Capítulo XLIV: La Base Secreta de Carmilla (I)

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"Ayudados por el leñador, que había regresado en busca de su hacha, arrastraron hasta un lugar iluminado la enorme lápida. Se trataba, en efecto, del sepulcro de Millarca, condesa de Karstein..."

—Carmilla de Sheridan Le Fanu.

[Base Secreta de Carmilla: Cámaras del Sello Sangriento]

—¡¡Esto es tu culpa!!

—¡¿Mi culpa?! ¡Pero si es tuya por haber activado el sello! —argumento Miguel sintiéndose molesto de las acusaciones de la dhampiresa, mientras caminaba por la habitación—. ¡Podrías haber explicado todo sin necesidad de activarlo!

—¡¿Y cómo diablos sabría yo que tú serias tan idiota como para decir una frase vampírica encima de un sello de magia roja! —exclamó Raven aún más furiosa por la situación en la que estaba.

El joven-lobo estuvo por agregar algo más a la discusión. Pero hizo una pausa y desvió la mirada a un lado, como si hubiera escuchado algo. Entonces sin mediar palabra él se tira al piso, simulando que está inconsciente. Aunque Raven tardó un segundo en entender lo que Miguel trataba, consiguió hacerlo a tiempo para seguir la actuación, porque la puerta de la habitación se abrió y entró un par de extraños seres.

Medían casi 2, 00 m, de complexión robusta y vestían uniformes grises que cubrían cada parte de su cuerpo, similar a los trajes NBQ modernos usados para la protección ante peligros biológicos. Aunque el de estos individuos tenían incorporados máscaras semejantes a los que usaban los doctores durante la denominada "Peste Negra". Pero no eran humanos; a través de sus máscaras emitían gruñidos parecidos a los de un cocodrilo, mezclados con los de un jaguar.

—Ya está listo el nuevo cargamento. Pueden llevarlo al almacén —dijo Raven de forma directa, con un tono serio y orgulloso, muy contrario al que tenía cuando conversaba con el joven-lobo, logrando así engañar al par de criaturas, quienes sin decir palabra se acercaron y uno de ellos cargó sobre su hombro a Miguel sin ningún esfuerzo, para después salir de la habitación.

A pesar de que todo eso no era parte del plan inicial, Raven decidió improvisar lo mejor que podía con las nuevas variables; por lo cual ella siguió al par de criaturas que se llevaban a Miguel a la parte interna de la base vampírica.

[Ciudad de Lille]

—¡Oh por todos los kamis! ¡Quiero algo de acción!

Exclamó al aire Remiel, con aburrición y furia, mientras seguía acostado en el tejado del edificio mirando el cielo nocturno. La neblina casi se había disipado, de modo que ahora la ciudad tenía un poco más de visibilidad. Sin embargo no había nada que fuese interesante para el joven-kitsune, quien ya estaba desesperado por entretenerse con cualquier tipo de emoción. Pero Uriel, quien seguía sentado cerca, encontró un tipo de entretenimiento; creando figuras con su magia de fuego. Hasta ahora logró crear imágenes casi exactas de los edificios de la Atlántida, y ahora se dedicaba a crear una imagen perfecta de su amada y dulce sirena Amitiel.

No obstante esa cursilería sólo empeoró el aburrimiento de Remiel; a este punto él ya quería incluso pelear con lo que sea, con tal de tener algo de emoción. Y como si el universo le escuchara, sucedió lo que más quería; tanto él como Uriel escucharon un estruendo proveniente del bosque cerca del burdel.

—Tenías que hablar ¿verdad? —dijo Uriel con sarcasmo al comentario reciente del kitsune.

—Por favor dime que iremos a ver si Camael y Jofiel necesitan ayuda —dijo Remiel casi a modo de súplica.

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora