Capítulo 10

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Bea se ofreció a ir a por la bebida, así que me quedé sola esperando. Me entretuve moviendo el pie marcando el ritmo de la canción, hasta que unas risas exageradas me distrajeron y sí, provenían de la segunda planta. No las ignoré y tampoco intenté disimular, simplemente permanecí apoyada en la pared y levanté la vista para observar la escena.

Y allí estaba con la jodida gorra puesta, parecía que de ella dependiera su imagen, sentado en un sillón de una única plaza pero rodeado de gente, como si él fuera el sol y el resto sólo personas sin carisma que giraban a su alrededor. Personicentrismo lo llaman. Incluso dos chicas de las que se bajaron del coche se encontraban a ambos lados suyos, acomodadas en los reposabrazos, buscando desesperadas su atención. La atención de un imbécil que estaba clavada en mí, mientras movía suavemente el vaso que sujetaba, sacudiendo el contenido con cierto magnetismo.

Nota mental: antes de que me bloquee la RAE por pesada, mandarle otro tweet para proponer el concepto "Personicentrismo".

En este momento de mi vida no tenía nada claro, únicamente que no iba a acobardarme con la presión de sus ojos, que irradiaban confianza en sí mismo. Desvié la mirada por un instante hacia una chica, que pasaba tambaleándose cerca de mí, aunque en seguida se la regresé. Creí que ya habría cortado el estúpido juego visual, pero la realidad no era tan bonita. Comenzó a levantar el brazo, en el que no sostenía la bebida, hasta la altura de su cabeza, extendió su mano rozando ligeramente su sien con algunas yemas de los dedos; y entonces, aquel saludo militar con sonrisa picara impactó directo en mis retinas. Le mostré los dos dedos corazones manteniendo un semblante serio, sin embargo, esto era una guerra, y él volvió a atacar moviendo los labios para tirarme un beso, al mismo tiempo que me guiñaba.

¿Cuál sería la probabilidad de cometer el asesinato perfecto? Sólo por conseguir borrar esa cara de arrogante y egocéntrico, merecería la pena estar unos años en la cárcel. Total con buena conducta estoy fuera casi antes de entrar, bueno, quizá no, quizá la pena por reincidencia con los cargos de tres asesinatos ya sería más dura, o quizá no.

Bea regresó y me tendió un vaso para continuar la noche. Bailamos bastante o por lo menos, lo intentamos. Según mi amiga no hubo ni un chico que no nos mirara, aún me sorprende lo ingenua que es, pero no le romperé la burbuja. Hoy seré la envidiable amiga que se calla; y da la razón con una amplia sonrisa.

–Bea, bájale un punto a tu motivada, por favor –le reclamé cuando la vi gritando y saltando.

–Tú sí que sabes hacer que baje, cariño –el alcohol empezaba a hablar por ella y eso era un peligro constante.

–¿Qué dices?

–Que Romeo ya baja a buscarte.

–¿Romeo? –coloqué mis manos en sus hombros y me acerqué a comprobar sus pupilas– ¿Miraste la copa mientras te la servían?

–No estoy drogada. Él es muy real y más alto que tú, por cierto –sus ojos alternaban entre mi cuerpo y algo detrás del mismo, ohhh dios mío, ya estaba viéndome doble.

–Hola –una voz grave se coló por mi oído logrando estremecerme, casi tanto como asustarme.

–¡Joder! –me giré de golpe– ¿Qué quieres? ¿No tuviste bastante con lo de hace un rato?

–Vengo en son de paz –levantó las manos mostrándome las palmas.

–Mejor vete, antes de acabar en son de guerra.

–No seas mala, te hablo en serio, déjame invitarte a tomar algo.

–Todavía me queda bebida.

–Bueno, no importa. Puedo ir pidiéndote la siguiente –sonrió.

–No es por llevarte la contraria pero estoy bien así.

–Únicamente una copa, de lo que sea, de lo que quieras.

– No bebo alcohol.

Really? –frunció el ceño extrañado.

–¿Algún problema con las abstemias?

–Ninguno, ninguno, simplemente que los regalos no se rechazan, sobre todo, si preceden a una disculpa.

–Sí, tienes razón, eso me lo enseñaron... sin embargo, también me enseñaron a no aceptar bebidas de desconocidos –miré a Bea cuya cabeza se movía como en un partido de tenis, de un lado a otro. Mi distracción hizo que él también se girara hacia ella.

–No, no, por favor, por mí no os cortéis. Seguid como si yo no estuviera, porque la escena en 3D está siendo incluso más emocionante que una novela turca –afirmó pretendiendo ser graciosa, entonces el chico regresó su atención a mí.

–Ohhh venga... tu amiga ya te ha dicho quien soy, así que en verdad, yo no soy un desconocido para nadie.

–Ohhh vaya... tú y sólo tú, eres tu propio alter ego ¡Fascinante! Pues perdona que pinche tu globo aerostático, desde donde ves sólo la perspectiva del mundo que quieres y te interesa, pero hasta hace menos de una hora, tú eras un desconocido para mí; y bueno... lo sigues siendo en realidad.

Asintió con la cabeza cediéndome la victoria de esta batalla, sin embargo, me costaba creer en sus intenciones, acortó con un paso la distancia que nos separaba e insistió con una voz suave.

–Por favor, señorita. Permítame invitarla aunque sea a otra ronda de lo que está tomando –me señaló el vaso que yo mantenía agarrado.

–Es que no me apetece, ni siquiera sé si me podré terminar esta... Fanta –sin tener tiempo para reaccionar vi mi copa en su mano, el borde del cristal en sus labios y parte de mi bebida en su boca.

–Me lo imaginaba... –sonrió orgulloso– para no beber alcohol, esta Fanta de naranja sabe demasiado a vodka.

–¿No? –abrí los ojos tanto como la boca para manifestar una fingida sorpresa– ¿En serio? No me había dado cuenta –le arrebaté de nuevo mi copa y ante su atenta mirada, me la acabé de un sólo trago– de repente me hiciste sentir sed.

Sonrió por unos segundos negando con la cabeza, justo después cualquier atisbo de diversión desapareció de su rostro ¿Ahora resulta que era bipolar? Se inclinó para retirar con sus dedos varios mechones de pelo que cubrían mi oreja, los colocó detrás de esta, dejándola al descubierto y allanando el camino, para aproximar sus labios y susurrarme en el oído, rozando con su respiración mi lóbulo.

–Para la sed puedo ofrecerte algo más eficaz.

–Eres un cerdo.

–¿Yo? ¿Por qué?

–Por tus patéticas insinuaciones.

–Señorita, la mente sucia no es la mía –su dedo índice tocó mi frente– usted sabrá qué clase de película se estaba imaginando. Pero yo tan sólo iba a aconsejarle que para saciar la sed, es mejor el agua que el vodka naranja. Y no lo digo yo, está probado científicamente.

Se rio y sin poder soportar las prepotentes carcajadas, lo empujé con ambas manos alejándolo. Parece que fue un acto demasiado rebelde y violento por mi parte, porque el guardaespaldas no dudó en venir directo hacia mí. No sé a qué, sin embargo como me tocase, yo acabaría en comisaria pero no me iba a quedar quieta.

Lo InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora