Narra JackieLa rutina que había dejado el fin de semana por el viaje de Janisse, ha regresado. Janisse se fue temprano al colegio y yo desde el mismo horario, me puse hacer los pedidos que el domingo en la tarde me habían traído las telas.
Decidí tomarme esta semana solo para trabajar. Necesito concentración y ambos me distraen. Eso no quiere decir que me alejaré de Debrain, nada de eso, simplemente quiero mi espacio como él debe necesitar el suyo. Aunque no a la misma escala, nuestros trabajos consumen nuestro tiempo.
El diseño de ropas por encargo fue una idea de Triz hace muchos años cuando con telas de ropa que ya no usaba, comencé hacer blusitas y cosas sencillas para Janisse, nunca imaginé que fuera tan difícil. Al principio parecía mucho más sencillo, solo hacer los diseños, con la tela, imaginé que sería un trabajo menos pesado.
La clientela llegó rápido gracias a la buena promoción que Triz hizo en no sé cuáles redes sociales. Hice muy buen dinero, en ese tiempo fue cuando mi situación económica pasó de ser precaria a estable.
Mi celular suena, en la mesita de la sala que ha sido movida de lugar para yo poder disponer de la sala. Me acerco y veo el número de Debrain en la pantalla.
—¿Qué sucede? —Es lo primero que digo cuando respondo.
—¿Hola? ¿Puedes abrirme la puerta? —dijo cauteloso.
Cuelgo el teléfono enseguida. Me dirijo a la puerta, cuando abro la misma, me lo encuentro muy extraño. Se ha quedado mirando el celular, viendo aún como colgué su llamada sin decirle nada más.
—No puedes venir sin avisar —le reclamo —. Su mirada se transforma. Por primera vez desde que lo conozco, notó la molestia en sus facciones duras.
—Si estas molesta o estresada por algún motivo, yo no tengo la culpa de lo que sea que te esté sucediendo. Te pido que me trates con amabilidad. —Tiene razón, no debí hablarle de esa manera. No es justificación el que me haya interrumpido en el trabajo—. Con respecto a venir, no te preocupes, no volverá a suceder. Hablaré directamente con Janisse a partir de este momento. —Da media y vuelto y me apresuro a detenerlo. Me he pasado de la raya con quien solo me ha dado cosas buenas.—Discúlpame —digo apenada. Yo no soy así. No debo comportarme de esta manera por nimiedades —Pasa, por favor.
Me mira receloso aún en la puerta. Se mantiene en silencio sin dar un paso y yo empiezo a ponerme nerviosa, mordiendo mi labio, pensando que hará caso omiso a mis palabras y se largará por mi actitud sin aceptar mis disculpas.
De un momento a otro, con una rapidez que me deja boquiabierta, entra a la casa al tiempo que yo doy un paso atrás. El sonido de la puerta al cerrar me provoca un brinco del duro tirón que le dio a la misma. Se acerca a mí de forma peligrosa, logrando erizar mi piel, toma mi brazo, jalándome hacia él sin ser brusco y me besa.
Sus besos dulces son el mismo cielo, como no me canso de decir, pero sus besos en su estado de furia, es otra cosa. Es como que quiere sacar su rabia y enojo conmigo a través de los besos. Me siento sin respiración ante la urgencia que me demanda su boca.
Pega su cuerpo mucho más al mío, solo dándome un segundo para tomar aire, y seguidamente, asalta mi boca mientras ambos nos movemos sincronizados. No sé hasta dónde nos estamos moviendo. Siento las hojas de los diseños en mis pies desnudos, pero me olvido de ellos, concentrándome en el hombre que tengo delante.
Caemos en el pequeño sofá de dos plazas, en el cual nos cuesta acomodarnos. Por lo que veo, los sofás se han convertido en nuestro espacio favorito, en la habitación del hotel, en su oficina y para finalizar, en mi casa.
—Jackie —jadea y el sonido de su voz excitado, va directo a mi feminidad por tercera o cuarta vez con él. Ya he perdido la cuenta —, tenemos que... —lo callo, volviendo a besarlo. Él parece entender mi accionar sin necesidad de las palabras.
