Capítulo I: Había una vez un Tigre

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"¡Tigre! ¡Tigre! Reluciente incendio. En las selvas de la noche. ¿Qué mano inmortal u ojo, pudo trazar tu temible simetría?".

—Tigre, tigre, de William Blake.

[India. 1879].

Con la luna llena brillando en lo alto, afuera de una casa de tres pisos, ubicada en una colina rocosa en las cercanías de una gran aldea, se hallaba una anciana paralizada del terror, contemplando atemorizada como su nieto cayó al suelo, mientras la piel de éste último se desgarraba, revelando debajo un pelaje rojizo naranja con rayas negras y pelaje blanquecino en el pecho. Las uñas del niño se extendieron y afilaron cual garras, su cabello marrón cambió al mismo color naranja, además de ganar también rayas negras.

La piel del niño terminó de caer, y fue reemplazado por un pelaje similar al de un tigre, al mismo tiempo en que su cabeza sufría una metamorfosis, hasta ser como la cabeza de dicho animal; desde los pies a la rodilla sucedió una alteración anatómica que las hizo convertirse en las patas y piernas semejantes a los de un felino. Y por último en la parte baja de la espalda le creció una cola de tigre, y su musculatura se amplifico al grado de destrozar su camisa.

 Y por último en la parte baja de la espalda le creció una cola de tigre, y su musculatura se amplifico al grado de destrozar su camisa

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Parecía un tigre antropomórfico, pero era más que eso; se había transformado en una especie de bestia conocida como hombre-tigre. Y al completarse la transformación, él abrió sus felinos ojos verdes, se levantó del suelo, centró su mirada llena de odio puro en su abuela, mientras enseñaba esos enormes colmillos. Luego dijo, en una potente voz semejante al trueno, la última palabra que escuchara aquella anciana, que a simple vista parecería inofensiva, cuando en realidad fue la principal causa de dolor y sufrimiento que pasó el niño, desde el día de su nacimiento:

Con la vara que mides... serás medido, maldita abuela...

Después soltó un rugido aterrador, y lo siguiente en escucharse fueron los gritos y llantos de la anciana, al ser devorada por su propio nieto convertido en una bestia.

A la mañana siguiente uno de los vecinos llegó de visita a aquella casa en la colina rocosa, donde vivía una familia compuesta por una madre, un chico, una niña y dos abuelas que eran hermanas. Cuando el vecino llegó a la casa había un silencio aterrador, y desde la entrada se podía oler un intenso olor a sangre; esto último aterrorizó y alertó al hombre, haciéndolo huir de allí asustado para buscar ayuda, habló con las demás personas de la aldea, y de inmediato un grupo fue a investigar la casa.

Nada los iba a preparar para lo que iban a ver.

En una habitación se encontraba el cuerpo de una anciana a la que le faltaban las piernas y tenía el estómago destrozado. En el segundo piso encontraron el cuerpo mutilado de una mujer no mayor de 30 años, y afuera de la casa, detrás de una roca, estaba un torso despedazado. Por las marcas de mordidas y rasguños en los cuerpos y las pisadas que había en la casa, parecía la obra de un animal, específicamente un tigre. Pero eso quedó en duda por un detalle extra que descubrieron en las pisadas y cuerpos, y que les hizo preguntarse: "¿Pero qué tipo de tigre camina solo con sus dos patas traseras y tiene manos humanas?".

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora