Diecinueve: Pequeña batalla

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Dulce vio la escena frente a ella como si estuviera viendo una película. Cuando se encontró con Maite de pie frente a ella, echa un mar de lágrimas, apenas y había atinado a preguntarle qué le pasaba, luego la morena había entrado a la casa sin esperar ser bienvenida y segundos después corría a los brazos de Christopher buscando refugio.

Ahora ahí estaban ellos, Maite aferrada a Christopher, como si su vida dependiera de ello, mientras él se mantenía tan quieto como una estatua, con los brazos cayendo pesados a cada lado de su cuerpo. Dulce pudo ver la impresión y la duda en la mirada de su ex-marido y cómo de cierta forma le preguntaba si sabía de qué iba todo esto. Pero hasta ella se sentía incapaz de reaccionar ante la intempestiva aparición de la morena.

Por una fracción de segundos pensó en salir de ahí y dejarlos solos, pues el momento se mostraba demasiado íntimo. Pero por fortuna reflexionó de inmediato, pensando que ese había sido precisamente el error que cometió hace tres años atrás, el cual no estaba dispuesta a volver a cometer.

Dulce se disponía a acercarse a Maite, para alejarla de la forma que fuera del cuerpo de Christopher. Pero antes de que pudiera dar un paso, él se le adelantó. Lo vio tomar a la morena por los brazos, para así romper el abrazo con el que lo aprisionaba y la alejó de sí, poniendo la distancia apropiada entre los dos.

—Maite —dijo él en gélido tono—. ¿Qué haces aquí?

—Necesito que me ayudes —repitió la morena, mientras tiritaba como un perrito mojado.

—¿Y por qué tendría yo que ayudarte? —preguntó soltándola, para luego cruzar los brazos sobre el pecho—. Creo que te dejé bastante claro la última vez que no quería que te nos acercaras más.

—Porque... yo... —no pudo continuar, pues nuevamente la embargó el llanto.

—Christopher —intervino Dulce, acercándose a él hasta quedar a su lado—. Ve a ponerte algo de ropa, yo me quedaré con ella.

El hombre la miró con el ceño fruncido y un brillo de incredulidad en los ojos, el cual se disipó cuando la pelirroja se empinó para rozar delicadamente sus labios con los de él, dándole a entender que todo estaba bien.

Dulce lo vio soltar el aire sonoramente y luego dar media vuelta para encaminarse a la habitación principal. Entonces, ella volvió a ver a Maite, quien ya no sollozaba con la misma intensidad de antes, mas se secaba las lágrimas apesadumbrada con el dorso de la mano.

Sin querer pensar más mal de ella de lo que ya pensaba, se fue a la cocina por algo de tomar, mientras meditaba sobre cuál sería el próximo movimiento de Maite, pues realmente no sabía qué esperar de ella. ¿Sería tan pérfida como para fingir todo esto, o realmente se sentía tan mal como demostraba?

—Gracias —dijo Maite con apenas un hilo de voz, cuando Dulce volvió y le ofreció un vaso de agua. Le dio un sorbo tímido y agregó—: Veo que Ucker y tú están juntos de nuevo.

—Así es —se sentó a su lado—. Creaste un malentendido muy grande entre nosotros y aunque nos tardamos un poco, finalmente pudimos resolverlo.

—Seguro me odias —mencionó la morena, sin pesar en la voz, pero sí con un arrepentimiento que Dulce dudaba que estuviera orientado a lo que hizo, sino más bien a no haberlo hecho mejor.

—No —respondió Dulce tranquila, encogiéndose de hombros—. No te niego que por mucho tiempo te guardé rencor, porque pensé que me habías quitado el amor de Christopher. Ahora, luego de saber la verdad, solo te tengo lástima.

Maite respiró profundamente, endureciendo la mirada, mientras los orificios de su nariz se ensanchaban y cuando abría la boca para responder, los sonidos de los pasos de Christopher bajando las escaleras la detuvieron. 

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