Capítulo 3

46 6 0
                                    

Narra Jackie.

Observo el reloj de pared de nuestra pequeña salita comedor preocupada. Ya era hora de que Janisse hubiera llegado. Si tenía algo que hacer después de clase le bastaba una llamada para mantenerme al tanto. Eso es lo único que siempre le pido, que me informe de donde está.

La puerta se abre justo cuando miraba el celular debatiéndome en si llamarla o no. Respiro con tranquilidad al verla. Ella me observa mi postura con una sonrisa, sabe lo que estoy pensando. Deja su mochila y viene a mi encuentro.

—Mamita, no te me esponjes. Estaba con la tía Triz. —Eso me tranquiliza.

—De acuerdo, nena —le digo, relajando mis músculos y cambiando mi postura a una más agradable.

—¿Y a qué fuiste a ver a Triz? —pregunto con interés y por un momento se queda pensando en que responder y se queda en silencio largo rato.

—Quería dar una vuelta y se me ocurrió visitarla para comer dulce. Me lo gané por haber salido bien en el examen de física.

—Me alegro que te haya ido bien en el examen, cariño.

—Fue gracias a ti —afirma y niego —. Sí, no lo niegues, estuviste horas pegada conmigo estudiando intentando ayudarme con los ejercicios.

—Las veces que lo necesites lo haré, mi amor.

—Lo sé, mamá, pero, así como yo necesito tu ayuda y yo me dejo ayudar, yo necesito o más bien te pido, que me dejes hacerlo a mí también —La miro en silencio sin saber de qué está hablando.

—A ver, pequeña, ¿a qué te refieres con ayudarme? —pregunto.

—Mamá, que te la vives encerrada. Solo eres de la casa al trabajo o viceversa y ahora, como trabajas aquí en la casa, ni eso.

—Hija no tengo nada mejor que hacer —admito.

—Sí, si hay más cosas por hacer, pero te detienes por mí —abro mis ojos. Parece que estoy escuchando a Triz.

—Cariño, tú no me detienes de nada. Yo es solo que… —guardo silencio sin saber que decirle a mi hija.

—Quiero que salgas madre, quiero que hagas cosas que hacemos las mujeres. ¿Cuántas veces has ido de compras para comprarte cosas para ti? Ya te respondo, las veces que has ido a comprar lo básico. Nunca te has dado el lujo de salir, de hacer amigos, de conocer personas, visitar lugares. Tu vida no puede girar en torno a tu trabajo, la casa y yo.

—Desde que naciste es así cariño y estoy bien con eso.

—Mientes —afirma —. Eso no es vida. Quiero verte feliz, que salgas, y quizás conozcas a un hombre guapo.

Mi pequeña es realmente muy soñadora. Un hombre… eso es realmente muy complicado. Son pocos, por no decir ninguno que huyen de las mujeres con hijos y aunque Janisse este por cumplir la mayoría de edad, ella seguirá conmigo.

—A ver amor, el tema de los hombres mejor dejémoslo ahí. Ahora, quiero escuchar qué planes tiene esa cabecita para que yo salga como tú dices.

—Lo primero es ir de compras. Necesitas actualizar tu vestuario. Comprarte cosas que te luzcan tu bello cuerpo y no solo andar en jean y camisetas.

—Cariño, no podemos darnos el lujo de gastar innecesariamente. En unos meses es tu graduación y debemos comprar tu vestido. —Janisse se muerde el labio, mueve sus manos de forma inquieta y eso me anuncia que está nerviosa porque hay algo que tiene que decirme.

—Mamá, yo te tengo una noticia —dice igual de nerviosa.

—Cuéntame, amor. —Agarro sus manos y le doy una sonrisa para que entienda que todo está bien.

—Una de mis profesoras dice que tengo talento para ser locutora. Ella me ha ayudado y me ha enseñado mucho.

—Que buena noticia, mi vida. Es bueno que estés encontrando algo a lo que quieras dedicarte.

—Espera, mamá. Aún no termino —hago silencio, incitándola a que siga —. Gracias a ella tuve la oportunidad de audicionar para grabar un comercial de cosméticos de una importante empresa de publicidad y me quedé con el trabajo. —Estoy sorprendida, pero también feliz —. Yo quiero que usemos ese dinero para ir de compras.

—Mi amor, me pone muy feliz que hayas ganado esa audición. Lo que no entiendo es por qué no me lo dijiste. Hubiera ido contigo a echarte porras. A apoyarte. Ese dinero es tuyo, no tienes por qué gastarlo en mí.

—No te enfades, mamá. Tenía miedo de que no me dejarás hacerlo. La vez que trabajé el verano para comprarme mi teléfono no querías —me recuerda y tiene razón.

—Lo sé y te prometí que eso no volvería a pasar. Muchos jóvenes trabajan para eso y tú puedes hacerlo. Yo tuve que hacerlo.

—Entonces, ¿no estás molesta? —niego con la cabeza —Me gustó mucho hacerlo, pero ya se acabó —dice algo desilusionada.

—Cómo mismo se te presentó esta oportunidad, llegaran otras. No te preocupes.

—Sí, tienes razón

Lo prometido es deuda. Aquí está el capítulo de hoy. Nos vemos en la siguiente actualización. Espero que me dejen saber sus opiniones.
Besos,Kya

¿Cómo Ella? ¡Ninguna!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora