Veintiséis: Oportunidad

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Te has comunicado con el teléfono de Christian Chavez, por favor déjame tu mensaje después del tono y en cuanto pueda te devuelvo la llamada.

Christopher se quitó el celular de la oreja y presionó el botón de colgar lleno de frustración. Hace días que no sabía nada de Christian y su silencio lo estaba matando. Entendía perfectamente que luego de enterarse de las intrigas de Maite quisiera estar solo, pero dentro de eso no estaba el excluir a sus mejores amigos, porque sabía que a Poncho tampoco le contestaba el teléfono. ¿Qué es lo que le estaba pasando?, se preguntó, lo conocía de toda la vida y jamás había actuado así.

—Mi amor.

Alzó la vista y se dio cuenta de que Dulce estaba a su lado viéndolo con ojos curiosos. Le sonrió casi por instinto, mientras sentía que el corazón le daba un vuelco de puro amor por ella y con un brazo le rodeó la cintura para acercarla hacia él, hasta sentarla en su regazo. Dulce soltó una suave carcajada por el movimiento y le rodeó el cuello con los brazos.

—¿Qué te pasa? Te veo preocupado —opinó la pelirroja, acariciándole el cabello.

—Es Christian, hace días que intento comunicarme con él, pero no me responde las llamadas.

—¿Y ya fuiste a su casa?

—Sí. Toqué varias veces pero no me abrió nadie —se encogió de hombros—. Después me di cuenta que el buzón del correo estaba lleno, así que probablemente no había nadie ahí hace días.

—¿Y a la casa de sus padres?

—Los papás de Christian hace tiempo que no viven aquí. Se mudaron a Guanajuato cuando estábamos en la universidad.

Dulce frunció los labios ahora un poco preocupada. Una idea se le cruzó por la mente.

—No creo que haya cometido una locura, ¿o si?

Christopher negó con la cabeza con tranquilidad.

—No, Christian no es así. Está herido y es normal que haya querido alejarse de aquí, pero me sorprende que no se haya puesto en contacto con Poncho, o conmigo.

Dulce guardó silencio, pues concordaba con que todo era muy extraño. Finalmente la que se había equivocado había sido Maite, pero el que había huído había sido Christian, no tenía sentido.

Abrazó a Christopher y él apoyó su cabeza en su pecho.

—No te preocupes, mi amor, seguramente quiere despejarse de todo. Cuando esté listo se pondrá en contacto con ustedes.

Christopher alzó la cabeza para ver los ojos de la mujer que amaba mientras asentía, luego se acercó a sus labios y la besó dulcemente, pero, conforme pasaron los minutos, mostró exigencia en ese beso. Capturó el labio inferior de Dulce entre los suyos y lo succionó con suavidad, para luego hacerse paso con la lengua en su boca.

Dulce sonrió contra los labios de Christopher después de un rato, cuando sintió que él le acariciaba las piernas descubiertas por el fresco vestido de verano que llevaba.

—Ahora no, mi amor —dijo riendo, mientras sentía los besos de Christopher sobre su cuello—. Annie y Poncho están por llegar.

—Tenemos tiempo, siempre llegan tarde —murmuró sobre el cuello de su mujer.

Volvió a capturar sus labios en un ardiente beso y cuando pensó que ya la había convencido, el timbre sonó por toda la casa, logrando que se separaran. Pero él no la dejó levantarse.

—Déjalos que esperen un rato.

Trató de besarla nuevamente, pero Dulce se apartó riendo.

—¡Christopher! —le reprendió. Luego se levantó de sus piernas, mientras lo oía resongar.

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