Capítulo LVI: Dioses de la Ciencia (I)

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"No, son robots. Me he pasado todo el día con ellos y lo sé. Tienen cerebros positrónicos; primitivos, por supuesto..."

—Círculo Vicioso de Isaac Asimov.

[Base de Carmilla: Almacén Principal]

—¡Cañoneros prepárense para activar los modos Alfa, Beta y Omega!

Con las órdenes de Sócrates uno de los fusileros de nombre Sasaki Kojiro, que aparentaba una edad mediana y parecía ser de origen japonés, tiro las armas al suelo y, de las palmas de las manos, saco delgadas y filosas espadas de plata retráctiles semejantes a katanas con el obvio propósito de atacar cuerpo a cuerpo. Mientras tanto cada uno de los tres portadores de los trabucos se perforó el pecho con los dedos de una de sus propias manos, haciendo que en dicha zona, debajo de la ropa, resplandeciera el símbolo blanco de un ojo. 

Por otro lado el muñeco de metal que había creado Erzuli consiguió entrar al alcance del enemigo, y comenzó a luchar contra el fusilero armado con katanas, quien manejaba dichas armas como un auténtico guerrero samurái. Al mismo tiempo los otros fusileros intentaron reanudar los disparos contra los jóvenes-bestia que se acercaban. No obstante estos habían aprovechado el momento de distracción que creó el baghatma, para así lograr avanzar sin problemas, hasta estar cerca del grupo de hombres de metal.

—¡Ahora ataquen! —gritó Miguel en cuanto estuvieron al alcance del enemigo.

¡Magia de Rayo: Cadena de Relámpagos! —conjuro Remiel dando un salto desde una rama y alzando su katana, la cual desató el característico relámpago celeste que atacaría a los enemigos cercanos, siendo en este caso los hombres de metal.

—¡Júpiter bloquéalo! —ordenó Sócrates alarmado tras ver el relámpago que desató la katana del kitsune.

Uno de los cañoneros, de cabello blanco y ojos azules, levantó la mano izquierda y en la palma desprendió una luz blanquecina, la cual atrajo el relámpago de Remiel y la absorbió como si fuera un pararrayos. Sin embargo aunque esto sorprendió al kitsune, no lo preocupó a él ni tampoco al resto del grupo.

—¡Rafael encierra ese portal con paredes anti-señales mágicas! ¡Rápido! —dijo Azrael saliendo de la sombra de un árbol, para luego volver a sumergirse en otra cercana tras decirle al arthdruwid lo que debía hacer.

¡Aontú! (¡De acuerdo!) —respondió Rafael tan emocionado que habló en su segunda lengua paterna (celta). Luego fijó la mirada en la Puerta Astral, y comenzó a concentrar su energía Mana para recitar un hechizo: —¡Magia de Tierra: Abrazo Silencioso de la Tierra! —recito Rafael aterrizando en el suelo con fuerza, a la vez que juntaba las manos de tal manera que simulaba que atrapaba algo.

Entonces alrededor de la Puerta Astral emergieron cuatro paredes de roca juntas que terminaron rodeándola. Y de la parte superior de las paredes emergió un trozo triangular, que juntas bloquearon la vista desde arriba, de tal manera que la Puerta Astral acabó siendo escondida dentro de una "caja de roca sólida". Además en cada pared se manifestó el grabado de color verde luminiscente de una frase en idioma ogham (antiguo alfabeto céltico usado por los druidas), que significaba "silencio".

Lo sucedido tomó por sorpresa al hombre de metal cercano, haciéndolo retroceder unos cuantos pasos, y entonces se mostró nervioso; porque desde el interior se podía escuchar el sonido de los engranajes y mecanismos de la Puerta Astral deteniéndose, lo que significaba que estaba perdiendo energía y conexión con la otra Puerta Astral.

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora