Capítulo LXXI: Yaoguai Shi Huang

62 2 11
                                    

"...Los que se rinden al vicio y se entregan a la violencia terminan convirtiéndose en auténticos demonios."

—Viaje al Oeste, capítulo XI.

[Planeta Terra. Castillo Bathory].

Como cada mañana, tras levantarse de la cama, el licántropo nórdico Joel Fenrisson se relajaba dentro en una bañera grande llena de agua caliente, en un enorme cuarto de baño que mezclaba lo moderno con un estilo medieval elegante y a la vez gótico. Por supuesto que él no estaba relajándose solo; como en cada hora del baño desde que él vivía allí, lo acompañaban Carmilla, Diana y Bellona.

—Entonces las bestias, por eso del instinto reproductor, solo pueden sentir atracción por el género opuesto, porque no es lo mismo que el amor romántico o sexual de los humanos —decía Carmilla con notoria sorpresa e interés en su mirada, estando ocupada en frotar sus perfectos senos enjabonados contra la ancha y fuerte espalda de Joel, de manera que se lavaban los cuerpos del otro.

Bellona se encontraba al lado derecho de Joel y Diana a su izquierda, ocupadas en lavar los fuertes brazos y el pecho del licántropo nórdico, mientras éste último les devolvía el favor lavaba los senos de ambas con las manos cubiertas de espuma jabonosa.

—Sí. Todo tiene relación con instinto y biología, algo que los humanos suelen ignorar a favor de irracionalidad emocional —dijo Joel con seriedad, aunque se veía que estaba bastante relajado gracias a los masajes de las tres hermosas vampiresas—. Es también por ese instinto que no podemos sentir ningún tipo de placer sexual. Lo que sentimos es el mismo tipo de emoción que tenemos al pelear, y es diferente a eso que ustedes conocen como placer.

—Ahhh... Cuando dijiste que las bestias viven para pelear... Hmm, ah. No pensé que fuese tan literal —decía Diana entre leves gemidos placenteros, mientras deslizaba sus dedos por los músculos de los brazos y el pecho del licántropo vikingo con obvio deseo.

—Aunque es raro, me parece bastante atractivo. Supongo que por eso me gustas un "poco" —dijo Bellona con un semblante indiferente, pero lavaba y masajeaba los músculos del licántropo con una contrastante sensualidad y ternura.

—Reconozco que mi ignorancia respecto a las bestias era mayor de lo que creí —decía Carmilla con una sonrisa traviesa, mientras rodeaba con sus delgados brazos el cuello de Joel, presionando sus senos contra la espalda de él—. Si ustedes tienen una mentalidad diferente a la humana, supongo que también deben tener sus propios estados mentales, como ese que despertaste hace poco. Nunca vi nada igual en los humanos ni en los vampiros.

—No es tan raro —decía Joel—. Los humanos y los animales tienen diferentes estados mentales; las bestias no son la excepción. Pero el estado mental que tuve no es muy recomendable de usar.

—¿Por qué no? ¡Hu! En ese estado parecías bastante genial y salvaje. Ahhh... Oh... Hasta me estremeciste de miedo y excitación —decía Diana entre suspiros placenteros y ansiosos, siendo más atrevida y erótica con sus masajes.

—Porque es una fuerza extraña y carente de razón. Solo ocurre en combate y cuando la bestia se llena de sentimientos de inferioridad. "¿Por qué no puedo mejorar? ¿Por qué no puedo ganar". Ese tipo de sentimientos se transforman en locura, potenciando el Maná almacenado en el cerebro de la bestia, y otorgando una sensación renovada que disipa la fatiga. Es un poder desagradable alimentado por el odio hacia uno mismo.

—Suena interesante, pero estoy de acuerdo contigo. Es una fuerza extraña de la que no debes depender para ganar —dijo Bellona con una actitud severa, aunque también había cierto aire preocupado en su tono y mirada.

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora