Capítulo 31

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Narra Janisse

—Debes disculparse con mi madre —alego. Él asiente.

—No debe querer ni verme en pintura. —En eso tiene razón.

—Te metiste con su debilidad más grande—admito.

—Lo sé, cariño. Actúe por impulso. Pensé que estaba celoso por Debrain. Pensé que sentía algo por ella, pero realmente, no es así. Solo lo usé para presionarla. Incluso me atreví a decirle que Debrain está jugando con ella cuando lo conozco muy bien y con solo ver como mira a Jackeline, se nota a metros de distancia que de verdad la quiere.

—Te llevas la medalla en las mil cagadas en 5 minutos, hombre —Por primera vez, lo veo sonreír. Quiero creer en su arrepentimiento, pero tiene que demostrarlo.

—Tienes razón.

—Discúlpate. Mi madre es una mujer piadosa y sé que te perdonará.

—Lo sé. Nunca, desde que nos rencontramos, me reclamó el haberla dejado sola. Esa es una culpa que cargaré por siempre.

—Ya estás aquí. Ella y yo salimos adelante y ahora, te dejaré formar parte de mi vida, eso sí, poco a poco. No pretendas tener derechos sobre mí que no te mereces.

—Vale, poco a poco—acepta.

—También, ya casi soy mayor de edad, así que como que no van a poder mandarme tanto —inquiero. Que se entere.

—Eres una pequeña listilla —dice tocando el puente de mi nariz. Sonrió.

—No sabes nada, Luis —le advierto.

—Espero que pronto me llames papá.

—Algún día eso sucederá. —le aliento. Se ve desanimado porque se da cuenta que lo llamo por su nombre de pila—. Ahora, llamare a mi mamá para tener una charla. Debe de estar trabajando.

—¿En que trabaja? —pregunta con curiosidad.

—Haciendo vestidos y prendas sencillas por encargo —digo mientras aún el teléfono da timbre.

—Siempre tuvo talento para el diseño.

—Nunca pudo ejercerlo como profesional. No pudo estudiarlo —el teléfono sigue sonando y finalmente, responde —Mamá, hasta que por fin.

—Cariño, ¿estás bien? —dice, pero se escucha rara. Como si estuviera corriendo.

—Eso debería preguntarte yo a ti. ¿Dónde estás? —pregunto con curiosidad.

—Con Debrain— responde tras unos segundos y los colores suben a mi rostro y supongo que al suyo igual porque a lo lejos, se escucha una risa y mi madre le dice que no se burle.

—Vale. Necesito que hablemos. Estoy con Luis Ángel.

—¿Qué te dijo ahora? Por dios, que no se cansa.

—Mama, tranquila. Está todo bien. Fue a verme al colegio. Volví a encontrarme con Cristián y estamos desayunando. Hemos estado conversando y todo está tranquilo.

—¿No intento decirte nada malo? —pregunta.

—No, solo quiso saber de mí, pero quiero que hablemos.

—Vale, cielo. Nos vemos en casa en una hora. ¿Te parece? —me consulta.

—Sí, claro. Chao, te amo.

—Yo también amor. Nos vemos en un rato.

Terminamos de desayunar y nos montamos en el mismo auto en que Luis Ángel nos dejó en casa la vez pasada, solo que esta vez, vino sólo, sin chofer. Se le ve que tiene mucho dinero. Es que solo el saber que es el hombre para quien hice un comercial, ya lo dice todo.

—¿En qué piensas? —me pregunta al notarme tan callada

—En cómo ha cambiado mi monótona vida desde que fui a esa audición para el primer comercial que grabé con Debrain.

—¿Te gustaba tu vida de antes?

—Era más tranquila. Solo eso. A veces, aburría. Mi trabajo, es como un soplo de aire fresco. Me tiene muy motivada todo esto —admito.

Me siento bien hablando con él. Supongo que eso de que la sangra llama, es bastante real. Sin embargo, el papá, no fluye. Es muy pronto para eso. Sé que se equivocó, pero está haciéndolo bien hasta el momento.

