Capítulo XVI: Kitsune Demonio de Corea (II)

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"La verdadera razón detrás de por qué Daji sugirió un método de tortura tan escandaloso, sin embargo, fue para darse un festín secreto con la sangre y la carne del cadáver dentro del Bosque de Carne mientras estaba en su estado de zorro espectral durante toda la noche."

—La Investidura de los Dioses, capítulo 17.

[Tokio: Izakaya Menma].

La cita amistosa entre el tigre indio y la loba alemana pasó de la calma y la alegría juvenil a la sorpresa y molestia, debido a la intromisión de la kitsune demoníaca de Corea. 

—¿Qué diablos haces aquí, zorra loca? —preguntó Caroline con un tono feroz y enseñando los dientes, tal como lo haría una auténtica loba ante un enemigo o rival hostil.

—¡Descuida loba feroz! Solo pasaba por aquí, porque este es uno de mis izakayas favoritos. Ya que es el único de esta ciudad en el que cocinan, "ilegalmente", los órganos de ese pez venenoso torafugu (pez globo tigre) —explicó Kira con una sonrisa traviesa—. El hígado y los órganos venenosos de ese pescado son una delicia tan maravillosa, que estremece de muerte mi paladar. ¡Ja, ja, ja!

Estando ahora cerca de la mesa donde cenaba la pareja tigre y loba, la kitsune coreana tomo una silla a su izquierda, ya ocupada por un militar japonés de más de 30 años. Y entonces aparto la silla de forma tan brusca que hizo caer al militar al suelo.

—¡Niña maleducada!

Exclamó el militar japonés levantándose del suelo con la cara roja de la rabia, y dispuesto a sujetar del hombro derecho a la kitsune coreana para golpearla. Pero antes de que su mano tocara el hombro de ella, el militar sintió el más horrible de los dolores, luego de que la misma kitsune coreana le sujetara la muñeca y se la aplastara como si fuera de plástico.

—Vuelve a intentar tocarme, basura inmunda, y tendrás más que una mano inutilizable —amenazó Kira con un frío y despiadado tono, sin siquiera voltear la mirada.

Luego ella soltó el brazo del militar, dejando a éste caer arrodillado mientras chillaba de terrible agonía al tener el brazo destrozado de tan brutal forma, que dejó en shock al joven-tigre y la mujer-loba.

—¡¿Estás demente?! ¡No puedes hacer esas cosas aquí! —dijo Gabriel casi levantándose de la silla, molesto y preocupado por las consecuencias que puedan traer las acciones impulsivas de la kitsune coreana en un lugar lleno de humanos normales.

—Descuida lindo gatito. Este izakaya y la mayoría de sus clientes ya me conocen —respondió Kira con una sonrisa despreocupada, mientras ponía la silla cerca de un lado de la mesa para sentarse.

Con esa respuesta, Gabriel miró de reojo a las demás personas en el lugar, y entonces noto como todos, tanto los trabajadores como los clientes, ignoraban por completo la escena. Pero en el rostro de algunos se apreciaba una notable preocupación, y profundo terror.

—¿Ves? No hay problema. Podemos comer tranquilos y romper algunos huesos, sin recibir quejas —dijo Kira de forma jovial, estando sentada frente a la mesa, entre la mujer-lobo y el joven-tigre, para luego tomar con sus propias manos un pedazo de sushi del plato de éste último.

—¿Estuviste intimidando a esta gente? —preguntó Gabriel estupefacto y aún más molesto.

—Haaa, sí. Algún que otro idiota se acercaba a mí con estúpidos sueños de violarme o venderme a algún burdel. Así que les enseñe cuál es su lugar; rompiendo huesos y volteando órganos a domicilio —dijo Kira con un tono divertido, mientras veía el sushi clavado en la uña de su dedo índice, para luego fijar la mirada en el joven-tigre, y comerse el sushi con los colmillos de zorro expuestos—. No deberías molestarte por eso —dijo ella mientras comía, y después de tragar continúa hablando—. Tú también haces lo mismo, ¿no?

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora