Capítulo 6

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–Ahhh... eso –Carolina, recupera la cordura, por favor. El puñetazo que asestó la razón, era necesario– La respuesta es fácil. Entre el bajo porcentaje de personas que diría algo así, no creí que fuera a oírlo en la boca de un hombre.

–¿Prejuicios?

–Projuicios.

–Carolina, esa palabra te la acabas de inventar –inclinó la cabeza ligeramente hacia atrás y el sonido de sus graves carcajadas retumbando en aquella calle de Madrid, se escuchó como una orquesta sinfónica de ángeles armonizando tu ascensión al cielo, mientras las nubes se apartan para ti.

Nota mental: mandar un tweet a la RAE para que valoren incluir el concepto "Projuicios" en su próxima edición.

–Pues es un error que no exista.

–Si quieres te ayudo a hacer una reclamación en otro momento, pero ahora me importa la imagen que tienes de mí. Carolina ¿En serio piensas que soy un gilipollas, egocéntrico sin sentimientos ni valores, egoísta, espera... –el tono de su voz viró captando aún más mi atención– y un mujeriego también? –intentó satirizar sobre algo que en verdad le molestaba.

–¿Cuándo he dicho yo todo eso?

–Me has incluido en la colectividad de los hombres y claro que biológicamente pertenezco a ellos, pero el trasfondo con el que lo has hecho, probablemente, sea despectivo y basado en estereotipos y prejuicios. Y sin ninguna mala intención, Carolina, permíteme que refresque tu campo de conocimiento, aclarándote que aunque suene a proverbio chino, no todos los hombres somos iguales, exactamente lo mismo que pasa con vosotras ¿Acaso tú crees que te pareces a Elisabeth?

–Supongo que tenemos los mismos órganos vitales –me rasqué la barbilla entornando los ojos– bueno, quizá el cerebro... –comenté dudosa– sin embargo, llevas razón, hay unos cuantos planetas, neuronas y operaciones de por medio entre nosotras.

–Entonces, señorita Márquez, no hay más preguntas –el tono de abogado que utilizó era grueso, firme y hasta orgulloso, además lo complementó con una sonrisa lasciva recostándose de nuevo en la farola.

–Nacho, tampoco pensaba lo contrario de ti, sólo que es extraño.

–¿Extraño?

–Es extraño que reconozcas que te duele y aún así, priorices sufrir a perjudicarla. El ser humano es egoísta por naturaleza, ya lo dijo Hobbes. Y bueno, los hombres, no me mires así, no generalizo, bastantes hombres, intentan mantenerse al margen de los sentimientos, el amor y esas cursiladas. Sin embargo, fuiste al contrario de ambas normas y me parece peculiar.

–Al final resultará que soy un héroe –rio forzosamente.

–¿Y no has pensado nunca que en realidad puede que seas un antihéroe creyendo actuar como un héroe?

–¿Cómo?

–No sé... estás considerando la situación desde un punto de vista fatalista, pero y si esa perspectiva no es la adecuada. Y si ella siente lo mismo por ti. Y si ambos estáis sufriendo porque tú decidiste pensar por ella también, al final la conclusión es la misma, has tomado una determinación por los dos y eso, es lo único que no querías hacer según dijiste.

–Es rebuscado.

–Perdón por no irme a lo superficial.

–Aun así por muy bonita y esperanzadora que haya sonado tu teoría, no es más que eso, una teoría. A ella no le pasa nada conmigo, resulta que no soy tan irresistible.

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