En menos de lo que canta un gallo, Luis Ángel se estaciona frente a la casa y al mismo tiempo vemos el auto de Debrain por el espejo retrovisor.

Nos bajamos del auto y mi madre está roja como un tomate. Voy hasta ella y la abrazo con fuerza. Ella me corresponde dejando salir el aire que estaba conteniendo.

—No pasa nada mamá. Me alegra que seas feliz y que hayas vuelto a perder la virginidad —Debrain estalla en carcajadas. Creo que hablé un poco alto. Mi mamá lo mira para que deje de burlarse y a mí, parece que quiere matarte, en el buen sentido después de eso que dije.

—Hola, Luis Ángel —saluda mi madre.

—Hola, Jackeline, Debrain. Gracias por recibirme.

—Lo hago por Janisse. Ella quiere tener una conversación con sus padres y no le voy a negar eso. Lo merece. Solo espero que no quieras causar problemas —Mi madre está muy a la defensiva y tiene toda la razón—. ¿Tienes algún problema en que Debrain se quedé? —me pregunta bajito.

—No, mi tía Triz también debería estar aquí.

—Aquí estoy sobrina —dice y se ve molesta. Observa a Luis Ángel y camina directo a él y le pega una cachetada como dios manda.

Mi madre y yo pegamos tremendo grito. No nos esperábamos esa reacción de Triz. Siempre he sabido que le tiene rabia al hombre que me engendró. Ella conoció más de cerca todo lo que pasó mi madre y sé que conoce detalles que quizás yo nunca conozca.

—Maldito, abandonaste a mi amiga cuando más te necesitaba y para colmo, vuelves para seguir jodiéndole la vida —se va a lanzar sobre él de nuevo, pero antes de que llegue mi madre o yo, Luis Ángel, la detiene. Quedan bastante pegados y por primera vez, se miran a los ojos. No sé qué diablos pasa, pero se quedan así por algunos segundos.

—Tía, tranquila —Ella parece regresar a la tierra cuando la llamo al igual que el susodicho. Algo pasó aquí —Entremos.

Nos acomodamos todos en la sala. Debrain y Tía Triz, se sientan un poco más alejados. Luis Ángel y mi madre se sientan en el sofá compartido y yo me siento en medio de ellos en la pequeña mesita, en frente dándole la espalda o mi tía y mi jefe.

—Bueno, lo primero que quiero, mamá —me dirijo a ella— es que sepas que voy aceptar a Luis Ángel en mi vida. Como quiera que sea es el hombre que me dio la vida y merece una oportunidad a pesar de lo mal que lo hizo.

—Claro que sí. Jamás te prohibiría que te relaciones con tu padre. —Sabía que ella no haría algo así.

—Ahora, Luis Ángel, le debes algo a mi madre —asiente.

—Jackeline, yo siento mucho haber intentado coaccionarte con decirle la verdad a nuestra hija. No voy a dar justificaciones que no tengo. Con respecto a lo que te dije sobre Debrain, también es mentira. Él no es hombre de eso.

—Sé que no lo es —afirma mi madre. Volteo y veo a Debrain extrañado. No sabe de lo que estamos hablando. Parece ser el único ajeno porque mi tía se ve neutral, como si supiera todo—. Acepto tus disculpas, pero hasta que no vea un cambio, no las creeré.

—Me parece bien. Me gustaría, si tu aceptas claro, que podamos llegar a un consenso y ser amigos. Somos sus padres y debemos llevarnos bien para tener una buena convivencia porque esta vez, no me iré de sus vidas —afirma.

—Por mí no hay problema. Lo único que no puedes hacer es lastimar a mi niña —afirma

—Jamás, recuerda que es mi niña también. —Ruedo los ojos. El que los escuche dice que tengo cinco años.

¿Cómo Ella? ¡Ninguna!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora