Capítulo XXIII: Viaje a San Bestia

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"Sé la razón por la que alguien sonría hoy."

—Anónimo.

[Transilvania: La Corte de las Tinieblas]

—¿A que se debe la interrupción, Baltazar?

Se quejo una mujer pálida, sentada en un elegante sillón rojo; no era otra que Carmilla. Ahora llevaba puesto un sencillo, pero elegante, vestido gótico rosado, con degradado oscuro en las mangas, falda y escote. Y a su derecha e izquierda, estaban paradas Diana y Bellona respectivamente; ambas llevaban sus respectivos vestidos. 

Se encontraban en una habitación digna de un aristócrata de la antigüedad; pared y techo color rojo con intrincados diseños negros, piso de cerámica blanco, iluminado con candelabros colgando del techo, sin ninguna ventana, y curiosamente, detrás de Carmilla, estaba el cuadro de Elizabeth Bathory. Por último, frente a la Señora Vampiro, a cinco pasos lejos, estaba arrodillado un joven vampiro de cabello negro, liso y largo hasta los hombros, y vestido con un traje de aristócrata antiguo color rojo.

—Lamento haberla molestado, señora Carmilla. Pero vengo a informarle, que acaban de llegar los señores Orlok y Maldibion —dijo el vampiro llamado Baltazar—. Ahora solo faltarían los señores Mefisto y Terrordar, para dar inicio a la Reunión de la Corte.

—Mefisto no creo que venga —opino Diana un poco pensativa.

—Si. A lo mucho enviara a su loco Caballero de la Muerte, como siempre —decía Bellona con molestia—. Al muy infeliz le encanta permanecer en las sombras.

—Tienen razón —decía Carmilla igualmente molesta—. Y en cuanto a Terrordar, todavía no hay mensaje suyo; lo cual es muy raro. Pero no hace falta. Ya esta todo listo, para comenzar la Reunión en la Corte. Por lo tanto, le informaremos al resto, ahora mismo, que iniciemos esta molesta reunión de una vez. Ya quiero regresar a casa.

—Entendido —dijo Baltazar, aunque podía notarse un leve enojo en su voz.

—A juzgar por tu tono, hay algo que te molesta. ¿Puedo saber que es? —pregunto Carmilla con curiosidad, mientras cruzaba las piernas.

—Señora, me he enterado, por parte de las sirvientas, que hace casi una hora, en la habitación de huéspedes donde usted se aloja, ha compartido el lecho con vuestra mascota licantropo.

—Es verdad, ¿y cual es el problema? —pregunto Carmilla de manera casual.

—Señora, le recuerdo que usted, además de pertenecer al gran linaje Bathory, también tiene relación con el linaje de Vlad III Tepes. Aparte del traidor hijo dhampiro de él, usted es la única que guarda vinculo sanguíneo, con el linaje de Drácula. Y mancharlo, mezclándose con una bestia, es una deshonra total para vuestra familia.

—Como si a mi me importara esa maldita familia —gruño Carmilla con enorme frialdad y crueldad.

—Pero según tengo entendido, la razón del por qué usted, jamás volvió a ser comprometida, para que engendrara a un heredero, fue porque no le interesa los hombres. Incluso tomo como esposas a dos humanas, a las que convirtió en vampiresas.

—*Suspiro* Hombres, mujeres, a mi me da igual el genero. Si tienen cuerpo masculino o femenino, y están hechos de carne, sirven para "jugar" —dijo Carmilla de una forma traviesa, que hizo reír a Diana y Bellona.

—Aún así, si lo que quería era un momento placentero, solo debía notificarlo, y encontraríamos a un vampiro digno de...

—Ningún hombre vampiro, ni menos humano, es tan digno como un hombre-bestia —le interrumpió Bellona con brusquedad.

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora