Asentí con la cabeza y cumplí su petición, acomodándome justo a la derecha del que era el director creativo, y además uno de mis supervisores. Tímidamente esbozó una sonrisa, casi imperceptible para los demás, pero que no pasó desapercibida para mí. Una voz procedente del sofá de cuero blanco que se encontraba en uno de los laterales del despacho, y que no era otro que el de recursos humanos, inició la reunión.
–Como sabemos todos aquí, la beca que se concedió a la señorita Márquez, llevaba implícita una posible contratación al terminar el periodo de formación. Pues bien, respecto a eso, Nacho me hizo llegar hace unas semanas el informe que elaboró sobre usted –detuvo sus ojos en mí, hablándome ahora directamente– Y el perfil que dejó plasmado en esos folios es totalmente compatible con lo que buscamos en nuestra empresa, jóvenes comprometidos e ilusionados, llenos de grandes ideas que llevar a cabo con nosotros, así que, Arturo, tú tienes la última palabra.
–De verdad me gustaría reiterarme una vez más en mi opinión –añadió Nacho– he trabajado con ella y sería un fichaje, podría decir, que hasta necesario para el departamento.
Durante los siguientes minutos, se dedicaron a lanzarme halagos. Entre uno y otro, intenté intervenir con el único propósito de agradecerles, ya que después del informe que elaboró mi jefe no era necesario vender todas mis cualidades y lo que podría aportar a la empresa. Incluso aproveché, que en una ocasión se desviaron del tema y acabaron hablando de los grandes negocios pendientes hasta finales de año, para entregarles los que había estado revisando hace un rato.
–Aquí les traía las copias redactadas e impresas de las ideas a las que se llegó en la última reunión creativa para los contratos de octubre –agarré la carpeta roja de encima de mis piernas y algo indecisa por no saber a quién entregársela, se la mostré. El hombre al otro lado de la mesa, me la quitó de la mano.
–Señorita Márquez –el director general tomó ahora la iniciativa para comenzar un monólogo colocando los codos sobre el escritorio y entrelazando sus dedos a la altura de su pecho– estuve pensando estos últimos días en el puesto que tenemos vacante, y por supuesto, estudiando los documentos que nos ha facilitado Nacho sobre su trayectoria en la empresa durante este año, y las posibles aportaciones de las que nos beneficiaríamos teniéndola con nosotros.
Me descubrí a mí misma moviendo la pierna en una especie de tic nervioso, al que en seguida puse freno, aunque Nacho ya me había visto y otra vez una sonrisa encubierta me hizo sentir su complicidad. Por un instante, desconecté de lo que estaba diciendo aquel hombre de unos cuarenta años que se hallaba frente a mí, y me dediqué a pensar en la reacción que debía mostrar cuando diera la noticia, era fundamental que fuera una reacción en la medida exacta de emociones para esta situación. Su voz volvió a captar mi atención cuando sufrió un cambio de intensidad.
–Fue una decisión complicada pero creo que también la menos injusta –erguí la espalda preparándome, era el momento de fingir sorpresa. Serenidad e ilusión contenida, no debía evidenciarse que ya lo sabía– creemos que su perfil no es el adecuado para el puesto que tenemos disponible, ya que tan sólo limitaría sus capacidades y no permitiría, que las explotara como es necesario.
–¿Cómo? –Nacho saltó extrañado de la silla, incorporándose bruscamente– Arturo ¿Qué dices? –intentó suavizar el volumen porque, aunque fueran amigos, dentro de la empresa era su superior de cara a todos los trabajadores.
Mi cabeza comenzó a actuar como una desagradable grabadora que se reproducía automáticamente y de forma repetitiva. Su respuesta se imprimió en mi piel, incluso captando el tono que utilizó. Dejé de oír lo que estaba pasando en el despacho, simplemente me ahogué en mis pensamientos. Unos pensamientos que ni siquiera funcionaban ahora, en ellos sólo se presentaba ya el eco de esas palabras que retumbaban en mí.
Un año esforzándome sobremanera, tanto dentro como fuera de la empresa, para destacar, durmiendo apenas cinco horas al día, cumpliendo cometidos que ni siquiera venían fijados en la beca, proporcionando ayuda sin ser correspondida en la mayoría de las ocasiones, trabajando para todos y casi nunca para mí, recibiendo buenas impresiones y augurios sobre mi futuro que me ilusionaban en vano y que únicamente sirvieron para hacer aún más dolorosa esta situación.
Comencé entonces a escuchar mi nombre en el vacío empezando como una voz lejana que iba adquiriendo intensidad con cada reiteración del mismo, me pareció que era Nacho. Había llegado el momento de reaccionar, debía mantener la compostura y no dejarme llevar por las emociones, que me vieran llorar no era una opción. Giré la cabeza hacia mi jefe atendiendo a su llamada, mientras simultáneamente me levantaba de la silla recurriendo a una parsimonia extrema, me coloqué detrás del respaldo y tras tragar saliva de forma precipitada para humedecer mi boca, me pronuncié.
–Gracias por su tiempo, supongo...
–Señorita Márquez. Ahora mismo haré pasar a mi secretaria y redactaremos su carta de recomendación, una carta de recomendación que estará a su altura. Así que no dude que podrá trabajar en cualquier empresa.
–En cualquier empresa menos en la que quiero ¿Verdad? Gracias, pero no se moleste.
Me di la vuelta y comencé esa aprendida rutina de andar, alejándome de ellos. En cuanto apoyé mi mano en el manillar de la puerta para abrir y marcharme, aquel hombre que estaba al otro lado de la mesa se levantó de su silla e insistió.
–Señorita Márquez. Si abre esa puerta se le cerrarán las de muchas otras empresas y no es una amenaza, sin embargo, le estoy proponiendo una grandísima oportunidad y usted pretende rechazarla.
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Lo Inesperado
Teen FictionCarolina es una joven de 25 años, decidida y con una personalidad arrolladora. Desde la adolescencia no se sintió identificada con los chicos de su edad, lo que hizo de ella una persona independiente, con pocas amistades y sin pareja. Su vida gira e...