Capítulo 26

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—¿Cómo vas a solucionar lo de Luis Ángel? —inquiere, a la vez que acaricia mi cabello. Estamos acurrucados en su cama después de haber recuperado fuerzas en el yacusi.

—La única solución es hablar con Janisse y contarle todo —reconozco —. Simplemente, no me he atrevido. Han pasado muchas cosas. Lo que si no puedo permitir es que le mienta a mi hija y menos para ponerla en mi contra.

—No lo logrará. Janisse es muy inteligente y tú eres lo más importante para ella.

—Yo quiero creer lo mismo. Luis Ángel es muy manipulador. No tengo idea de que artimañas se puede valer. Necesito ir un paso por delante de él. —Eso es lo que tengo que hacer.

—Habla con ella esta noche —me aconseja.

—Lo haré —espeto con seguridad.

—¿Tienes hambre? —Cambia de tema. Sé que puede notar mi cuerpo tensionado por la situación.

—Joder. Ya es mediodía. —Con él parece que el tiempo transcurre más rápido que de costumbre—. Tengo que irme. Tengo mucho trabajo atrasado —de solo recordarlo ya me quiere dar un patatús—. Por Dios, donde está mi cabeza.

—Tranquila. Almorcemos y luego te dejo en la casa. De paso, me muestras tus diseños. No mentí cuando dije que te quiero ayudar a encontrar algo mejor. —No lo olvidó.

—Te los mostraré, pero tienes que ser sincero. Si son malos, son malos. No te sientas en la obligación de hacerlo tampoco. He ido a muchos lugares y no han querido ni abrir la carpeta. Yo entenderé que no cambien las cosas. —Mis palabras son más para mí que para él.

No dudo de que sea buena, por algo tengo tantas clientas para que confeccione sus ropas. Incluso a Janisse le he transformado piezas viejas y ha quedado encantada, es el solo hecho de que las casas de moda piden como primer requisito el único que yo no tengo, por tanto, las probabilidades son escasas. 

—Sí cambiarán. No te preocupes —asegura, aún acostado en la cama mientras que yo ya me he levantado para vestirme. Su mirada no sale de mi cuerpo, por un lado, me da pudor; pero por otro, no quiero que deje de mirarme así. Mis imperfecciones me hacen la mujer que soy.

Almorzamos comida pedida por Debrain entre risas y chistes de ambos, luego regresamos a mi casa. En el auto sostiene mi mano mientras maneja y me parece un gesto tan tierno. Debrain puede ser muy romántico cuando quiere.

En cuanto entramos a la casa me lo encuentro tal y como lo dejé. Las telas que tendría que usar hoy con las medidas encima de mi vieja máquina de coser. He tenido que repararla por mí misma no sé cuántas veces. Los técnicos piden lo que cobro yo por tres vestidos, no puedo darme ese lujo así que aprendí hacerlo yo, sale gratis.

Busco en la gaveta de la máquina la carpeta con los dibujos y se la doy a Debrain para que la vea. Yo por mi parte me acomodo para comenzar a coser.

Pasó alrededor d media hora muy rápido mientras yo movía los dedos en la máquina con la tela. Debrain observa los diseños con atención, solo que no podía interpretar sus expresiones. Son muchísimos diseños. Muchos mejorados de diferentes diseñadores que he visto en la tele y otros míos en noches de insomnio que tenía de vez en cuando.

Cerró la carpeta por completo llamando mí atención con el sonido de la misma. Dejé lo que estaba haciendo, esperando su apreciación...

—Jackie, todos esos lugares a los que fuiste, son unos imbéciles. —Me da risa que eso sea lo primero que diga.

—Yo los entiendo. No tengo preparación.

—Si se hubieran detenido a ver esto —señala el folder —, se hubieran dado cuenta que tu talento es natural, a pesar de no tener un título. —Puede que tenga razón o puede que no, nunca lo sabré.

—Gracias. —Es lo único que se me ocurre decir.

—Le haré llegar esto a algunas dueñas de casas de moda. —La levanta para que note que se llevará mi carpeta.

—Solo lo verán porque serás tú quien lo lleve —hago una mueca de tristeza —. Dudo que si la que va soy yo, me acepten.

—Solo les haré ver la carpeta. No mencionare nada más. Solo pediré una opinión y si alguien se ve interesado, iras tú a la entrevista— me explica —. No te niegues a que te ayude a cambiar esta forma tan explosiva en la que estás trabajando. No quiero que pienses que puedes llegar a algo por mi causa porque soy un empresario. Tu talento hablará por ti. —Intenta convencerme. Él solo me dará el empujón que necesito.

—Ya veremos. De todas formas, no me haré ilusiones. —Es mejor prevenir que lamentar y no quiero desilusionarme de nuevo. 

Voy hasta el sofá donde está sentado para acomodarme en sus piernas y abrazarle. Cuando me separo de él, su rostro queda muy cerca un movimiento y podemos besarnos, pero el sonido de la puerta siendo abierta de forma abrupta mostrándome a mi hija, nos hace detenernos.

Esa forma en Janisse no es normal. Algo le ha pasado y ruego a Dios porque no tenga nada que ver con este chico. Sin embargo, cuando la miro bien, veo que esta vez su rostro no está asustado como ayer cuando vino a contarme junto con Lucas. Más bien, tiene curiosidad por algo y esta alterada y no quiero imaginar que el motivo sea el que estoy pensando. 

—¿Qué sucede, hija? — Me levanto de las piernas de Debrain para reunirme con ella.

—¿Tienes algo importante que contarme, madre? —Su pregunta me deja muda. Se cruza de brazos esperando una respuesta por mí parte.

Mis miedos más grandes se vuelven realidad. Tenía que haber hablado con ella desde que Luis me amenazó cuando llegamos de Cancún, pero decidí hacer caso omiso a su amenaza y aquí están las consecuencias. Algo sabe. Ella no diría eso sin tener nada entre sus manos. Algo le dijo y me dejó a mí la peor parte.

—¿Sobre qué tendrían que contarte algo? —Necesito que sea ella quién lo diga porque me ha pasado en otras ocasiones.

—Sobre Luis Ángel, por ejemplo.

¿Cómo Ella? ¡Ninguna!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora