Capítulo L: Primera Misión Completada

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"Es un filósofo y un metafísico, y uno de los científicos más avanzados de nuestra época; y tiene, supongo, una mente absolutamente abierta."

—Drácula de Bram Stoker.

[Base de Carmilla: Laboratorio Frankenstein]

—¡Señora Carmilla las tropas ya están listas desde hace tiempo y siguen esperando sus órdenes para salir a atacar! —dijo un vampiro doctor a la condesa sangrienta, tan alterado que si fuera humano ahora mismo sufriría un ataque cardíaco.

Desde que la batalla entre el baghatma y el licántropo nórdico llegó a tal grado tan caótico, la preocupación y los nervios en Carmilla crecieron hasta sentir que le daría un ataque de ansiedad, e incluso empezó a mordisquearse la uña del pulgar derecho. Por un lado no quería faltar a su promesa, pero por otro sentía la angustiosa necesidad de ayudar a Joel por temor a que él no pudiera salir vivo de esa batalla tan salvaje, la cual ya superó las escalas de lo que puede considerarse "inhumano".

En el espejo ella veía como Gabriel y Joel se golpeaban sin parar, a un punto en que sus brazos quedaron bañados en sangre por completo. Y tras una serie de golpes consecutivos, ambos se sujetaron la cabeza con tanta fuerza que se clavaron las garras, y luego empezaron a darse cabezazos mutuos, que hacían resonar el aire y manchaban sus rostros de reluciente sangre. Todo esto sucedía, mientras los dos se miraban directo a los ojos con furia en su máximo esplendor, enseñaban los dientes igual que animales salvajes y gruñían con una ferocidad aterradora.

Parecía la descripción gráfica de la brutalidad y el salvajismo puro que caracterizaban a las bestias desde las épocas antiguas, y que demostraban al pelear a muerte.

—¡Señora Carmilla tenemos que ayudar a Joel ahora! —dijo Bellona mostrándose preocupada por primera vez, aunque intentaba no aparentarlo demasiado por orgullo.

—¡Señorita Carmilla si no detenemos ese combate él y ese baghatma terminarán matándose! —suplico Diana juntando las manos, angustiada y desesperada por ir ayudar al licántropo nórdico.

Con solo escuchar lo que decían ambas vampiresas en un estado de angustia tan evidente, el terror de Carmilla escaló un nuevo nivel que la hizo romper de un mordisco la uña; la sola idea de que no solo Joel termine perdiendo el combate, sino también acabe muriendo, le asustaba de muerte. Y aunque para una bestia el morir peleando era un grandioso honor, para una vampiresa como la condesa sangrienta era algo desquiciado y sin sentido; por ello eligió romper su promesa para salvar a su más anhelado tesoro.

—¡Llamen a los refuerzos deprisa! —exclamó Carmilla girando la cabeza para ver a los demás vampiros del laboratorio—. ¡Díganles a todos que ataquen ahora!

—Como usted ordene Señora —respondió el vampiro doctor inclinando el torso y llevando la mano al pecho en señal de obediencia.

—¡¡Diana, Bellona prepárense para ayudar a Joel! —ordenó Carmilla con una ira asesina como pocas veces se ha visto, mientras se dirigía a sus concubinas.

—¡Sí señora! —respondieron Diana y Bellona al mismo tiempo con la misma intensidad.

Entonces la vampiresa albina es cubierta desde los pies a la cabeza por una materia viscosa de color blanca, que pronto comienza a moldearse y separarse en distintos puntos, hasta convertirse en una armadura negra parecida al de un Caballero de la Muerte, pero de color blanco, versión femenina y bastante erótica. Además ella ya no traía su vestido blanco; de hecho no llevaba nada dentro de la armadura, más que mallas de color gris. Aparte traía en ambas manos hachas gemelas de doble filo.

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora