Atravesamos el Puente Romano para mostrarle así, la perspectiva de las catedrales desde el otro lado del río, con los monumentos iluminados. Le pedí que mirase aquellas vistas con detenimiento, como lo hacía yo cada vez que pasaba por allí.
–Esta imagen es realmente bonita y especial, pero tal como suponías... la razón que me trajo a Salamanca no guardaba relación con hacer turismo.
–Shhhh... ¿Cuál era el trato? –le volví a recordar– No hablaremos de temas que no tengan que ver con la ciudad.
–Tú eres de Salamanca, por tanto, estás relacionada con ella y yo quiero hablar sobre ti, así que indirectamente hablo de Salamanca también.
–No tenemos nada que hablar de mí ¿Por qué siempre me contradices?
–Quiero proponerte que pasemos unos días juntos.
–Y cuando creí haberlo visto todo, apareces tú... ¿Estás loco? –comencé a andar de nuevo.
–Puede sonar extraño, sin embargo, te prometo que no te vas a arrepentir.
–¿Sabes qué pasa? Que yo sí tengo problemas de adultos, así que no voy a perder tiempo de mi vida en tus caprichos.
–No quieres perder tiempo de tu vida, pero llevas perdiendo tu vida todo el tiempo.
–Mi vida es mi futuro.
–Tu vida también era tu pasado y es tu presente.
Regresamos al bar donde estaba Bea. Yo sólo deseaba irme a casa ya. No me apetecía pasar ni un segundo más con él porque conseguía desestabilizarme. Cuando llegamos, Alan apoyó su espalda en una pared manteniendo un semblante serio, con los brazos cruzados y la gorra, para cómo no, ocultarse del devenir del mundo. Me observaba, mientras yo me acercaba a decirle a mi amiga que me marchaba. Parecía que la reunión de compañeras no estaba siendo muy entretenida porque le faltó tiempo para excusarse con acompañarme.
Caminábamos los tres en silencio con el guardaespaldas detrás, además con cierta distancia entre nosotros y con Bea ejerciendo de frontera entre ambos, una frontera que estaba más cerca de mí que de él, por lo menos de momento.
–¿Qué se supone que ha pasado ahora? –preguntó mi amiga en voz alta.
–Es él.
–Es ella –nos miramos al ver que lo habíamos gritado al mismo tiempo.
–¡Qué compenetración! –Bea de nuevo intentando hacerse la graciosa de manera nefasta– Sin embargo, no me ha quedado claro quién es el culpable.
–Es un caprichoso, egocéntrico e insoportable.
–Es una cabezona, asocial y estresante.
–Bueno, si ya sabéis reconocer los defectos del otro, es que vuestra relación progresa adecuadamente.
–Puedes decirle a tu amiga, que se pare a respirar un poco por una vez en toda su aburrida existencia –aquel chico empezó a hablarle a Bea como si yo no estuviera.
–Carol, que respires.
–Dile que si no respirara, ya estaría muerta.
–Oye mira, Alan, que ya respira.
–Muerta estás si no tienes una vida que vivir.
–Que estás muerta cariño.
–Como su cerebro entonces.
–Que dice que eres tonto.
–Seré tonto, pero un tonto feliz, eso recuérdalo –se encaró conmigo sin intermediarios.

ESTÁS LEYENDO
Lo Inesperado
Roman pour AdolescentsCarolina es una joven de 25 años, decidida y con una personalidad arrolladora. Desde la adolescencia no se sintió identificada con los chicos de su edad, lo que hizo de ella una persona independiente, con pocas amistades y sin pareja. Su vida gira e...