Capítulo XXXII: Camino del Tigre Buda

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"...Pero busqué después la amistad y los conocimientos de un gran maestro, que tuvo a bien iniciarme en las enseñanzas del Misterio."

—Viaje al Oeste, capítulo VII.

[Barco Draco Wang].

El gato Kumal guió al grupo Twilight Maidens la puerta trasera de la superestructura —la puerta del lado de la popa—. Una vez dentro del enorme comedor, siguieron al gato hacia la ventana con vista a la proa. Kumal se sentó en el suelo, y con esto les dio a entender a ellas que mirasen por la ventana.

Con cuidado todas las chicas se posicionaron y acomodaron para poder mirar por la ventana, sin estorbarle la vista la una a la otra. Y entonces entendieron lo que Kumal quería mostrarle a la licántropo blanca.

—¡Espero que esto no sea una fucking broma, porque no entiendo cómo es que hacer una ridícula postura de yoga nos ayudará!

Exclamó Azrael con molestia, estando en una extraña postura que consistía en doblar las rodillas, llevar los brazos hacia atrás y apoyar las manos en el suelo, manteniendo el pecho mirando hacia arriba. Pero él no era el único en esa extraña postura; Rafael, Raziel y Remiel también estaban así.

—No es una simple postura de yoga —dijo Gabriel con una actitud severa, estando parado y cruzado de brazos, mirando a los cuatro jóvenes bestia antes mencionados—. Un aspecto que deben mejorar ustedes tres, Azrael, Raziel y Remiel, es su rendimiento físico; se enfocaron tanto en la técnica y la parte mental, que descuidaron la fortaleza física. Y tú, Rafael, tienes mucha fuerza en tus puños; lanzas golpes con tanta potencia que tus hombros se lastiman porque no pueden absorber todo el impacto, pero debido a que sanan rápido casi no lo notas. Este ejercicio los ayudará a fortalecer los hombros y mejorar la resistencia.

—Gabriel, no es que dude de tus lecciones. Pero para que mi hermano esté más tranquilo, ¿Cómo sabes que este ejercicio funciona? —pregunto Raziel tratando de ser amable, pero estaba molesto y avergonzado de estar en esa postura tan incómoda y ridícula.

—Caroline tenía un problema similar; ella también lanza golpes con mucha potencia, y en el proceso se lastimaba tanto los hombros que terminó acostumbrándose al dolor. Así que la maestra Kondo le recomendó este ejercicio que aprendió en la India.

—Aunque parezca absurdo, tiene sus bases médicas —dijo Rafael concordando con su amigo tigre.

—Caminen así de un extremo al otro —dijo Gabriel, señalando con el dedo índice izquierdo ambos extremos de la proa—. Que sean cien vueltas.

—¡¿Tenemos que dar cien vueltas así?! —exclamó Remiel en shock.

—Caroline lo hacía doscientas veces al día, y recorriendo el doble de esta distancia. Estoy seguro de que ustedes podrán hacer la mitad de eso —dijo Gabriel con una sonrisa burlona, para luego dar un fuerte aplauso—. ¡Empiecen ya que no tenemos todo el día, ni de este planeta ni del nuestro!

—¡No soy un maldito cangrejo! —exclamó Azrael con molestia, comenzando a moverse poco después que Rafael, Remiel y Raziel. Y aunque era un ejercicio serio, la postura era tan ridícula que los hacía parecer cangrejos intentando caminar de un lado a otro.

—¡Uhhh! En serio no bromeaba. Este es un ejercicio demasiado difícil —dijo Raziel, teniendo que esforzarse para caminar en esa postura incómoda.

—¡Con razón! ¡Caminar a cuatro patas es sencillo para nosotros, pero al revés es muy complicado! —dijo Remiel, teniendo que esforzarse mucho para no quedar demasiado atrás de sus otros cuatro amigos en las vueltas.

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora