Introducción

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El temor más grande en plena juventud, con una vida por delante, lo tengo yo ante mis ojos. Las lágrimas empañan mis ojos, nublándome la vista. La desesperación de no saber cómo lidiaré con esto, me aterra.  La prueba de embarazo que muestra las dos rayitas rojas, indican la realidad de mi situación golpeándome fuertemente.

Se deben de estar preguntando, ¿cómo rayos esta chiquilla quedó embarazada cuando hay tantos métodos de protección? Muy fácil, la inexperiencia, la inocencia y confiar en la persona equivocada, son los más grandes errores que cometemos muchas mujeres cuando creemos que el bichito del amor ha tocado nuestra puerta.

Esta es la típica historia de la jovencita que sale embarazada perdiendo la virginidad con el pendejo que creyó la amaría y la cuidaría en todo momento.

Mi familia es bastante conservadora. Dos padres y una abuela que me criaron en una burbuja de cristal que ha explotado en mi cara sin que ellos se den cuenta. Hablar con cualquiera de ellos significa un gran autocontrol con las palabras. Para ellos muchas cosas son pecado, y el sexo, un tabú más grande que la estatua de La Libertad.

En el colegio, a los 15 años, varias de mis compañeras ya sabían lo que era el sexo y muchas otras ya lo habían practicado. Muchas veces, a lo lejos, escuchaba las conversaciones de sus experiencias y como toda chica curiosa, fui a preguntarle a mi madre y a mi abuela, el resultado, terrible, tomé la decisión de no preguntar nada más.

Un año después, conocí al causante a la mitad de todo esto. Luis Ángel, el pastel que todas las del colegio se querían comer, yo incluida, sin embargo, para sorpresa de todos, su atención estuvo en mí desde el primer momento y con su palabrería me endulzó el oído de una forma magistral.

Luis Ángel me mostró lo lindo que es estar enamorada, ese sentimiento de felicidad que te da saber que tienes a alguien que te quiere y se preocupa por ti en todos los sentidos. Para mí, él era ese apoyo que no tenía ni sentía en mi particular familia. Siempre estaba ahí para mí, por tanto, el final de esta historia no cabía en mi cabeza, pero aún falta por contar antes de llegar a ese punto.

Fue todo de película romántica. Yo vivía en mi nube de tranquilidad hasta que él llegó y su sonrisa matadora me derritió. Comenzó con cosas simples, lo usual, sentarse a mí lado en mi clase sin importarle que yo siempre ocupaba la primera o segunda fila. No sé cómo se las arreglaba para mandarme papelitos con mensajes cuando el profesor estaba frente a nuestras narices. Invitaciones que yo rechazaba con sutileza mientras él solo sonreía como esperándoselo, no lo sé, hasta que dos semanas después, terminé aceptando.

Dos meses fue el tiempo que él estuvo cortejándome hasta que tuvimos sexo. Fue en la playa, bajo la luz de la luna. Uno de los compañeros del colegio organizó una fiesta en su casa en la playa y nosotros terminamos saliendo de allí como dos traviesos.

Yo me sentía enamorada hasta los tuétanos, cuando me miro a los ojos al tiempo que acariciaba mi rostro tiernamente y me dijo que confiara en él, no lo dude ni un minuto y asentí.

Sus besos eran un pedazo de cielo que experimentaba cada vez que nuestras bocas se encontraban. Al principio, fue muy tierno, pero a medida que las caricias subían de tono, se puso más urgido y necesitado, como si quisiera arrancarme la ropa de una vez.
Por desgracia, así fue, todo tan rápido, tan mecánico, que sencillamente no fue lo que esperaba para una primera vez bajo la luz de la luna. Se comportó como un patán. Nunca experimenté esa humedad que había escuchado que las chicas tenían, así como tampoco esos fervientes deseos de sentirlo en mi interior, en fin, nada.

Mi virginidad fue arrancada a las malas, sabía que iba a doler, pero no pensé que tanto, y, aun así, no lo detuve, simplemente aguanté hasta que sentí su cuerpo caer sobre el mío y algo que no sabía que era resbalando por mis piernas, supuse que había sucedido el típico: acabar fuera.

Durante la hora y media que estuvimos en la playa desnudos no me preguntó nada y cuando nos vestimos, por mi mejilla rodó una lagrima de tristeza por pensar que esa experiencia sería un bonito recuerdo y no una amarga pesadilla.

Luego de eso, entre nosotros todo cambió, yo comencé a sentirme incomoda a su alrededor, huía de su toque, de sus besos y evidentemente de sus propuestas de ir a su casa para estar a solas. Su reacción no tardó en llegar y con ello las peleas y el distanciamiento.

Ahora, frente a la puerta de su casa, los nervios no me abandonan. Cuando abre la puerta, me lo encuentro sudado, usando unos shorts cortos, sin camisa, descalzo.

—Si quieres volver, lo siento, ya lo nuestro terminó. —Sus palabras me frenaron a lo que venía, sin embargo, hice oídos sordos a mis pensamientos.

—No quiero volver contigo, pero tenemos una situación que debemos afrontar juntos, somos los únicos responsables. —Al final, debo aceptar mi parte de la culpa, yo no tenía experiencia, pero yo no debí confiar en él de esa forma, por tanto, me considero culpable igualmente que él.

—¿Dé que hablas?

—Estoy embarazada. —Las palabras salieron de mi boca sin pensarlo mucho. No podía permitirme irme de allí sin saber si estaría conmigo o no. Deseaba encontrar en su mirada una pista que me dijera que estaba pasando por su cabeza. Parecía en estado de shock.

BIENVENID@S A ESTA NUEVA HISTORIA. ESTE ES UN PROYECTO QUE LLEVA GUARDADO BASTANTE TIEMPO Y ESPERO QUE LES GUSTE. ESTA NOVELA VA DEDICADA A TODAS ESAS MADRES VALIENTES QUE CRIAN A SUS HIJOS SIN IMPORTARLES QUE ESTÁN SOLAS.
SIN MÁS, DISFRUTEN.
PD: LA NOVELA ESTÁ ESCRITA COMP

¿Cómo Ella? ¡Ninguna!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora