Habían pasado cinco días desde la lectura del testamento y, desde aquel entonces, Dulce había visto más a su ex-esposo de lo que le gustaría.
Luego de que fuera a su oficina para pedirle que cumplieran con lo dispuesto por su abuela, teniendo que acceder a sus ridículas condiciones para que él aceptara, tuvo que volver a verlo al día siguiente en la oficina del abogado, para que ambos le informaran de su decisión, comenzaran con el papeleo y pusieran por escrito las fechas durante las cuales vivirían juntos. Los tres días siguientes, Dulce hizo todas las gestiones para trasladar su trabajo a la casa matriz de Archway, en Puebla.
Hoy era el inicio de todo, se había levantado temprano para empacar ciertas cosas que podría necesitar y ahora terminaba de hacer su maleta, pues en menos de una hora el auto de la empresa de encomienda llegaría a llevarse sus cosas para trasladarlas a su nuevo hogar temporal. Se había visto obligada a contratar el servicio, gracias a la estúpida condición de Christopher de que viajaran juntos y en su moto.
Bufó por lo bajo al pensar en ello, mientras doblaba su ropa para meterla en la maleta. Si él pensaba que con esas condiciones tontas, ella volvería a caer en su juego, estaba absolutamente equivocado. Christopher era un mujeriego, siempre lo había sido y siempre lo iba a ser y era algo que ella había aprendido de la peor manera. No negaba que en algún momento pensó que lo había cambiado, le creyó cuando decía que ella era la única mujer que amaba y que le quitaba el sueño. Por dos años bebió de aquellas mentiras, hasta que lo descubrió con Maite, quien siempre se había escudado tras el título de mejor amiga de él.
Lanzó violentamente el sweater a la maleta, al recordar todo aquello. Frustrada y a la vez impotente por saber que debía volver al lugar donde todo había ocurrido y al cual se había prometido no volver, pues era demasiado intenso todo lo que había vivido ahí. Había sufrido mucho, pero también había pasado los mejores momentos de su vida, no pudo evitar admitir. Así como le había hecho conocer el infierno, Christopher también se había encargado de llevarla al cielo entre sus brazos y el hecho de que se hubiesen casado, luego de seis meses de conocerse, lo demostraba.
Sonrió sin siquiera darse cuenta de que lo hacía, mientras recordaba el momento en el que lo conoció. Ella apenas tenía 22 años y él 24, la había deslumbrado completamente con su galantería y masculinidad y así, deslumbrada, había pasado los seis meses siguientes, hasta que le pidió que se casaran.
—¿Se puede saber por qué sonríes? —preguntó Pablo, quien, sin que ella se diera cuenta, había entrado en su habitación.
Dulce rodó los ojos, fastidiada por su presencia y por la interrupción a sus recuerdos. Su novio había llegado temprano esa mañana, con la excusa de ayudarle a empacar. Pero lo cierto es que de ayuda no había tenido nada, por el contrario, se había dedicado todo el día a reclamarle que hubiese aceptado las condiciones de su abuela.
—No quiero pensar que te emociona o que te hace feliz vivir con tu ex-esposo.
—Claro que no, Pablo —respondió, exasperada por tener que repetir esto por milésima vez—. Ya te dije que no me agrada nada.
—¿Entonces por qué aceptaste?
—¡Porque no tenía otra opción! —suspiró pasando una mano por su rostro—. Entiende, por favor. Es la empresa de mi familia, no te imaginas cuánto trabajaron para establecerse y yo no puedo tirarlo todo por la ventana así como así.
—Pero, Dul...
—Dul, nada —lo interrumpió. Lo vio por un momento, notando su enojo y se sintió mal por él. Se le acercó y puso ambas manos sobre sus mejillas para que la viera—. ¿Acaso no confías en mí?
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El Testamento
FanfictionDulce María Espinoza estaba segura de que su abuela había perdido un tornillo antes de morir, pues no había otra explicación a lo que estipulaba su testamento. Le había contado a la anciana todo lo que había vivido con el excesivamente guapo y muje...