Christopher le dio un sorbo a su taza de café y la dejó en la mesa, sujetándola con ambas manos. Sin darse cuenta, se quedó perdido mirando a Dulce, quien sentada en tu taburete a su lado y vestida solo con su sensual camisón de seda, comía el desayuno como un pequeño dinosaurio, arrasando con todo.
Sentía como el corazón se le ensanchaba de amor. Era increíble lo mucho que la había extrañado estos años y le parecía un sueño tener la dicha de estar compartiendo con ella un momento tan sencillo como el desayuno, más aún después de lo que había pasado la noche anterior y esa misma mañana, luego de que ella intentara escapar de su lado.
Aquello no dejó de sorprenderlo, pues por un momento pensó que Dulce se había arrepentido de hacer el amor con él, se imaginó que se levantaría de la cama y se iría para volver con su discurso de siempre, ese en el que no le creía nada y se empeñaba en mantenerlo lo más lejos posible. Pero no, inexplicablemente, ella cambió de opinión de un momento a otro. Fue como si algo se hubiese activado en ella, pues hasta su mirada se transformó y sin decirle una palabra más, solo se había acercado a sus labios y lo había besado apasionadamente, dando pie para que se amaran una vez más.
La verdad no le importaba ni un poco lo que la había hecho cambiar, lo que haya sido, lo agradecería infinitamente.
—¿Qué? —dijo Dulce con una sonrisa, al sentir la penetrante mirada de Christopher sobre ella.
—¿Qué de que?
—Me miras de una forma extraña, ¿tengo algo en la cara? —preguntó, pasando sus dedos por alrededor de sus labios.
—No —respondió divertido.
—¿Entonces?
Christopher se rió, sin razón alguna, solo porque se sentía feliz de estar con ella.
—Nada —dijo encogiéndose de hombros, luego le apartó el cabello hasta dejarlo detrás de su oreja y la besó en los labios—. Es solo que no puedo creer que esto esté pasando.
—Creelo —tomó una de las manos de Christopher y la puso sobre su propia mejilla—. Estoy aquí y no me iré tan fácil esta vez —le prometió. Se levantó de donde estaba para estar aún más cerca de él, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó, mientras sentía como el la abrazaba por la cintura.
Se aseguró de separarse antes de que el beso tomara más presencia, pues había algo muy importante por hacer todavía. Alcanzó a dar un paso antes de que él la tomara de la mano para volver a tenerla entre sus brazos.
—¿Dónde vas?
—Es una sorpresa —rió al verlo enarcar una ceja con desconfianza—. ¿Qué?... Tú sólo quédate aquí y en 15 minutos nos vemos en la habitación.
Luego de decir aquellas palabras no le dio tiempo de reaccionar y se escabulló de su abrazo, para después salir rápidamente de la cocina rumbo a las escaleras.
Christopher negó con la cabeza mientras sonreía y la veía alejarse. Suspiró, evidenciando lo vacía que se había sentido su vida en este tiempo sin Dulce y lo mucho que la amaba.
Se levantó y comenzó a ordenar y limpiar los restos del desayuno, para hacer tiempo. Luego fue hasta la sala por su celular y vio que tenía un mensaje de Poncho, preguntando cómo estaba yendo todo después de la pelea con Pablo el día de ayer. Sonrió mientras le respondía que la noche había mejorado, fuera de todo pronóstico. También notó que tenía un mensaje de Maite, pero decidió no abrirlo, las cosas iban demasiado bien con Dulce como para cometer una equivocación en este momento, pensó. La llamaría mañana o en la semana para hablar seriamente con ella y establecer, una vez más, los límites de su amistad.
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El Testamento
Fiksi PenggemarDulce María Espinoza estaba segura de que su abuela había perdido un tornillo antes de morir, pues no había otra explicación a lo que estipulaba su testamento. Le había contado a la anciana todo lo que había vivido con el excesivamente guapo y muje...