Final (parte I)

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Dulce no podía dejar de mover la pierna, como señal clara de su nerviosismo. Sin quererlo, había llegado 10 minutos antes a su cita con Christian por pura ansiedad. Esa mañana no había podido quedarse quieta, logrando hacer todo lo que tenía planeado en tiempo record.

—El señor Chavez la recibirá en su oficina —dijo una bonita secretaria, quien se había puesto delante de ella, sin que se diera cuenta.

Dulce le sonrió y con manos temblorosas, al igual que el resto de su cuerpo, tomó su cartera y se levantó para seguir a la mujer, quien le indicaba el camino al despacho del hombre que hace tanto tiempo no veía y quien parecía ser su última esperanza.

Cuando la secretaria abrió la puerta y Christian la vio, este sonrió mirando al suelo, al tiempo que negaba con la cabeza.

—Cuando vi tu nombre en la agenda, pensé que era solo una coincidencia. O al menos me quise convencer de eso —dijo el ejecutivo, cuando su secretaria lo dejó a solas con la ex esposa del que fue su mejor amigo. Suspiró y le mostró con la mano uno de los asientos frente a él.

Dulce no dijo nada, solo se limitó a tomar asiento donde él le indicaba y luego de que ella lo hizo, él la imitó.

—¿En qué puedo ayudarte, Dulce? —preguntó con los codos sobre el escritorio y las manos juntas con los dedos entrelazados, sobre los que dejó descansar su mentón—. Algo me dice que no tiene que ver con finanzas.

—No —confesó, tratando de sonreír—. Vengo a que me digas qué pasó entre Maite y tú.

Christian levantó las cejas.

—Directo al grano. Siempre le dije a Christopher que me gustaba eso de ti —sonrió distraído, como si hubiese recordado algo. Luego sacudió levemente la cabeza y volvió a mirarla—. ¿Por qué te importa saberlo?

—Porque mi relación con Christopher depende de eso.

Christian se rió, al tiempo que se levantaba de la silla para caminar por la fastuosa oficina con la que contaba

—Dulce, Dulce —la llamó con lástima—. ¿Cuánto tiempo te tomará darte cuenta que la relación que tienes con Christopher no es más que un espejismo? A mi me tomó ocho años con la mía.

—¿De qué hablas? —preguntó con el ceño fruncido, confundida.

—De Christopher y Maite, por supuesto. ¿Que acaso no te has enterado que hay algo entre ellos? —se pegó suavemente en la frente—. Claro que te enteraste, si no, no estarías aquí. Bueno, en eso debo reconocer que fuiste más rápida que yo. Aunque siempre lo sospeché, ¿sabes?, no soy tan tonto como parezco. Siempre me di cuenta de que Maite estaba enamorada de mi mejor amigo, pero me consolaba pensando que podían ser imaginaciones mías, o que eso no importaba tanto porque, primero, mi amor era suficiente para los dos, y segundo, Christopher jamás intentaría algo con ella, ¡menos cuando apareciste tú!. Realmente pensé que él estaba enamorado de ti.

—¡Lo está! —le aseguró Dulce—. Ambos lo estamos.

Christian se acercó a ella hasta estar a su lado y se encorvó para poder verla a los ojos directamente.

—Y si es así, ¿por qué estás aquí?

—Porque Maite ha hecho hasta lo imposible para interponerse entre nosotros, para separarnos —suspiró—. Christian, por favor, necesito saber qué pasó entre ustedes, ¿por qué te fuiste así?. Estoy segura de que tu ex-novia nos ha estado engañando a todos y las cosas que me has dicho ahora solo me lo confirman.

El hombre entornó los ojos y volvió a erguirse. Se ajustó el nudo de la corbata en un gesto incómodo y caminó esta vez hasta el gran ventanal con el que contaba la oficina, para fijar sus ojos en la panorámica que le daba de la ciudad.

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