Capítulo 23

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Una verdad por contar

Dormían tranquilamente, con los radiantes rayos de sol entrando por la ventana. A veces cambiaban de posición debido al calor abrumador, pero seguían abrazados y sin despertar.

Abajo, las mujeres ya llevaban horas despiertas, como de costumbre. Hablaban amenamente en la cocina y terminaban de preparar el desayuno.

—Mito —llamó la anciana, obteniendo la atención de su hija —. ¿Estás segura de que vendrá?

La de cabello naranja suspiró —. Lo hará, madre, él me dijo que le avisara cuando Gon viniera a casa y yo le avisé que nos visitaba los fines de semana.

—Entiendo, espero que todo salga bien —comenta, mientras remueve el líquido en la olla de barro.

—Sé que sí, Gon es un buen chico, además, ahora tiene que escuchar lo que debe saber. Killua está con él, puede ser que también ayude.

Exhalaron, continuando con su labor. El silencio del ambiente era pacífico, cada mujer en sus pensamientos.

De pronto, la abuela habló —: Los muchachos duermen mucho. —Sonrió.

—Así es, a esta edad suelen dormir más, es la adolescencia. Probablemente están cansados de tanto estudiar sin parar, incluso duermen en la escuela, debe ser agotador. —Le responde, comprensiva.

—Pero ya es tarde, van a ser las nueve, ¿los despierto? —pregunta, tapando la olla con el desayuno listo y calentito, preparado con cariño por las expertas manos de la señora matriarca.

La pelinaranja ríe —. Está bien, si así lo quieres; yo no puedo, a mí me da pena despertarlos.

La adorable anciana va a su cuarto, saliendo luego con una caja misteriosa, la abrió y mostró el contenido: una trompeta.

Limpió su instrumento con dedicación y melancolía —. Yo era una de los mejores músicos en la banda, la trompetista estrella... ¡Qué buenos tiempos! —Su hija la vio, orgullosa y con gracia. Definitivamente su hijo adoptivo y visita tendrían un lindo despertar.

Su cabellera con canas y sujetado en dos trenzas se balanceaban mientras subía con ánimo las escaleras, giró la manija de la puerta con cautela entre risitas un tanto infantiles.

Ahí los observó, juntos y dormidos en la cama de su nieto, no negaba que se veían muy lindos, pero el día ya había comenzado. Llevó la boquilla a sus labios y los dedos a los botones dorados, sopló con sus pulmones llenos de aire.

La escena la recordaría siempre, el huésped saltando hasta una esquina de la habitación, con sus mejillas rojas por el sofocante calor coloreadas rápidamente de un blanco pálido por el susto y el bullicio; su nieto se cayó de la cama por el otro lado, golpeando su espalda en el proceso.

—¡Abuela Abe! —gritó el moreno, adolorido y agitado por el reciente susto, su pareja aún estaba alerta.

—Buenos días, muchachos, bajen a desayunar —invitó la sonriente anciana, para luego retirarse y dejar a los jóvenes pasmados.

Segundos después, ambos se pusieron de pie —. ¿Estás bien, Killua? —Le preguntó el más bajo, el Zoldyck asintió —. ¿Y tú? ¿te dolió mucho cuando te caíste? —cuestionó preocupado, el contrario negó.

—No fue para tanto, buenos días —saluda.

—Buenos días, Gon —regresa el saludo, acercándose. Sintió su rostro sujetado por las manos color canela del Freecss, para ser jalado a un beso rápido.

—El desayuno huele bien, ¡bajemos! —exclamó, ahora sonriente, tomando su ropa para ir a cambiarse, el más alto se cambió en el cuarto. Una vez listos, fueron a la mesa, en donde las mujeres de la casa los esperaban.

Por una mujer┃KillugonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora