Visitamos varios parques. Hubo otras montañas rusas. Hubo otras atracciones. Pero cinco de ellas pensé que acabarían conmigo. El ritmo de los días se allanó viendo los desfiles y espectáculos por las calles. Todavía recuerdo esa sensación mágica, tan mágica como aquel castillo que parecía salido de la intro de las películas de Walt Disney. El castillo, la noche, la fantasía e ilusión que se respiraba en el ambiente, las luces, los colores, los personajes y los aires de inocencia y felicidad en las caras de la gente, consiguieron culminar una experiencia inolvidable con fuegos artificiales. Joder, nunca en mi vida he querido ser una princesa de cuento, sin embargo, hoy sí. ¿Por qué Alan aprovechaba la situación para rodear mi cintura y aproximarme a su cuerpo? O dicho de otra manera ¿Por qué yo dejaba que lo hiciera? Definitivamente tanta magia me ablandaba ¿o no era la magia?
El tercer día, antes de la una de la tarde, ya estábamos aterrizando. Segunda parada: Santo Domingo. Esta no pintaba mal, al menos no pintaba peligrosa. Un coche nos estaba esperando para desplazarnos hasta el hotel. Su guardaespaldas siempre venía con nosotros, pero manteniendo cierta distancia para no incomodar con su presencia.
–¿Qué tal lo pasaste?
–Muy bien, ahora entiendo porque nuestra visita debía ser a Disney World. Es que no podía ser en otro lugar. Qué experiencia, Alan. Gracias.
Nota mental: tener en cuenta que la opción de dedicarme a la interpretación está ahí, por si acaso no encuentro trabajo de lo que estudié. Sueno tan creíble siempre que miento, que aún me sorprendo a mí misma por esa capacidad. Las neuronas me están aplaudiendo ahora desde su hogar.
–¿Por qué te cuesta tanto reconocer que tengo razón?
–Porque no la tienes, entonces no voy a reconocerte algo que no tienes.
–Carolina, casi consigues que mi mano se gangrenara en la montaña del yeti. ¡Ahhh! Bueno, y te escuché hasta rezar a todos los dioses que se te pasaron por la cabeza, en el ascensor que caía al vacío. Así que no vengas de valiente, por favor.
Debo perfeccionar la técnica, porque parece que el Oscar no me lo otorgarán a corto plazo. Carolina ¿serás sincera ahora o seguirás improvisando en la mentira?
–Tú ganas –pronuncié rápido en voz baja dificultando la comprensión.
–¿Cómo? ¿Podrías hablar un poco más alto? Por favor. A la frecuencia necesaria para ser percibida por el oído humano.
–Que tú ganas. ¿Contento?
–¿Lo qué gano? ¿Tu amor?
–Un puñetazo ganas... que sí, que sufrí bastante, que tenías razón pero no quería dártela, para que no te pusieras todavía más insoportable.
–¿Sabes una cosa? En esta ocasión, rogaba para no equivocarme; y no por querer la razón en este asunto, sino porque deseaba contacto físico contigo y así, lo tenía asegurado.
–Tampoco exageres, no te necesité tanto.
–¿Qué agarraras mi mano en cada trayecto y buscaras un abrazo al bajar de cada atracción no es recurrir bastante a mí? Si tú crees que no, supongo que entonces exageraré.
Lo siento por ocultaros ese punto de la historia ¿tampoco era tan relevante, no? Puede que hiciera exactamente lo que él os ha contado, pero lo que es y siempre será un misterio, es el punto de partida de esas reacciones ¿realmente se movieron por el miedo o el miedo fue la excusa perfecta a la que aferrarse para moverse?
De nuevo fueron dos días los que pasamos en el lugar, sin embargo, ahora ese lugar formaba parte del paraíso. Otra vez al aterrizar la sensación de no saber qué nos depararía el viaje, pero esa incertidumbre se convertía en excitante por el afán de descubrir. Aguardábamos en recepción a que nos entregaran las tarjetas de las habitaciones, hasta que finalmente rompí el silencio.
–¿Cuál es el plan?
–Si estamos en el Caribe... ¿cuál crees que es el plan?
–Aunque estemos en el Caribe, contigo nunca se sabe, eres imprevisible. Igual tienes otro parque de atracciones preparado para incitar al contacto físico.
–Ummm... –sus dedos apartaron el cabello que cubría mi oreja, tomó entonces mi cuello con delicadeza para acabar inclinándose hasta lograr, que sus labios susurraran en mi oído. Noté el cosquilleo hasta en los pies– mi único objetivo es que el contacto físico, que mantengas conmigo de ahora en adelante, no esté promovido por el miedo precisamente.
–No existirá tal contacto.

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Lo Inesperado
Dla nastolatkówCarolina es una joven de 25 años, decidida y con una personalidad arrolladora. Desde la adolescencia no se sintió identificada con los chicos de su edad, lo que hizo de ella una persona independiente, con pocas amistades y sin pareja. Su vida gira e...