No voy a reprimir más este deseo que me provoca. No tengo por qué hacerlo.
Soy una mujer libre, y más viva que nunca.
Debrain me gusta a niveles que nunca experimenté.
No voy a dejar que mis dudas frustren mis deseos.
Lo deseo, me desea y sucederá.
Su mano firme, toma el dobladillo de mi vestido al mismo tiempo que acaricia mis muslos. Su tacto en mi piel es delicado, pero cuando llega a la zona de mis glúteos, me aprieta para acercarme a su zona íntima, sentirlo provoca un jadeo y oleadas de excitación a mi sexo. Aún no me toca y estoy ansiosa porque lo haga.
En un ágil movimiento saca el vestido por completo y yo quedo casi desnuda frente a él. Tengo la manía de andar sin sujetador en casa. De joven no era bien dotada en la zona de los pechos hasta que llegó Janisse y crecieron un poco, después de dejar de darle el pecho, quedó algo de mis senos y en buen estado a pesar de que a la gran mayoría se les cae.Lanza el vestido a alguna parte de la sala y me mira como un depredador mira a su presa, con hambre, con deseos de devorar y ya quiero que lo haga. Se levanta del sofá donde caímos sentados y me levanta en peso para ponerme debajo de él, quedando entre mis piernas. Él aún está vestido por completo.
Él comienza a quitarse el saco de su traje, sigue con su corbata mientras yo me acomodo para quitar su camisa y seguidamente, el cinto para continuar con el cierre que le tiene aprisionado su dura masculinidad.
Me detiene antes de finalizar mi tarea para comenzar un recorrido por mi cuerpo desde mi cuello hasta el borde del simple tanga verde del mismo color de mi vestido. Besa mis senos con adoración, dando suaves mordiscos que logran erizarme y jadear con fuerza. Hace la misma labor con el otro seno y ahora ya no es cosquillas lo que siento, es una humedad que se extiende por toda mi hendidura que no veo la hora que decida prestarle atención.
Parece leer mi mente, cuando la retira de forma lenta y tortuosa. Su dedo se dirige al punto exacto donde jamás sentí nada a pesar de que todos dicen que es nuestro botón del placer. Hace movimientos suaves, pero concisos provocando que yo empiece a jadear con fuerza. Dejo de verlo para cerrar mis ojos y disfrutar de las sensaciones.
Un dedo se une en su interior mientras el sigue dándole atención a mi punto sensible y su boca lame con ganas unos de mis senos. La combinación de todas hace que la presión en mi vientre se vuelva pesada, el sudor perla mi frente y exploto en mil pedazos, jadeando su nombre.
—No puedo más —jadea al verme. No quiero imaginar mi aspecto ahora.
Me siento débil, cansada; sin fuerzas. Me levanto, quiero tocarlo y no voy a dejar que mi agotamiento me lo impida, pero cuando voy hacerlo, se acomoda encima de mí y hunde su longitud, haciéndonos uno solo.
Al contrario de lo que imaginé, no duele, ni incomoda a pesar de los años. Supongo que la gran excitación, mezclado con el orgasmo que acabo de tener, facilitó la entrada. Abrazo mi cuerpo al suyo y comienza a moverse con ímpetu.
Solo puedo pensar en lo delicioso que se siente con cada dura embestida que me da. Nunca pensé que le sexo duro fuera tan placentero. Me he estado perdiendo de algo divino.
Cambiamos de posición en el mismo sofá, en la llamada posición de en cuatro. Un grito sale de mi garganta al sentirlo más profundo que antes. Esta posición le facilita tocarme y es todo lo que necesito para tener un segundo orgasmo, provocando el suyo dos segundos después.
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¿Cómo Ella? ¡Ninguna!
Chick-LitJaqueline Villegas se convirtió en madre a los 16 años por culpa de la inexperiencia y los tabúes de sus padres que nunca hablaron con ella del tema. Como era de suponer, el jovenzuelo que la embarazó, se esfumó del mapa dejándola con el gran proble...