Veinte: Tú ya ganaste

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—Se fue.

—¿Qué? ¿Cómo que se fue? —preguntó Dulce, incrédula ante lo que escuchaba.

—Así como escuchas. Esta mañana me levanté y cuando fui a verla al cuarto de invitados, ya no estaba. Solo dejó una nota, agradeciendonos por recibirla en casa.

Anahí le dio un sorbo a la taza de café que la secretaria de Dulce le había llevado cuando llegó y luego se inclinó hacia adelante en el silloncito en el que estaba para dejarla en la mesa de vidrio frente a ella. Miró a su mejor amiga y vio cómo se reprimía de decir algo, pero la rabia en sus ojos no la pudo disimular, por lo que volvió a posar su espalda sobre el respaldo del mueble y cruzó los brazos sobre el pecho.

—Suéltalo, Dul.

—Es que... ¿Te das cuenta? —se levantó y comenzó a caminar por su oficina—. Si realmente se hubiese sentido tan mal como decía, no se habría ido de tu casa a los tres días, ¿no crees?

—Yo...

—Lo único que quería era quedarse en mi casa —la interrumpió—. Quería estar cerca de Christopher e interponerse entre nosotros.

—Dulce...

—Pero está muy mal si cree que la voy a dejar hacer lo mismo que hace años.

—¡Dulce María! —le gritó esta vez Anahí.

—¿¡Qué!?

—Calmate, ¿quieres?

Dulce respiró profundamente mientras cerraba los ojos y botó el aire con cuidado, luego se sentó frente a su mejor amiga, quien la miraba con los ojos muy abiertos, totalmente atenta a sus movimientos y reacciones.

—Me parece a mi, o este tema de Maite te tiene un poco de los nervios.

—¿Cómo quieres que esté, Annie? —preguntó con voz cansada—. Esa mujer nos hizo mucho daño y parece que la única que lo recuerda soy yo.

—¿A qué te refieres?

—¿No te diste cuenta como Christopher la trató?

—Pues, la trató como habría tratado a cualquiera que hubiese necesitado su ayuda —dijo la rubia como si fuera una respuesta obvia.

—¡Exacto! —soltó el aire en un bufido irónico—. Maite nos mintió, logró que nos separáramos por tres años, ha jugado con Christian por quien sabe cuanto tiempo, por su culpa yo... —calló, pues notó que estuvo a punto de revelarle a su amiga lo del aborto—... Christopher ni siquiera debió escucharla, pero ya ves que al final del día hasta la abrazaba para consolarla. Estoy segura de que si no te llamo, él le habría ofrecido quedarse con nosotros.

Anahí apretó los labios hacia un lado, sintiendo pena por su mejor amiga. Se levantó y se acercó a ella, hasta sentarse a su lado y ahí tomó una de sus manos entre las suyas.

—Dul, Chris te ama a ti —le aseguró —. Deja que Maite haga lo que quiera, que de vueltas en torno a él para llamar su atención. Tú sabes que terminará estrellándose contra la pared.

Dulce le dio una triste sonrisa.

—Tengo miedo, Annie.

—¿Miedo de Maite? —preguntó frunciendo el ceño—. ¿Por qué? Es decir, es bonita, pero estaremos de acuerdo en que no te llega ni a los talones. ¿Realmente crees que Christopher te dejaría por ella?

—No, no es eso... Yo... —suspiró, sintiendo las lágrimas acumulándose en sus ojos y su garganta cada vez más apretada—... Quedé muy mal hace tres años, no quiero pasar por eso de nuevo.

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