Sexto: Encuentros

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A la mañana siguiente, Christopher despertó con el sonido de la cafetera e inmediatamente pensó que Dulce estaría preparando el desayuno en la cocina. Se estiró perezoso, sintiendo un leve dolor de espalda al hacerlo y cuando abrió los ojos, se vio a sí mismo con una manta encima. Se regocijó al pensar que al menos no estaba todo perdido, pues, al parecer, Dulce aún se preocupaba un poquito por él.

Se levantó, se puso su camiseta y se dirigió a la cocina. Ahí estaba la pelirroja, sentada frente a la pequeña mesa de madera mientras tomaba un café. Se veía pensativa, con la mirada fija en algún punto del suelo.

—Buenos días —le dijo Christopher con una sonrisa dormilona, sacándola de su pensamiento. Dulce levantó la mirada hasta sus ojos.

—Hola.

—Gracias por la manta.

—Te veías con frío —dijo encogiéndose de hombros, restándole importancia al acto—. Pensé que la necesitabas.

Se acercó a ella hasta ponerse a su lado y luego se agachó en cuclillas para estar a su nivel.

—Dulce, sobre lo de ayer...

—No quiero hablar de eso —lo interrumpió inmediatamente y desvió la mirada hasta su taza de café.

—Pero...

Nuevamente fue interrumpido, pero esta vez por el sonido del timbre de la casa. Soltó una maldición y se irguió, para luego dirigirse hasta la puerta. Al abrirla se encontró con Poncho, uno de sus mejores amigos, y su novia Anahí. Tomados de la mano, entraron a la casa luego de que Christopher los saludara con afecto y los invitara a pasar.

Dulce dejó su taza de café sobre la mesa al escuchar las voces en la entrada. Se levantó llena de curiosidad y cuando vio a la pareja, los saludó contenta, pues a los dos los quería mucho. Anahí se había convertido en su mejor amiga cuando, hace once años, se le había acercado en su primer día de clases. La rubia le había dado una sonrisa amable y la había integrado al grupo inmediatamente, sin saber lo importante que ese gesto había sido para Dulce, pues luego de todo lo que había pasado, tenía mucho miedo de no encajar, siendo la nueva en el colegio y llegando, además, a mitad de semestre.

A Poncho lo conoció como novio de su mejor amiga, pues en aquellos años de preparatoria, ambos ya estaban juntos. Anahí solía hablarle tardes enteras de lo enamorada que estaba de su novio universitario y cuando se lo presentó, Dulce pudo entender por qué. El moreno era guapo, simpático y de un corazón tan noble como el de su mejor amiga. Hacían una pareja perfecta, pensaba siempre.

Coincidentemente, Poncho era el mejor amigo de Christopher desde pre-escolar, pero no lo supieron hasta que este último invitó a Dulce a una fiesta, cuando la conoció. Aquel día, Anahí había insistido mucho en que fuera a la fiesta de cumpleaños de Poncho, ya que quería presentarle a alguien y Dulce había terminado por aceptar la invitación, pese a que tenía mucho que estudiar. Tanto, que el tiempo se le pasó en la biblioteca y cuando notó la hora, tuvo que salir corriendo para tomar el bus que la llevaría a la casa del moreno. Sin darse cuenta, cruzó la calle justo cuando Christopher venía en su moto a toda velocidad y aunque el chico logró frenar a tiempo, ella se tiró al suelo del puro susto.

Christopher se había bajado inmediatamente, molesto por la imprudencia de aquella pelirroja y luego de ayudarla a levantarse, habían estado discutiendo acaloradamente para decidir de quién había sido la culpa, mientras cada uno internamente pensaba lo cautivante que era el otro. Después de un rato, Dulce se había rendido, aceptando la culpa del casi-accidente; pidió perdón y pretendió marcharse, pero Christopher la detuvo, le preguntó su nombre y luego la invitó a la fiesta a la que se dirigía. Dulce dudó e inmediatamente él argumentó que, de cierta forma, ella se lo debía, pues lo que había pasado podría haberle causado un daño psicológico tremendo y ella debía hacerse responsable. La pelirroja se había reído de buena gana y luego de resistirse un poco, finalmente accedió, como haría de ahí en adelante con todo lo que Christopher le pidiera.

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