Narra Debrain
La noche se cierne sobre el hotel dando paso al bullicio de las actividades nocturnas que la juventud, en su mayoría, no se pierde por nada del mundo y entre ellos, están Janisse y mi camarógrafo, el más joven del equipo, el chico que compartió la cena en el restaurante y que sé que a Janisse le agrada de forma especial.
Los observo salir del hotel hacia donde todos se dirigen y decido que es mi oportunidad para seguir el consejo que me dio la pequeña castaña que tiene por hija. Jackie me gusta y aunque tenga una buena relación con Luis Ángel, dejaré las cartas sobre la mesa. Estoy seguro que la cabeza de Jackie está confundida por mi sutil retirada después que vi que hay algo entre ellos.
Bebo mi trago hasta acabarlo, depositando el vaso de cristal sobre la barra y voy directo al elevador al perder de vista a los chicos. No quisiera que ninguno de ellos me vea entrando a la habitación de Jackeline.
Las palabras de Janisse en el salón de juegos me hicieron corroborar lo que sé desde que la conocí. Es una mujer sin igual, incomparable con ninguna otra. Llevo mucho tiempo solo, buscando a una mujer que tenga corazón en el pecho en vez de el símbolo de dólares en los ojos. Jackeline ha vivido con lo mínimo y el lujo, lo disfruta, pero no la define.
Son las nueve de la noche cuando estoy frente a su puerta, llamándola. Puedo usar la tarjeta de mi bolsillo, pero no quiero invadir su privacidad.
La puerta se abre con un panorama que ya presencié hace unos días. Jackie parece que estaba durmiendo y nuevamente la desperté. La diferencia es que esta vez usa ropa y no ese minúsculo pijama con la que me recibió.
—¿Debrain? ¿Qué haces aquí? —pregunta, frotándose los ojos.
—Sí, soy yo. ¿Puedo pasar? Me gustaría hablar contigo —ella asiente y abre la puerta para permitirme el paso.
Pongo un pie adentro y observo todo. Sus cosas están muy bien organizadas. Su bolso sobre una mesa donde algunos prefieren pedir servicio de habitación para no bajar al restaurante. En la mesita de noche, hay un libro y un par de espejuelos.
—¿Y bien? Ya que recorriste el cuarto con la mirada, me dirás a qué debo tu visita.
—Primeramente, quiero ofrecerte una disculpa por haberme alejado desde la filmación del comercial. —Ella parpadea y suspira.
—No te preocupes. Yo entiendo —Juega con sus manos, sin añadir nada más.
—¿A qué te refieres?
—Nada, una reflexión para mí misma —¡No entiendo nada! Decido no insistir. Si algo he aprendido es a no presionarla. Fijo mi vista en sus ojos azules, en esos zafiros que me cautivaron cuando la vi en aquel centro comercial, noto tristeza y preocupación en ellos.
—¿Te encuentras bien?
—Sí. No es nada. Es solo que al regresar tendré una semana de trabajo muy larga —explica —. Hago cosas sencillas, pero debo esperar por la tela y tardan. Hay semanas donde todas aparecen y quieren su encargo lo más pronto posible.
—Debes darte tu lugar. Tienes que fijar plazos de entrega de las telas y entrega de los pedidos.
—Lo intenté y perdí clientas, al final fui yo quien terminó disculpándose.
—Eso es muy injusto —asevero. Detesto el abuso y lo que esas mujeres tienen con Jackie, no tiene otro nombre.
—Muchas cosas en la vida lo son, pero la necesidad te obliga a ello. —En eso tengo que darle toda la razón.
—Quisiera qué al regresar, me muestres una carpeta con los diseños que haces.
—Y eso, ¿para qué? —pregunta, extrañada.
—Para ayudarte a conseguir un mejor empleo —Su mirada agradecida cambia en cuestión de segundos.
—Será una pérdida de tiempo, Debrain. Lo hice, pero sin estudios, no pierden su tiempo si quiera en ver la carpeta. No me contratarán —dice con tristeza. Como desearía quitársela.
—Ten fe. Encontraremos algunos. —me acerco, tomando su rostro. Y sus manos acarician las mías.
—Gracias. ¿Y tú? ¿Cómo es tu trabajo? Estoy segura que no es tan abusivo como el mío.
—No, por lo menos en el aspecto del dinero ni la entrega de los proyectos es como en tu trabajo.
—Menos mal.
—Lo difícil fue al inicio —ella me presta atención, interesada en saber, en conocerme y eso me gusta mucho, aunque no deja de sorprenderme —Abrí mi agencia de publicidad con una pequeña herencia que me dejaron mis padres al morir. Ese siempre fue el sueño de ellos y quise cumplirlo en su memoria porque también es el mío. Los primeros meses fueron complicados para conseguir clientes, pero un buen día, un compañero de la universidad, que estaba abriendo su empresa de equipos de computación sofisticados, buscaba una agencia para hacer la publicidad. Le explique que estaba empezando, que aceptara que yo le hiciera la campaña sin cobrar y que si le gustaba y la empresa tendría éxito entonces podría pagarme con mi trabajo. Me arriesgue a un todo o nada y funcionó —ella me mira con admiración y eso me hace muy feliz —. Después de eso, los clientes comenzaron a llegar solos y la empresa prosperó convirtiéndose en lo que es hoy.
—Me alegro que hayas podido cumplir el sueño de tus padres. Donde quiera que estén, sé que están muy orgullosos de ti.
Nos hemos acercado mucho sin darnos cuenta, nuestras miradas se pierden una en la otra, olvidando nuestro alrededor. Es como que todo se ha detenido y estamos encerrados en una burbuja donde solo existe el sentimiento tan hermoso que está comenzando a nacer entre los dos.
Aun con recelo, acerco un poco más nuestros rostros, mientras mi mano acaricia su mejilla y ella cierra los ojos ante su disfrute de una caricia tan simple que no debe sentir hace mucho tiempo. Quiero besarla, voy hacerlo, pero entonces, un toque en la puerta nos hace volver a la realidad. Jackeline se separa de mí con rapidez. Se aclara la garganta y se encamina a la puerta, dejándome a mí en medio de su habitación con unas ganas inmensas de mandar a la mierda al que sea que haya interrumpido nuestro primer beso.
ESTÁS LEYENDO
¿Cómo Ella? ¡Ninguna!
ChickLitJaqueline Villegas se convirtió en madre a los 16 años por culpa de la inexperiencia y los tabúes de sus padres que nunca hablaron con ella del tema. Como era de suponer, el jovenzuelo que la embarazó, se esfumó del mapa dejándola con el gran proble...