Capítulo LVIII: Kumal de los Cait-Sidhe

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"...Pero mira a nuestro Tom, cómo me mira. Uno pensaría que él sabe todo lo que estoy diciendo."

—El Rey de los Gatos, de Joseph Jacobs.

[Meses Atrás. Planeta Terra: Francia].

Todavía recuerdo ese día. En aquel tiempo no podía ver, pero ahora sé todo lo que ocurrió y puedo construir una imagen mental de lo sucedido basándome en todo lo que olía, sentía y escuchaba. 

A pesar de que no podía ver nada después de nacer, sentí las manos que me tomaron y me colocaron en una caja pequeña, junto a mis cuatro hermanas. Sentía los bruscos movimientos de la caja por la prisa que tenía la humana adulta. Luego sentí el terrible frío de la época de invierno. Sentí cuando la caja se detuvo, y entonces mi nariz percibió ese horrible olor; el olor del basurero donde nos llevaron para dejarnos morir.

Mis hermanas y yo maullábamos sufriendo por el hambre y el frío. Nos acomodamos juntos y abrazamos para intentar calentarnos. Llamamos por mucho tiempo a nuestra mamá para que nos alimentara y protegiera del frío, pero ya no la escuchábamos. En su lugar yo escuchaba muchos pasos y voces de humanos caminando cerca, y nadie quería hacer algo por nosotros.

Íbamos a morir abandonados y olvidados en la nieve de ese basurero, y pudo haber sido así de no ser por ella; la única humana que tuvo el corazón de tomar la caja para alejarnos del olor y la suciedad de ese basurero, buscar un pañuelo limpio para protegernos del frío, y tratar de calmarnos con sus arrullos. En ese momento no lo sabía, pero nos había salvado esa pequeña humana a la que llamaban Rosabella.

Escuche a Rosabella hablar con alguien que no olía como humano; Rosabella lo llamaba "hermano", pero muchos lo llamaban "niño demonio" y otros lo conocían como "Gabriel". Lo escuche a él decir que buscaría a mamá mientras Rosabella se ocupaba de cuidarnos.

Ese joven macho se comunicó con los otros gatos del pueblo, y ellos le dijeron a dónde fue la humana que nos abandonó a mí y a mis hermanas. Gabriel y Rosabella siguieron el rastro y las indicaciones de los otros gatos y encontraron a tiempo el hogar donde vivía mamá.

Nuestra mamá era una gata doméstica traída de una tierra lejana que los humanos llamaban "Sri Lanka". De nuestro papá todo lo que sabíamos fue por parte de mamá, que a menudo lo describía como un "alfa de los gatos", pero unos humanos malvados lo alejaron de nosotros poco antes de que naciéramos.

La familia humana con la que vivía mi mamá no tenía recursos para tener más gatos, y lo lógico para ellos fue abandonarnos a mí y a mis hermanas en un basurero tan pronto como nacimos. Pero los padres de Rosabella llegaron a un acuerdo con esa familia humana, y le prestaron todos los recursos que necesitaban para que pudieran quedarse con nosotros hasta que creciéramos. 

Gracias a Gabriel y Rosabella mis hermanas y yo pudimos quedarnos con mamá y sobrevivir. Pudimos crecer felices, hasta ese amargo día.

Pasó un tiempo que para los humanos eran casi cuatro meses; mamá nos estaba amamantando y limpiando como de costumbre, sus humanos habían salido al patio un momento y dejaron la puerta abierta, por lo que el perro de los humanos vecinos entró a nuestra casa. Mamá trató de defendernos aunque ese perro era más grande y fuerte. Logro desgarrarle un ojo y la mandíbula al perro, y sin embargo yo sabía que mamá no podría ganar. 

Mis hermanas estaban detrás de mí, temblando de miedo, y yo me encontraba delante de ellas para brindarles protección. Yo también sentía miedo, pero más miedo le tenía a perder a mamá y a mis hermanas; en vez de valor, fue ese miedo a perder a mi familia lo que me impulsó a ayudar a mamá y lo que libero mi verdadera forma. 

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora