Capítulo 32

252 15 0
                                    

La mañana del cinco de agosto me desperté pronto. Me duché y vestí con una camisa blanca y un pantalón negro, modelo recurrente durante mi año en la empresa. Intenté tranquilizarme y preparar un poco las posibles preguntas que me lanzarían. Después de coger dos metros, estaba frente a aquella desorbitada construcción de setenta pisos. Si bateara con todas mis fuerzas una piedra apuntando hacia arriba ¿Qué ventana llegaría a romper? Ni siquiera alcanzaría un cuarto de todo el edificio.

Nota mental: tener cuidado cuando lo pruebe, porque igual aparece algún defensor pro–piedras, argumentando que estoy vulnerando su integridad física y robando su derecho a vivir inertes y tranquilas sin trastornos postraumáticos.

Tras informarme de la planta a la que tenía que dirigirme, tomé el ascensor. Arriba una mujer de mediana edad me recibió amablemente. Me pidió entonces que me sentara unos minutos mientras ella avisaba a su jefe. Carolina, no abras Instagram. Pero de nuevo, el dedo funcionaba como un ente autónomo y ahí me encontraba viendo sus fotos, la última foto... la que hizo en Salamanca. Entrar en su cuenta era lo contrario a una terapia, no intentaba combatir o al menos mitigar un mal, no, era lo contrario, iba a hundir más, una anti–terapia, creando una melancolía por una persona, por un lugar, por un momento, por una sensación antes desconocida que lograba abatirte. Así que, por favor, ante una ruptura de una relación afectiva no se obcequen, dejen de ser masoquistas, apaguen los recuerdos y desconecten los datos del móvil, háganse ese favor, aunque bueno ¿quién era yo para dar consejos que no me aplicaba?

Me hicieron pasar al despacho, donde aquel hombre de unos cincuenta años me esperaba sonriente sentado en su escritorio, por cierto, muy clásico, nada de ostentosidades, eso sí, con un gran ventanal y con unas vistas de la ciudad también, que daban vértigo sólo de pensarlo. Tomé asiento frente a él después de tenderle la mano.

–Señorita Márquez, soy Anthony Miller, el director de recursos humanos de R.M. Courier Of Marketing, es un placer conocerla, por fin.

–Muchas gracias por esta oportunidad.

–Sus referencias son muy buenas –asentí un poco sorprendida por la palabra referencias– y su proyecto.

–¿Cómo que mi proyecto?

Dos golpes sonaron en la puerta en ese momento. Anthony se levantó de su silla colocándose la corbata. Me volteé entonces para comprobar quién sería el inoportuno que retrasaría mi entrevista. Se abría poco a poco, o igual era a mí a la que se le hacía eterno... entonces lo vi... ¿Qué mierda estaba pasando aquí? Me costaba tragar saliva por el propio estupor que me brindaba la situación. Me parece que hasta me pellizqué para saber si estaba soñando y en realidad, seguía dormida, sin embargo, dolió.

–Carolina –su voz grave pronunciando mi nombre es lo único que consiguió recuperar mi atención, que ya estaba perdida reflexionando.

–¿Nacho?

–Ummm... veo que te acuerdas de mí todavía –sonrió ampliamente.

–Señor –intervino el de recursos humanos incrementando mi desconcierto.

–Perdónenme, pero creo que voy a ir al servicio a sumergir la cabeza directamente debajo del grifo, porque no entiendo nada –me incorporé riendo como una tonta por la confusión que aquella escena me suponía.

–Por favor, Carolina. Toma asiento de nuevo –me señaló la silla– resolveré tus dudas.

Le hice caso e intenté concentrarme para asimilar tal locura. Estar con Nacho en el despacho de recursos humanos del mayor adversario de Life Publicity, además en Nueva York. Lo miraras por donde lo miraras, no era coherente ni guardaba sentido. Se paseó por la sala moviendo sus manos animadamente contando su parte de la historia.

–Mi padre es el casi total dueño de esta empresa y tú, te merecías una oportunidad. Así que simplemente realicé una llamada y tu talento hizo el resto, ese proyecto...

–¿Pero qué proyecto? –volví a preguntar perpleja.

–Aquel día, cuando sucedió todo, tú le entregaste una carpeta a Arturo. Pues bien, esa carpeta tenía el proyecto para el nuevo servicio de la compañía de móviles, muy ambicioso pero excelente, que supongo salió de tu talentosa cabeza –joder, debí equivocarme con los colores de las carpetas, perfecto, Carolina, ahora eres daltónica también– era mérito tuyo ¿Qué iba a hacer si no? Sólo darte el empujoncito.

–No termino de unir todos los puntos del mapa conceptual.

–Leí tu proyecto de principio a fin y supe que nada podía quedarse así. Hablé con mi padre, tomé tu trabajo, lo siento, fue sin permiso. Lo presenté en una reunión entre la propia compañía de telefonía y esta empresa. Les encantó tu propuesta. Se rompió el posible acuerdo millonario con Life Publicity; y se firmó un contrato con R.M. Courier Of Marketing –apoyó sus manos en la mesa mirándome con esos perfectos ojos verdes, que no titubean ni con la cercanía– sólo válido si tú eres la encargada de poner en marcha tu idea. Eso sí, con todos los medios a tu entera disposición.

–Pero yo no formo parte de esta compañía.

–Ese proyecto será tu garantía de futuro. Trabajarás codo con codo con la plantilla, desarrollándolo; y si los resultados son los esperados, es decir, buenos, tendrás una plaza fija y un puesto importante a tu disposición. Siempre y cuando, tú quieras, claro.

–Nacho, yo...

–¿Anthony nos puedes dejar solos unos minutos?

Tras abandonar el despacho, Nacho se acomodó en la silla junto a mí. Mis manos estaban temblando aún así, él me las agarró.

–Carolina, sé que es mucha información para ti. Sé que debí contártelo antes y no que te enteraras así. Sin embargo, no me hubieras permitido ayudarte. Pero ni siquiera era ayudarte, en serio, merecías esto, fuera en la empresa que fuera, merecías que alguien te valorara y apostara por ti.

–¿Cómo siempre hiciste tú?

–Yo soy sólo uno más de los que cree en ti –el impulso me llevó directa a abrazarlo ante su agradable sorpresa.

–Nacho, eres...

–¿Qué soy?

–Honesto y sí, también sincero, una especie en peligro de extinción.

–Era lo justo.

–¿Puedo hacerte una pregunta?

–Sí.

–¿Por qué no estás ocupando el despacho general de esta empresa? ¿O por lo menos, compartiéndolo con tu padre?

–Mi objetivo, como el tuyo, era ascender por méritos propios, además trabajando de lo que me gusta. Dirigir desde arriba es aburrido... por eso, decidí alejarme del apellido. Muy poca gente sabe en verdad, la relación de sangre; y es mejor así.

–Eres un misterio ¿Quién sabe qué más cosas ocultas al mundo?

–Menos de las que me gustaría.

–¿Perjudicaste a tu empresa? Eres un traidor en potencia –reí.

–Pero un traidor que duerme bien por las noches.

–¿Era a esto a lo que se refería Arturo con que había problemas?

–¿Has hablado con Arturo? –su sonrisa se desdibujó al escuchar la confesión.

–Creo que tuvo un mal día y estaba borracho.

–¿Borracho? Carolina ¿Qué más te dijo?

–Nada, que yo era la culpable de los problemas, ese era el resumen.

–No es cierto.

Lo InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora