"...El fuerte viento avivó de tal forma las llamas que el templo de Kwang Ing parecía una gema roja."
—Viaje al Oeste, capítulo XVI.
[Dos Años Atrás. Alemania: Dunkler Wald].
Aunque en las noches el Bosque Oscuro era dominado por un frío sobrenatural y criaturas de las tinieblas, dando significado a su nombre, en el día el bosque se transformaba en un hermoso y cálido ambiente con fascinantes contrastes entre las sombras y la luz solar.
El joven-lobo azabache, Miguel Wolf, hacía lo que acostumbraba a hacer en muchas mañanas: estar acostado en la hierba del bosque, esta vez a una distancia segura de su cabaña, relajándose con la calidez de la luz del sol en su piel. Aparte del collar que le dio Raven la noche en que se conocieron, solo llevaba un simple pantalón para sentir mejor el calor del sol en su cuerpo. Y además podía apreciarse el desarrollo muscular que empezaba a ganar de forma natural por su naturaleza bestial.
—¡Je! Sabes hermanito, es un poco irónico. Ahora eres un hijo de la noche como papá y yo, y continuas prefiriendo la calidez del día
Dijo Caroline con humor divertido, mientras hacía abdominales de cabeza en una rama, bajo las frías sombras de un árbol cerca de donde se hallaba su hermano menor. No llevaba su característica capa roja con capucha, y en lugar de un vestido llevaba un cómodo conjunto rojo de camisa ceñida al torso y un pantalón de licra para entrenar, que resaltaban su figura voluptuosa en desarrollo.
—Aunque me relaja la noche, me gusta más la sensación del calor del sol en mi piel, sobre todo después de una temporada muy fría —contestó Miguel, manteniendo los ojos cerrados por estar concentrado en solo disfrutar de la luz del sol.
—¡Bah! Yo sigo prefiriendo la hermosa noche y el delicioso frío —dijo Caroline parando un momento su ejercicio de abdominales—. Aunque, siendo sincera, reconozco que el sol tiene su encanto, por ejemplo en los amaneceres —dicho esto, continúa su ejercicio.
—Sí, lo sé, por la mezcla de colores rojos y amarillos que adquiere el cielo —dijo Miguel, abriendo los ojos para tomar el intrincado cristal del collar y observarlo con nostalgia—. A mí lo que más me gusta de la noche es la luna llena.
—Y yo sé por qué, hermanito —dijo Caroline deteniendo sus abdominales un momento, con una sonrisa juguetona—. La luna llena te recuerda a esa noche, en la que conociste a tu "caperucita violeta". ¡Ja, ja-ahhh! —decía Caroline, al final soltando un par de carcajadas, antes de gritar de sorpresa cuando la rama en la que se sujetaba con las piernas se desplomó, y ella cayó de cabeza al suelo. Todo eso ocurrió porque Miguel había arrojado una piedra con suficiente fuerza y precisión como para romper parte de la rama.
—En primer lugar, ella ni siquiera llevaba capa o algo con capucha —dijo Miguel con molestia, mientras volvía a acostar la cabeza encima de sus brazos para seguir relajándose con los ojos cerrados—. Y en segundo lugar, dudo mucho que vuelva a verla. Y aún si nos reencontramos, no creo que ella me acepte por ser yo un vukodlak (piel de lobo).
—¿Olvidas que mamá aceptó a papá? —preguntó Caroline con un tono molesto, poniéndose de pie y limpiándose la tierra de la cara.
—No todas las hembras son como mamá. Lo entenderás si llegas a conocer un macho capaz de domesticarte.
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Las Bestias de Dios I: el Despertar de Drácula
FantasiDurante los años 1879-1881, una cadena de eventos alrededor del Mundo Mortal dio como resultado el despertar del Príncipe de las Tinieblas. Y con ello, también el nacimiento de un extravagante grupo destinado a detenerlo. No un grupo de caballeros j...