68. Amenaza - Byron

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Byron – Philadelphia
Club Euphoria, Dic. 22:30pm

Me separo de Nevi y Sophie para dirigirme a la barra abriéndome camino cómo puedo entre la masa de gente que baila y salta al ritmo de la música; la sala aparece y desaparece de forma intermitente bajo las luces parpadeantes de los focos, tintándose a cada segundo de un color diferente. Las bailarinas se contonean en sus jaulas flanqueando a ambos lados la cabina del DJ, que con sus cascos y su equipo inunda el club con temas de techno y últimos éxitos a ritmo de cabeceadas. El club está más lleno que cuando vinimos la última vez, y se evidencia una mayoría femenina; sin duda atraída por la promoción de entrada y copa gratis de la que habló Sophie.

Finalmente llego junto a la barra y tengo que esperar casi cinco minutos hasta que el camarero termina de servir a la gente que esperaba antes que yo y por fin me presta su atención.

—Manhattan, Cosmopolitan, Margarita — recito en el orden en que los he aprendido.

El camarero no dice nada, solo asiente al recibir la comanda y se marcha para empezar a prepararla. Yo tampoco me fijo en lo que hace, sino que en vez de eso doy un rápido vistazo por los alrededores, deteniéndome de nuevo en lo alto del reservado. ¿Es posible que, esta vez sí, haya alguien al otro lado contemplando el gentío aquí abajo, eligiendo a sus presas como quien contempla el ganado, decidiendo el espécimen que cenará esta noche? No importa cuántas veces trate de mirarlo fríamente, es algo totalmente inconcebible y asqueroso.

El camarero regresa al cabo de un tiempo que se me hace demasiado largo con las tres bebidas, las cuales tomo con las manos, y me encamino de vuelta hasta el sofá donde he dejado a mis compañeros, únicamente para encontrarme con que no están allí. Arrugo la frente y miro alrededor, pero no los veo. Me pregunto adónde habrán ido o si habrán visto algo sospechoso; de tratarse de lo segundo, entiendo que no me hayan esperado. Dejo las bebidas sobre la mesa para liberarme las manos y saco el móvil del bolsillo trasero para ver si tengo algún mensaje de alguno de ellos, pero no. Estoy a punto de marcar el número de Nevi rogando para que lo note vibrar en el bolsillo porque sé que no lo escuchará con el volumen de la música cuando noto a una figura parada a mi lado.

—¿Te han dejado solo?

Es una voz de mujer, y cuando me giro me topo de bruces con una joven de más o menos mi edad, de piel pálida, ojos azules brillantes y pelo rubio y liso. Tiene los ojos maquillados parecido a como los lleva Sophie, y viste un vestido granate con escote en forma de corazón. Y es guapísima.

Demasiado guapa.

No digo nada, porque si ha preguntado eso es que se ha fijado en que antes iba acompañado y ahora no lo estoy, y sería estúpido negar lo evidente, así que espero que siga hablando, pero ella únicamente me contempla largamente, con una mirada intensa bajo sus largas pestañas llenas de rimmel, como si quisiera seducirme... Sus ojos azules brillan bajo los focos, brillan con un vigor casi irreal, como si no fueran de este mundo.

Entonces, quizás ya demasiado tarde, me doy cuenta de lo que sucede. Me llevo la mano libre al bolsillo izquierdo a toda velocidad, pero ella es más rápida al ponerse a mi lado y sujetarme la muñeca con sus finos dedos blancos y fríos en un fiero agarre que hace que se me duerman los dedos.

—Suéltalo —me dice con una voz para nada agradable. — Y el móvil, también.

Aprieto los dientes, pero no tengo más remedio que aflojar los dedos y soltar la cadena del crucifijo de madera que llevaba escondido en el pantalón y dejar caer el móvil encima de la mesa frente a nosotros. Al notar cómo destenso mi agarre, ella también me suelta la muñeca. Son gestos sutiles que, para cualquiera que nos mire, podrían pasar por un simple tonteo, pero nada más lejos de la realidad: ahora mismo, tengo a mi lado a una vampira.

