Un trayecto en completo silencio mientras nos dirigíamos de un monumento a otro Sólo yo tomaba la palabra en cada uno de ellos para contarle lo que conocía de cada edificación, la historia o las leyendas y curiosidades que la envolvían.
–Este es el Huerto de Calixto y Melibea. Y si además de rico eres un tipo leído, supondrás que...
–Que el nombre viene de la obra de Fernando de Rojas ¿Verdad? –me interrumpió.
–Sí, supuestamente este era el jardín de Melibea. Aquí Calixto subía a verla con una escalera colocada en la muralla, y por tanto, también desde aquí cayó al vacío y murió. Lo que llevó simultáneamente a la muerte de Melibea, al no poder soportar la pérdida de su amado y bla bla bla.
–Su relación les llevó de la felicidad a la tragedia.
–Yo es que soy fan de la Celestina, inteligente y capaz de manejar a todos...
–¿Cómo no imaginarlo? –rio con aire desenfadado– ¿Tú que hubieras hecho en la situación de Melibea?
–Yo no puedo contestar a eso –lo ignoré dispuesta a encaminarme hacia la puerta, pero me agarró del brazo volteándome hasta chocar con él.
–¿No puedes o no quieres?
–Hizo una puta estupidez ¿Cómo vas a morir por alguien?
–Amor –lo pronunció como si fuera la cosa más evidente del mundo.
–Sobrevalorado. La loca olvidó tomar la medicación y tuvo un momento de instinto suicida. No hay otra opción razonable.
–Hay mucha gente que arriesga su vida, tienta a la muerte por desconocidos.
–Es diferente.
–Si una persona que no tiene ningún vínculo con otra, puede llegar a morir por ella ¿Cómo no hacerlo por alguien que realmente te importa? Uno es un héroe y el otro es un loco de manicomio con instinto suicida.
–Pero ella no se mató para salvarlo a él. Se mató por matarse. Es ridículo. ¿Tan poco valoras tu vida?
–Si la muerte de Melibea no hubiera sido inútil, si no que hubiera conseguido así, que él no muriera ¿Te escandalizaría igual?
–No lo entiendes, esos comportamientos muestran una jodida y peligrosa dependencia.
–¿El amor se convirtió en dependencia o la dependencia se convirtió en amor?
–Y yo que sé, yo no soy Melibea. Pero el amor no puede llevar implícita una dependencia de nadie hacia nadie, porque entonces simplemente deja de ser amor. El amor tiene que ser un sentimiento sano. Querer, no querer morir por la otra persona, porque entonces te olvidas de quererte a ti y para amar a alguien, es necesario amarse a uno mismo primero.
–Ufff... me ha costado que reconozcas que crees en el amor.
–Eres un puto imbécil.
Irritada lo empujé y comencé a caminar hacia la salida. Era tarde y apenas había tres parejas ya. El lugar es realmente bonito de noche y en esta época más, sin embargo, como siempre, él tuvo que estropear la armonía. Me adelantó y tras darse la vuelta para quedar frente a mí, se movió en espejo conmigo para impedirme avanzar. Cuando frené mis intenciones, dio un paso y sus manos acunaron mi rostro. Intenté revolverme sin éxito para que me soltara, así que terminé sucumbiendo a su tacto.
–Carolina, escúchame. Aunque pienses que hago esto para enfadarte, no es así. Sólo pretendo conocerte y no es una tarea fácil, porque en realidad eres un misterio por resolver, creo que hasta para ti misma. Sin embargo, descubrí que cuando te enfadas es el único momento en el que hablas sin medir tanto las respuestas y de esta forma, también es el único momento en el que indirectamente puedo obtener información sobre ti –cerré los ojos para disfrutar de las sensaciones que ese chico causaba en mi cuerpo, acariciaba mis mejillas pero se me erizaba cada centímetro de la piel.
–No quiero que me conozcas –parecía que mis palabras le pedían una cosa, sin embargo, el tono susurrado le suplicaba que hiciera justo lo contrario.
–Tarde señorita, es lo que más deseo desde que nos encontramos.
La luz de la luna casi llena iluminaba la mitad de su cara haciendo destacar algunas de sus facciones. El impulso fue incontrolable y antes de lograr frenarlo ya tenía su gorra en la mano ¿Por qué se la habías quitado, Carolina? Era la primera vez que lo veía así, con una luz natural, en un ambiente anhelado y sin estorbos que dificultaran mirarlo de verdad. Tenía el pelo corto pero abundante, además de desordenado, un detalle que concordaba bastante con su personalidad. El color era castaño claro, logrando que algunos de sus mechones pasaran hasta por rubios, dependiendo de la luz. Su rostro era casi el de un adolescente sin apenas restos de barba.
–Tus ojos son verdes –afirmé abstraída sin dejar de mirarlo.
–¿Has llegado a esa conclusión tú solita? –sus brazos rodearon mi cintura– Es broma –rio– Sí, son verdes ¿Te gustan?
–Son interesantes.
–¿Puede mi guía turística explicarme la razón de porqué hay candados en un pozo? –señaló justo detrás de mí.
–Eso no es relevante, vámonos de aquí.
No sé si era el sitio o el contacto físico con él, pero la simple y cotidiana función de pensar se me complicaba. Afianzó sus manos sobre mi cintura para volver a insistir.
–Si están en un lugar como este, será que tienen relación. Y si se mantienen ahí, deben tener un fin también.
–No son importantes.
–Carolina ¿Hecho histórico, anécdota, curiosidad o leyenda? ¿Para qué sirven los candados?
–Eres insoportable... Representan el amor eterno entre dos personas. Este es el lugar de los enamorados, por lo que suele estar frecuentado por parejas y algunas de ellas, colocan esos candados ahí como símbolo de su relación ¿Nos podemos ir ya?
–O nos podemos quedar un poco más después de lo que has dicho.
–No es necesario.
–Igual tengo que besarte aquí para que te enamores. Igual este lugar tiene el efecto del muérdago en Navidad.
–Deja de soñar.
– Tú estás en mis sueños tanto despierto como dormido.
–¿Cuál era el trato?

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Lo Inesperado
Genç KurguCarolina es una joven de 25 años, decidida y con una personalidad arrolladora. Desde la adolescencia no se sintió identificada con los chicos de su edad, lo que hizo de ella una persona independiente, con pocas amistades y sin pareja. Su vida gira e...