—Señorita Espinoza, la señorita Anahí Puente está aquí, ¿la hago pasar? —dijo Gloria a través del intercomunicador.
Dulce dejó el informe que estaba revisando y presionó el botón para responderle a su secretaria.
—Si, por favor.
Segundos después su mejor amiga entró tan sonriente a su oficina, que se contagió de su alegría solo con verla. Se levantó para recibirla con un abrazo y un beso en la mejilla y la invitó a que se sentaran en la pequeña salita con la que contaba el despacho.
—¿Quieres un café? —ofreció Dulce.
—No gracias, solo vengo de pasada —Miró a su alrededor, admirándose de la lujosa oficina, como también lo había hecho del edificio cuando llegó—. ¿Ya eres dueña de todo esto?
—No —respondió luego de soltar una suave carcajada ante la pregunta de su amiga—. Aún me quedan 2 meses y dos semanas para eso.
—Ah claro, la condición del testamento —dijo recordando. Luego se aclaró la garganta y frunció el ceño un tanto divertida—. Cualquiera diría que estás contando la horas para cumplir una condena.
—Algo parecido.
—¿Tan mal está el asunto con Christopher?
—No, de hecho ahora está bastante bien —suspiró—. Desde que tuvimos la discusión por lo que pasó...
—Cuando se besaron —la interrumpió Anahí, solo para que su amiga no olvidara ese pequeño detalle.
—Si —afirmó incómoda, mientras sentía como se sonrojaba—. Desde aquella vez, Christopher no ha vuelto a insistir y la verdad es que ya casi no hablamos.
—¿Y qué pasó con las condiciones que te puso? Eso de cenar juntos y dormir juntos...
—No insistió más —desvió por un segundo la mirada hacia su regazo y cuando volvió a mirar a su amiga trató de sonreír—. Es mucho mejor así. Agradezco que se haya dado cuenta de que sus intentos no iban para ninguna parte.
—Ya —dijo Anahí, no muy convencida—. ¿Y no te duele su indiferencia?
—No —mintió, tratando de sonar convincente—. Ya te dije que es mejor así.
—Ay, Dul. ¿A quién crees que engañas con eso? —estiró la mano hasta alcanzar la de la pelirroja—. Conmigo no tienes que hacerte la que no siente nada por Christopher. Aunque no me lo digas, yo sé que nunca has dejado de amarlo —notó como su amiga abría la boca para rebatir, así que se apresuró a continuar—, y él te ama a ti también. ¿Por qué no dejas que te explique lo que pasó?
—Anahí, no empieces tú con ese tema, por favor —se levantó para darle la espalda y que la rubia no alcanzara a ver cómo se cristalizaba su mirada.
—Lo siento —respondió levantándose igualmente. Se acercó a Dulce hasta abrazarla por los hombros—. Es solo que me duele ver a dos de mis mejores amigos sufriendo por algo que tal vez tiene solución.
—Annie, ¿solo viniste a hablar de esto? Porque si es así...
—No —interrumpió la rubia antes de que su amiga la despachara. Suspiró y trató de cambiar su semblante a uno más alegre, pues el motivo que la había llevado hasta la oficina era uno para celebrar—. Vine porque te tengo una invitación para hoy en la noche. A Poncho lo ascendieron y queremos celebrarlo.
—¡Qué bien por Poncho! —dijo Dulce con sincera alegría—. Cuenta conmigo para la celebración.
—Estupendo —la besó en la mejilla y se acercó a la puerta—. Nos vemos a las 8. Te envío la dirección del restaurante por texto.
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El Testamento
FanficDulce María Espinoza estaba segura de que su abuela había perdido un tornillo antes de morir, pues no había otra explicación a lo que estipulaba su testamento. Le había contado a la anciana todo lo que había vivido con el excesivamente guapo y muje...