Séptimo: Probablemente te crea

1.3K 118 13
                                    

—... Así pues —dijo el juez—. ya que vienen libremente a contraer matrimonio y es su decisión amarse y mantenerse unidos conforme a la Ley, unan sus manos y manifiesten su consentimiento ante ella y sus testigos —miró al novio—. Christopher Alexander Von Uckermann, ¿aceptas contraer matrimonio con Dulce María Espinoza Saviñon?

— Acepto —respondió él sin titubear ni por un instante.

—Y tú, Dulce María Espinoza Saviñon, ¿aceptas contraer matrimonio con Christopher Alexander Von Uckermann? —preguntó esta vez mirando a la novia.

—Acepto —dijo Dulce, con una sonrisa radiante.

—Procedan a ponerse mutuamente las argollas, por favor.

Poncho se acercó a Christopher para entregarle el anillo. Este lo recibió y con delicadeza tomó la mano izquierda de Dulce entre las suyas.

—Recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti —mencionó deslizando el halo dorado en el dedo anular de su esposa.

Dulce no podía dejar de admirar el acto, con los ojos brillantes debido a la emoción y sintió cómo el corazón le daba un vuelco, cuando Christopher selló su promesa besándole el dorso de la mano. Inmediatamente Anahí se le acercó para darle el anillo que era para él.

—Recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti —repitió la pelirroja, sin poder dejar de sonreír, mientras seguía el rito.

Con reservada alegría, el juez les pidió que firmaran el acta y luego le requirió lo mismo a Poncho y Anahí, sus testigos de boda.

—En virtud de la autoridad que me confiere la Ley, yo les declaro unidos en matrimonio —extendió los brazos hacia los recién casados con las manos abiertas y miró a Christopher—. Puede besar a la novia.

Dulce se giró hacia su esposo, expectante. Sabiendo que la unión de sus labios representaba también la unión de sus vidas de ahora en adelante.

Christopher la tomó por la cintura y en un rápido, pero suave movimiento la atrajo hacia él para pegarla a su cuerpo. Posó sus labios sobre los de ella, al tiempo que separaba las piernas, giraba levemente su torso y se inclinaba hacia adelante, logrando que ella quedara suspendida en el aire y aferrada a su cuello, pues de lo contrario se caería. Aunque sabía que eso no podría ser posible, pues estaba segura de que él nunca la dejaría caer. No había nadie en el mundo en quien confiara más.

Solo escuchó los aplausos de sus testigos, su abuela y las demás parejas de novios que esperaban por ser unidas en matrimonio, esa sencilla mañana de lunes en un juzgado de la ciudad de Puebla. También recibió el flash de la cámara análoga de su abuela, quien, probablemente emocionada por la romántica pose en la que Christopher los había puesto, no había querido dejar pasar la oportunidad de inmortalizar el momento.

Aún entre sus brazos, Dulce pudo sentir como Christopher volvía a su postura habitual. Luego, ella se separó delicadamente y cuando abrió los ojos, fue inmensamente feliz al encontrarse con la mirada radiante de su esposo, acompañada de su perfecta sonrisa. Probablemente un reflejo de su misma expresión en ese minuto.

Se tomaron de la mano, le agradecieron al juez y salieron del gran auditorio, para que la siguiente pareja pudiera iniciar su ceremonia. Una vez afuera, Anahí, Poncho y la abuela los felicitaron con enormes abrazos, llenos de cariño, deseándoles toda la felicidad en este nuevo camino, que emprendían juntos como marido y mujer. Al grupo se unió Maite y Christian, quienes al ser mejores amigos de Christopher, no habían querido perderse la ocasión, pero se quedaron fuera por restricciones en el número de invitados del juzgado.

El TestamentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora