Desde que había pasado todo lo de Maite, cuando a ella se la habían llevado a Suiza y Virginia no había hecho más que lavarse las manos, sin asumir culpa alguna de todo lo que había pasado por sus propias fantasías, Christopher había decidido alejarla completamente de su vida, tanto a ella como a su padre. Y lo había cumplido, pues no había vuelto a su casa, ni a hablar con ellos. Hasta que un día, hace 2 años, Victor Uckermann lo había llamado para contarle el terrible diagnóstico que le habían dado a su mujer. En ese momento, y sin dudarlo ni un segundo, Christopher visitó a sus padres para hablar con ellos, pero no había llevado a su familia, ya que se había prometido no exponerlos de ninguna manera a la forma de ser de Virginia. Era su madre y le tenía mucho cariño, a pesar de todo, pero la conocía y no quería que su mujer, ni menos sus hijos, fueran víctimas de sus manipulaciones otra vez.
A veces sentía culpa por haber tomado esa decisión, finalmente Virginia era su madre, pero cuando recordaba todo el sufrimiento que le había hecho pasar a él y a Dulce, también a Maite, quien mal que mal había sido una víctima de su discurso incansable, se reforzaba en la idea de que había hecho bien. Pero ahora, no sabía qué hacer.
Dulce miró hacia la escalera nuevamente, preocupada, esperando ver a Chris bajar por ella, pero no fue así. Luego volvió a ver a sus trillizos, quienes alegres como siempre, jugaban y se reían con los juguetitos que venían en las cajas de cereal, mientras desayunaban ahora limpios y ya vestidos, pues con la llamada se habían quedado casi sin comer nada.
—¿Dónde está papá? —preguntó Sofía.
—Está hablando por teléfono, chiquita —le recordó Dulce, mientras le acariciaba la mejilla.
—Tarda mucho.
—Yo sé—le respondió a Benja, riendo por su pequeño ceño fruncido— ¿Por qué no terminan de desayunar y luego van a ver una película? Estoy segura que antes de que termine, papá irá a verlos.
—¡Si! —gritaron los tres, emocionados.
Dulce se rió y luego fue en busca de la señora del servicio.
—Juanita, ¿puedes cuidar a los niños? Cuando terminen, les pones una película en el cuarto de juegos, por favor.
—Sí, señora.
Dulce esperó a que Juanita se sentara con los niños a la mesa, para que no se quedaran solos, y subió a la habitación. Nada más entrar escuchó el ruido de la ducha. Con pasos sigilosos entró al baño privado y vio a Christopher detrás de la mampara de vidrio, quien sin notar su presencia, estaba bajo el chorro de agua, con ambas manos sobre la cerámica de la pared. Desabrochó la bata negra y la deslizó por sus hombros, se deshizo del camisón del mismo color y se quitó la ropa interior, para luego caminar los pasos que la separaban de su esposo. Deslizó la puerta de vidrio templado con cuidado y una vez dentro de la ducha la cerró, después abrazó a Christopher con fuerza, enredando sus brazos con su cintura y pegando su pecho a su espalda.
Él ni siquiera se sobresaltó, aunque no se había dado cuenta de que estaba ahí hasta que sintió sus brazos rodeándolo. Tomó una de sus delicadas manos y la besó, luego se giró para verla a los ojos.
—¿Estás bien? —preguntó Dulce, sin romper el abrazo.
Christopher solo asintió con la cabeza, mientras con una mano le enmarcaba el rostro y con la otra le acariciaba el cabello.
—¿Y los niños?
—Juanita está con ellos viendo una película —puso ambas manos en las mejillas de su esposo mientras de a poco el agua la iba empapando—. ¿Qué te dijo Patricia?
Christopher no respondió a su pregunta, solo tomó los labios de Dulce en un fiero beso que ahora sentía que necesitaba tanto o más que respirar. Y ella entendió el mensaje, él no quería hablar del tema.
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El Testamento
Fiksi PenggemarDulce María Espinoza estaba segura de que su abuela había perdido un tornillo antes de morir, pues no había otra explicación a lo que estipulaba su testamento. Le había contado a la anciana todo lo que había vivido con el excesivamente guapo y muje...