Capítulo 16

340 22 0
                                        

Me giré buscando a alguna de las chicas que vino con nosotras a clase, pero encontré el perfil de una persona con camiseta de manga corta negra, pantalón oscuro, gafas de sol y gorra... ¡Ohhhh joder! No, no, Carolina, olvídalo. Menos rienda suelta a esa imaginación, sacudí entonces la cabeza para apartar la ridícula idea.

–Perdona, me parece que te equivocaste de mesa –me atreví a mencionar.

–A mí me parece que no, pero de ser así, ojalá me equivoque siempre –giró su cara hacia mí mientras se quitaba las gafas – me alegra veros de nuevo.

–No puede ser ¿Alan? –se preguntó mi amiga con los ojos demasiado abiertos.

–Esto tiene que ser una puta broma... –me recosté sobre el respaldo.

–La realidad es que estoy igual de sorprendido que vosotras, es una gran coincidencia.

–¿Coincidencia? Chocarme con Brad Pitt sí sería una coincidencia. Esto no. ¿Qué se supone que haces aquí? –cuestioné aún perpleja.

–Quería visitar Salamanca desde hace tiempo, porque siempre me hablaron muy bien de ella y...

–¿Cómo coño lo has sabido?

–¿Lo qué?

–Todo, joder, todo. ¿Me investigaste? ¿Quién te crees que eres? –empecé a levantar la voz.

–Carolina, cálmate, por favor –su mano agarró mi brazo haciendo que mi cuerpo reaccionara al instante.

–Carolina... –repetí en un susurro mientras continuaba observando su mano en mi brazo y su dedo pulgar acariciando mi piel– descubriste mi nombre...

–Sí... después de lo del otro día... –Alan recayó su atención en mi amiga y sonrió, inmediatamente la regresó a mí– ¿Te importa si hablamos esto en privado?

–Este es vuestro momento –respondió Bea por mí– Carol ya se iba, porque yo he quedado con unas amigas que a ella no le caen nada bien. Las odia como al 99,99% de los mortales, así que es toda tuya.

–No, Bea –la fulminé con la mirada.

–Carol, lo he estado pensando. Y es muy injusto pedirte que aparentes ser otra persona con las chicas.

–No me importa, por ti hago un esfuerzo.

–¿Qué clase de amiga sería si te hago pasar ese mal trago?

–Y este mal trago sí ¿no? Cabrona... –afirmé entre dientes.

–Carolina, ven conmigo –insistió aquel chico.

–Carol, esto es fácil. Pondera. ¿Qué prefieres, escuchar a estas con sus historias de amor, las anécdotas y líos de toda la carrera y sus logros en la vida, o enseñar tu ciudad, algo que te encanta y que haces muy bien, a un tío guapo, famoso y bueno, quizá un poco insoportable? –y ahí estaba mi amiga persuadiendo de nuevo.

–Oye... –le reclamó él riendo.

–El plan queda así. Yo explico, tú escuchas y sólo hablaremos de temas relacionados con Salamanca. ¿Trato? –me puse de pie ágilmente y le tendí la mano.

–¿Sólo con Salamanca?

–Sí.

–Tendré que conformarme con sus vistas monumentales entonces –respondió apenado mientras sus ojos discurrían por mi cuerpo– sin embargo, realmente me compensa –extendió su mano para estrechar la mía– trato.

–Disfrutar mucho parejita ya se sabe que... –las ganas de romperle la copa de tinto de verano en la cabeza no me faltaron, es más, me sobraban razones– el impacto de las primeras veces que se descubren los rincones de Salamanca, es muy placentero.

–Amiga, querida ¿Quieres probar también lo placentero que es no dejarte entrar en casa esta noche? –le pregunté sonriendo­.

Me pidió que le esperara mientras él se acercaba a su guardaespaldas. Al regresar y comenzar a caminar hacia la Plaza Mayor, aquel hombre, sorprendentemente, no nos seguía; y lo comprobé volteándome en varias ocasiones. No sé qué pretendía Alan indicándole que no nos acompañase, pero esto podía terminar mal. 

Lo InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora