Capítulo 29

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Narra Jackie.

—Deja de preocuparte. Janisse estará bien. Ya me dijiste que conoces al muchacho —alega Triz. No se ha despegado de mí desde que Janisse salió por esa puerta.

—Sí, es solo que quiero estar con ella —explico, por enésima vez—. Quiero que me hable y me diga cómo se siente. No esperé que quisiera refugiarse en otros brazos que no sean los míos —admito.

—Ya no es una bebé que necesita de ti para todo. —En eso si tiene razón. Debo hacerme la idea q ya es toda una mujer. Asiento en respuesta.

—Vale —tiro de mi cabello, nerviosa.

—¿Qué te preocupa ahora? —Me conoce demasiado.

—Luis me amenazó que si no me alejaba de Debrain le diría a Janisse que es su padre —le cuento las últimas noticias.

—Sí, pero ya lo hiciste. ¿Cuál es el problema? —Sigue sin entender el punto.

—Que me quiere lejos de Debrain. No sé qué pueda hacer para lograrlo. —No le tengo miedo a él. Solo a lo que sea capaz de inventar. Ya vimos que su poder de convencimiento es bueno.

—Nada, no puede hacer nada. Él no tiene poder sobre ti, sobre ustedes, sobre nadie. —Quisiera tener la misma seguridad que ella, sin embargo, no puedo. Creí que no cumpliría su amenaza y lo hizo. Ya me espero cualquier cosa de él. 

—De él, nunca se sabe que esperar —admito en voz alta.

—Y por lo que veo las cosas entre Debrain y tú van muy bien. —Cambia de tema. La verdad se lo agradezco. Es más agradable hablar de Debrain que de Luis. 

—Pues sí. Por primera vez, me siento plena y feliz con un hombre —me sincero con ella. Es la persona que sabe todo de mí. Necesitaba esta conversación.

—Vaya, eso es genial. ¿Ya pasaron a la siguiente etapa o andan como adolescentes jugando a calentarse? —Me da risa como lo dice. Triz es única en su especie.

—Dios, de dónde sacas esas cosas. Claro q no. Y bueno, sí, ya me acosté con él —abre los ojos —, en dos ocasiones.

—¿Cómo no me habías llamado para contarme eso?, ¡Al fin! Ya se te fueron las telarañas —me carcajeo —. Cuéntame, ¿cómo fue?, ¿Te gustó?,¿te dolió después de tantos años?, ¿tuviste orgasmo? —me acribilla y me tiro al sofá para reírme

—Triz, relájate. No me vuelvas loca. Son cosas íntimas. —Es mi mejor amiga, pero me da pudor ciertas cosas.

—Vamos, Jackie. No seas pudorosa. —Me conoce como la palma de su mano.

—Bueno, fue súper bien. Me encantó estar con él. No me dolió, me excité mucho en sus brazos y si, tuve dos orgasmos en cada encuentro.

—Increíble. Supiste escoger un buen partido. En la vida he tenido dos orgasmos en un solo polvo —aclara.

—Supongo que no encuentras la conexión, el deseo y la pasión que solo se siente cuando alguien es verdaderamente especial. Todos tus ligues son eso, amiga, ligues que solo quieren meterse entre sus piernas.

Su rostro se desencaja un poco por mi cruda forma de expresarme sobre lo que ella llama relaciones. Somos muy buenas amigas, las mejores, mas bien somos hermanas con diferente ADN. Triz es una mujer que le gusta la vida loca, las fiestas, las salidas, el alcohol y las relaciones intensas.

Un año después de conocernos conoció al único hombre por la que la he visto volverse loca de verdad. Mi amiga es muy dura para enamorarse y este chico le caló muy hondo, sin embargo, ella no significó lo mismo para él y cuando Triz lo vio con otra, reaccionó de la peor manera.

Le dio una golpiza como Dios manda y el hombre acabo en el hospital y con el rostro inservible por algunos días. Esa fue la primera y única vez que vi a Triz en diferentes momentos. Primero, en la cárcel por la golpiza y por alterar el orden público, delitos estúpidos que se inventa la policía, los abogados y todos los mandos que sean. Lo segundo, fue verla destrozada tanto mental como psicológicamente.

Le tomó mucho tiempo volver a ser la Triz feliz que mi hija y yo conocíamos. Se volvió una sombra de ella misma. El sujeto llegó a pedirle perdón cuando fui a reclamarle al hospital. Si no quería nada serio, tenía que haber sido honesto y decirle a lo que estaba dispuesto y lo que no, sin embargo, prefirió jugar con ella.

Desde entonces, más nunca ha tenido una relación seria por miedo a pasar lo mismo. Vive así hace casi 16 años. Está por llegar a los 35 y vive como si fuera de 20.

—Ya que vas a estar sola, ¿por qué no pasas la noche con él?
—No, ni hablar. ¿Y si Janisse me llama? —digo, dudosa.

—No lo hará. Está entretenida. —Eso es verdad. Lo que menos querrá es llamarme.

—Sí. Voy a caerle de sorpresa.

—¡¡Eso!! Es una gran idea. Sorprende a tu hombre. —Me guiña un ojo.

Me cambio de ropa y agarro un pequeño bolso con algo para usar mañana. Espero que pueda quedarme. De no ser así, regreso más tarde, pero ya voy preparada.

Llegó al complejo de apartamentos que me trajo ayer en un taxi. En la entrada del edificio digo que vengo a verlo. Me dijeron que deben avisarle y a pesar de que quise convencerles de que era una sorpresa lo hicieron.

—Jackie, cariño, ¿qué haces aquí? —me dice, apareciendo frente a mí con un pantalón y camisa de pijama.

— Quise sorprenderte, pero que no me dejaron pasar.

—Usted me tiene dicho que no dejé pasar a ninguna mujer previamente autorizada —alega el hombre, defendiéndose. Eso me hizo pensar en que no era la primera.

—Cállese —grito Debrain cuando escuchó lo que dijo y que tenía intenciones de seguir. 

Doy media vuelta, sintiéndome una estúpida al querer hacer cosas como estas. No tengo nada que hacer aquí. ¿A cuántas como a mí habrá metido allí? Pensé que es su casa, que la respetaba, pero veo que no.

—Espera, por favor. No es lo que piensas. Déjame explicarte, quédate. —Su mirada suplicante me hizo flaquear. Al menos quiero saber. Luego me iré.

—Estás despedido —le dijo al pobre conserje del edificio y su rostro se puso pálido.

—No. Él solo cumplía las órdenes tuyas y yo, soy una extraña.

—Sí, tienes razón —dice Debrain, apenado de su actitud —Perdón, señor Ramón, perdí la cabeza.

—Discúlpeme a mí. Ella se ve diferente. Debí dejarla subir.

El hombre se regresa a su puesto y yo me quedo en mi lugar. No me muevo de allí. No pienso subir a su departamento que ya no puedo ver con los mismos ojos. Suspira al darse cuenta que tendrá que decirme lo que sea aquí y ahora.

—Tuvo una época difícil en mi vida en que viví de cama en cama y, dos de ellas, descubrieron que vivía aquí y se colaron en el departamento con la intención de robarme y lo hicieron. —Mi rostro se suaviza al escucharle —. Eres la única mujer que he traído a mi casa, con la que he compartido mi cama. Solo tú, cariño.

¿Cómo Ella? ¡Ninguna!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora