Capítulo 12

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No sé si es una locura, pero la canción que sonaba lograba avivar lo que estaba pasando entre nosotros, ni siquiera sé cómo... Sin embargo, mi mente repetía esa simple frase "I need your love", cuyo ritmo parecía englobar una acción subliminal en sí, eran esos golpes de música y no nosotros, los que inconscientemente marcaban las pautas del beso: intensidad, vehemencia, apremio y delirio. Y lo más paradójico de todo, fue esa serie de sensaciones la que me hizo entender, que estaba en el lugar que tenía que estar en ese momento.

Su boca seguía cubriendo completamente la mía pero tuvimos que separarnos unos segundos para tomar aire, aunque el propósito de intercambiar CO2 por oxígeno no impedía que continuáramos mirándonos con el mismo afán. Clavamos nuestros ojos ávidos sobre los labios del otro, estaban húmedos, húmedos por la saliva compartida que incitaba a volver a beber. La necesaria pausa para respirar, no consiguió que aquel chico me soltara y lo peor es que yo a él tampoco, sus brazos aferrados sin titubeos a mi cintura y los míos envolviendo su cuello en un abrazo interminable, en el que por primera vez, siendo dueños de nuestras bocas de nuevo, dominaba el silencio entre nosotros. Apoyó su frente en la mía mientras susurraba chocando su aliento directamente en mis labios.

–No te arrepientas ahora, por favor.

Su tono sonaba suplicante algo que me hizo reír. Y la ley de la acción–reacción se volvió a repetir, cuando mi risa provocó que él se envalentonara a abordar mi boca con un beso corto, al que le prosiguió una ráfaga alternada entre ambos, que iba incrementando su intensidad a medida que discurría. Cada vez que me separaba, en esos breves intervalos, me llevaba delicadamente entre los dientes su labio inferior. Era un juego, siempre lo fue, una competición para los dos en la que buscábamos al ganador, al ganador que consiguiera ser más rápido, profundo y placentero en el arte de besar.

–Perdona –escuché una voz lejana que se perdía entre la música y nuestros besos– perdona –me despertó de golpe de la inconsciente irracionalidad.

–¿Qué? –me aparté para buscar a la persona que me hablaba, topándome ahora con una joven con gafas.

–Es que la chica con la que estabas.

–Ohhhh... ¡Joder! Bea –miré alrededor nuestro sin existo– joder... ¿Dónde se ha metido? Beaaaa –grité alterada.

–Tranquila, la encontraremos –el DJ del que ni siquiera sabía el nombre, pretendía tomar mi mano, pero lo evité moviéndome.

–Tu amiga está bien, sólo que igual deberías decirle que bajara de la barra –insistió aquella desconocida que intentaba ayudarme.

–Ahhh bueno, menos mal que está bien –respiré recuperando la calma hasta que interioricé lo que terminaba de oír– ¿Cómo en la barra? –elevé el volumen quizá demasiado– esta maldita imbécil no sabe comportarse ni una puñetera noche.

La chica me acompañó a la barra donde mi amiga saltaba y cantaba como loca, mientras unos cuantos tíos babeaban delante de ella por el vestido corto, que apenas la cubría. Me abrí paso a empujones, con uno de ellos mi cuerpo se retorció ligeramente, permitiéndome descubrir que el guardaespaldas del DJ, con el que acababa de liarme, me seguía sin motivo aparente.

–Carolina, my friend –esa era la lectura simultánea de conocerla hace casi seis años, porque cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia.

–Bea, baja ahora mismo de ahí.

–Estoy bailando.

–Beatriz –le pegué un grito, aunque sabía que debía relajarme para no empeorar la situación– y yo quiero bailar contigo, de verdad, pero aquí abajo, amiga –le sonreí intentando ser lo más persuasiva posible con el alcohol que llevaba en vena.

Lo InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora