Capítulo 2

47 7 2
                                    

5 minutos antes.

Narra Janisse

Camino a paso cansado a casa. No veo la hora de llegar. Ha sido un largo día en el colegio después de un episodio que no quiero recordar. Tuve que venirme a pie porque Sofía no fue a la escuela hoy y ella es la que siempre me adelanta hasta la casa.

Visualizo el pequeño departamento donde vivo con mi mamá y sonrió de alegría, detesto caminar y menos con este calor que está haciendo. Tomo las llaves de mi mochila y abro con cuidado. A veces mi madre está trabajando y la desconcentro con mis ruidosas entradas.

Al entrar, escucho que conversan en la sala, debe de ser con mi tía Triz, mi madre no tiene más amigas además de ella y nunca he entendido porqué. Las últimas palabras que escucho de mi tía y mi madre me dejan pensando en cosas que hasta hoy, había notado, pero que sencillamente no hice nada al respecto.

Tomo las llaves que había guardado en la mochila y me la vuelvo a poner al hombro intentando que ninguna de ellas se dé cuenta que llegué y anduve oyendo sus conversaciones. Mi madre dice que es de mala educación, pero en este caso, estoy más que justificada porque haberlas escuchado, me ha quitado la venda que tenía en los ojos que, me mantuvo ciega sin querer darme cuenta de la realidad.

Camino sin rumbo fijo, tratando de no tener un accidente pues mi cabeza solo piensa en esa mujer que lo es todo para mí. Desde que tengo uso de razón, he visto como mi madre ha batallado y se ha sacrificado por mí. Siempre fui lo primero y más importante para ella. Nunca me abandonó a pesar de haberme tenido tan joven.

Yo con su edad solo pensaba en divertirme, y en vivir. Ella nunca me negó nada de eso. Por supuesto que había reglas que acatar, pero nada exagerado que no estuviera justificado.

Mi mente rememora las veces que paré en un hospital debido a mis crisis de asma. No puedo recordar cuantas veces fueron con exactitud, pero ella siempre ha estado ahí sin importar nada. Mi madre ha vivido los últimos 18 años por y para mí y entonces es cuando las palabras de mi tía Triz cobran vida.

Tienes que comenzar a vivir todo lo que no has podido.

Siento que ha llegado el momento de lograr aquello que nunca he visto en mi madre, al no ser que yo sea la razón: felicidad. Mi madre es joven. Tiene derecho a vivir y disfrutar sin que yo la frene, a lo mejor por eso no lo hace, porque quizás piensa que me estará fallando como madre. Nada más absurdo que eso, pero conociéndola, sé que por su cabeza pasan esa clase de pensamientos.

Decido por primera en mi vida dejar de pensar en mí y centrarme en ella, en que ella disfrute de la juventud que no tuvo por cuidarme. Ya yo sé valerme por mi misma para lo básico, mi madre me ha educado bien.

Observo la hora en mi celular y me percato que ha pasado casi una hora desde que salí de casa. Marco el número de mi tía y contesta al segundo tono. Acuerdo con ella reunirnos en media hora y ella acepta encantada.
Llego a mi destino a la media hora exacta. Menos mal que mi tía no vive lejos de nosotras. Estuviera más cansada que antes después de los dos kilómetros de camino. Al entrar la saludo y le pido un vaso de agua en lo que me tiro al sofá y mi cuerpo lo agradece.

—¿De dónde vienes tan cansada, muchachita traviesa? —pregunta, entregándome el vaso de agua.

—Llegué a casa y estaban conversando. —La sorpresa se refleja en un rostro —. No quise que mi madre supiera que las escuché y me salí sin que se dieran cuenta.

—Vaya, la pequeña ruidosa sabe cuándo ser sigilosa —Reímos juntas —, pero a tu madre no le dará ni pisca de gracia saber que andabas de curiosita —aclara, tocándome el puente de la nariz.

—Lo sé y por eso es que te llamé. —Tía Triz arquea una ceja en señal de que no entiende nada de lo que hablo.

—Presiento que una locura está pasando por tu cabecita —inquiere —. ¿Me equivoco?

—No, me conoces tan bien como conoces a mi madre.

—Llevo toda la vida con ustedes. Soy la única amiga de tu madre, la quiero como una hermana y tú, eres mi sobrina consentida.

—Estoy consciente de eso  tía y me alegra saber que mi madre te tiene, pero hasta hoy escuchándote, fue que me di cuenta de la realidad que vive mi mamá y no puede seguir así.

—Cariño, tu mamá es bien terca. Supongo que es la primera vez que escuchas está conversación, ¿cierto? —asiento —, pero no es la primera vez —anuncia —. A lo largo de los años he querido que tu mamá salga de ese departamento para algo más que trabajar. Es joven, una mujer hermosa y una excelente madre, sin embargo, ella cree que solo debe de seguir siendo tu madre y nada más.

—Y yo voy a cambiar eso —la interrumpo —. Si hay alguien que puede lograr eso que tú no has podido, soy yo —afirmo con seguridad.

—Tienes razón.

—Necesito que me apoyes, al principio será difícil, pero con el tiempo nos lo agradecerá.

Paso el resto de la tarde contándole mis ideas. Nos reímos a carcajadas al imaginar la cara de mi madre cuando sepa los planes que tengo para ella donde mi tía será mi cómplice. Esta nueva etapa será un gran comienzo para ella, está vez, ella será lo más importante y yo estaré a su lado en cada momento. Solo quiero que mi madre sea feliz, que se convierta en mujer y que disfrute cada momento que tendremos juntas.

Será una linda aventura entre madre e hija.

Yo tengo mis planes, pero siempre hay improvistos en el camino que también me gustarían que llegaran, solo que esos, ya dependen más de ella, aunque yo daré un pequeño empujoncito. Como dice mi tía, lo travieso, no me lo quita nadie.

Y hasta aquí llegamos. Hasta este capítulo han podido conocer un poco a las tres mujeres de esta novela. Cada una es especial a su forma y poco a poco conocerán lo que ocurrirá en sus vidas. Espero que les guste la novela tanto como a mí escribirla.

¿Cómo Ella? ¡Ninguna!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora