaso tenía más cicatrices? Lo pensó y podía ser una posibilidad, pero entonces no tenía por qué avergonzarse de eso. Las marcas como lo eran las cicatrices no tenían nada de malo. Son marcas que nos hacen únicos y no tenemos por qué ocultarlas.

—Gracias, noona.

La fémina levantó la mirada y quitó ambas manos de sus ojos, encontrándose con aquellos orbes que parecía que le sonreían. En todo este tiempo que había estado con JungKook, los cuales han sido tres semanas, había notado que sonreía a través de sus ojos, porque parecían elevarse y soltar un destello que la hacían perderse en ellos. Como una enorme galaxia en la que podía ver cientos y cientos de estrellas.

   —Gracias por estar conmigo.

Cartas comestibles ➳ℓιzкσσкDonde viven las historias. Descúbrelo ahora