—Siéntate — ordena ella.

Tragándome el orgullo y la rabia, obedezco. Sé que no me matará aquí delante de todos los presentes porque de querer hacerlo, ya lo hubiera hecho; pero también sé que fácilmente podría drenarme toda la sangre de un mordisco que, a vista del resto, pasaría por una pareja dándose el lote. Maldigo en mi fuero interno la ausencia de Nevi y Sophie.

Cuando me siento en el sofá de cuero, ella ocupa el sitio a mi lado. No tengo ni idea de qué tiene pensado hacer, pero todos mis sentidos están alerta y no dejo de buscar con la visión periférica a mis compañeros, aunque sin éxito. No digo nada y espero que sea ella la primera en hablar, cosa que no tarda en hacer:

—Sé lo que hiciste.

Entrecierro los ojos con inquina ante su acusación, aunque yo no sé quién es ella ni a qué se refiere, y esta no tarda en explicarse:

—Tú y esa zorra pelirroja, que sé que sigue por aquí, matasteis a mi compañero en Richmond.

Intento que mi rostro no demuestre ningún tipo de emoción ante su revelación, sobre todo porque realmente no fui yo el causante de la muerte del vampiro; solo Sophie... la cual no está aquí ahora mismo y soy yo el que se está comiendo su mierda. Aunque realmente es mejor así: algo me dice que Sophie ya tendría el cuello partido de encontrarse en mi situación.

Soy consciente de cómo se ha referido al vampiro que vi la noche del Kabana: ha dicho "compañero". Sé que no es la misma apelación con la que yo llamaría a Nevi o a Sophie, y eso me hace estar más en tensión. Los vampiros son vengativos.

Pero ni siquiera mi semblante imperturbable pasa desapercibido a la minuciosa y atenta mirada de un vampiro y esta sonríe, revelando unos dientes blancos y perfectos, con unos caninos sospechosamente más largos de lo normal, y provocándome un acceso de ira, pero también un escalofrío.

—Si ya sabes lo que hice, ¿a qué esperas? — la desafío.

—Ya me cobré mi venganza —replica ella. Entrecierro más los ojos, con una corazonada que ella no tarda en confirmar cuando añade: — Con la chica de Méndez. ¿Scarlet, se llamaba?

Aprieto los puños a mis costados, pero no digo nada. Durante un instante, nos mantenemos en un silencio que hubiera sido aterrador si no fuera por la música, los gritos, las luces, el humo y la gente bailando que nos rodea: ella me reta con la mirada, y yo la taladro a ella con la mía. De manera que fue ella la que acabó con la vida de aquella pobre chica que resultó estar en el sitio equivocado en el momento equivocado. Esa pobre chica que murió por mi culpa...

Pero dudo mucho que la vampira se haya tomado la molestia de entablar una conversación conmigo solo para decirme esto y hacerme enfadar, especialmente tratándose de su compañero muerto.

—¿Qué quieres de mí? — le pregunto sin andarme con rodeos, lo más serio y seco que puedo.

Ella me contempla a través de sus lentillas de color azul con las que tapa unos ojos más negros que el más profundo de los abismos y, cuando habla, lo hace arrastrando las palabras.

—Quiero que tengas miedo. Que cada noche, te asalte la duda de si estaré cerca, vigilándote, lista para acabar con tu vida... o con la de aquellos que te rodean.

La amenaza sale de sus labios llena de odio, y sé que habla en serio.

En ese momento, la música se detiene y las luces se apagan por un instante, y todos mis sentidos se ponen en alerta máxima, temeroso de que la vampira lo haya planeado todo y realmente su plan sí sea matarme... Pero entonces, tan de súbito como todo ha parado, la música vuelve con un ritmo más suave y las luces regresan en un tono azulado, acompasando a la canción lenta que ahora inunda la pista de baile, haciendo que la gente empiece a bailar más despacio o pegados a sus parejas.

Pero, a mi lado, ya no hay nadie.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora