7.

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AUSTIN

Aquel día había amanecido nublado. Eran sin duda mis días favoritos para surfear y estar en la playa, ya que el excesivo calor no traía a una gran cantidad de turistas con familias numerosas y jaleo en general. Me levanté pronto, como de costumbre. Tenía pensado ir a la cabaña, pero me decanté por ponerme un bañador e irme al agua. Mi padre estaba apoyado en la encimera de la cocina con una taza de café en la mano.

-Buenos días, hijo- me saludó.

-Hola. Creo que me voy a la playa. No sé si vendré para comer.

-Ayer me encontré a Jennifer, ya sabes, y me contó que has hecho buenas migas con su hija. - al ver que no sabía a quién se refería, especificó- Jennifer es la madre de Ashley, la chica morena nueva, nuestra vecina.

Sí, ya sé quien es.

-Ah. Bueno, no sé. Yo solo le presenté al grupo, ya que prácticamente me obligaste.- repliqué.

-Era por educación, hijo. - argumentó.

Ahora que lo pensaba, llevaba varios días sin cruzarme con Ashley. Y mira que era difícil, siendo vecinos, y ahora teniendo los mismos amigos. Según me contaba Mark, había estado intimando mucho con Sarah.  

De un modo u otro, nos habíamos estado evitando desde la noche que la llevé a ver el amanecer. No entendí su reacción aquella noche. ¡Si no la hice nada! Tan solo dar el pésame por la muerte de su padre. Que yo no entendía, me dijo.

Si ella supiera...

Y no paraba de darle vueltas a su cara. Me sonaba tantísimo, pero, ¿de qué? No estaba seguro. Una opción loca me vino a la cabeza la otra noche, y aunque varias piezas encajaban, era completamente de locos. Imposible.

- ¿Entonces irás a la gala esta noche?- la pregunta de mi padre me devolvió a la realidad.

-¿Perdona? ¿Qué gala?

-No me escuchas cuando te hablo, Austin. Tu madre te lo dice siempre. ¿Pues qué gala va a ser? La que hacen todos los años el alcalde y su familia, o sea, la de tu amiga Sarah, para abrir la temporada de verano. Ya sabes que vamos todos los años, la celebran en el yate, y siendo tú su amigo...¿Cómo no podías acordarte?- me espetó.

Al cabo de un rato caí en la cuenta. Ahhh. La estúpida gala esa del alcalde que se hacía para empezar el verano cuando el verano ya llevaba empezado un tiempo. ¡Menuda tontería! Un montón de pijos más brindando en un yate con champán.

La familia de Sarah, a la que conocía desde que era un niño, era la familia más importante de la isla. Su padre era el alcalde, y un importante empresario, y Sarah había vivido entre lujos toda su vida, supongo que por eso era tan rebelde. Mi familia también tenía bastante dinero, pero nunca les gustó presumir. Tampoco a mí. Nunca quise abusar de todo su dinero. Ni quiero. Al final, son sólo números. Sé que a él tampoco le hacía demasiada gracia esa gala , pero aparentemente se llevaba bien con el- con perdón- capullo del padre de Sarah.

Ya me había aburrido de la conversación, así que cogí mis cosas y me dirigí a la playa. Allí estaba Mark, como siempre. Menos mal que no estaba Peter. No me apetecía tensión a esas horas de la mañana.

-¿Se te pegaron las sábanas hoy?- demandó.

-Mi padre.- puse una mueca.- ¿Vas a la gala esta de Sarah hoy?

-No creo. Tengo que ayudar a mi padre con el bar.- me respondió. 

Pobre Mark. Curraba horas y horas con su padre en el bar sólo para poder pagar el alquiler de su casa. Así llevaba toda su  vida. Su madre era enfermera y hacía mil horas en el hospital. 

Mi padre era director de una empresa, y aunque había sido un padre increíble durante toda mi infancia, desde siempre tuve claro que el estar metido en una oficina no era para mí. Supongo que el sueño de todo padre es que su hijo estudie lo mismo que él, pero tuve suerte de que mi padre no pusiera ninguna pega en la carrera que yo quería estudiar.

Medicina.

Empecé el año pasado en la universidad de Berkeley, y no me está yendo nada mal. También tenía claro que lo mío no son las máquinas u ordenadores, como Mark, que si quisiera sería el nuevo Steve Jobs.

Estuvimos surfeando toda la mañana, y paramos sólo para comer unos tacos en mi restaurante favorito de todo el pueblo. Mentiría si dijera que no esperaba que apareciera en algún momento la morena insoportable normalmente vestida de negro a la que llevaba días sin ver. Casi la podía ver poniendo los ojos en blanco y sonrojándose en mi mente.

¿Estás loco, o qué te pasa?


Ya caía la tarde y tenía que empezar a prepararme para la gala esa. Lo más formal de mi armario era una camisa a cuadros que mi perro, Skeetels, había mordido en un arrebato de furia.

¿Por qué me importaba lo que iba a llevar puesto? Jamás me había importado. De repente me pregunté si Ashley estaría en la fiesta. Tal vez.

Céntrate.

Al final me puse unas bermudas color crema y una camisa blanca simple que me prestó mi padre. Curiosamente, me tiré por lo menos quince minutos retocándome el pelo. Ahora que lo veía, tal vez si era hora de un corte, como decía mi padre. No sé. Me eché medio litro de colonia, que poco más y me intoxicaba, y me calcé los zapatos. Todo sería normal si no fuera porque una persona llevaba ocupando mis pensamientos todo el maldito día.

Llegué con mi padre a la fiesta en el barco, que iba a estar anclado en el puerto, cuando ya estaba allí la mayoría de gente. El padre de Sarah, un hombre corpulento, calvo, y con un grueso bigote, no tardó en saludar a mi padre. Le acompañaban su mujer, rubia y esbelta como su hija, y Sarah. Iba con un vestido rojo largo que se ceñía a sus curvas y su melena rubia oscura caía en cascada por su espalda. No lo voy a negar, Sarah era realmente atractiva. Siendo amigos desde pequeños, los sentimientos entre nosotros florecieron alguna vez. Pero se quedó ahí. La tengo mucho aprecio, pero no creo que la vuelva a ver nunca más como algo más que una buena amiga.

-Hola, Austin.- me saludó sonriente, y no tardó en pasar su brazo por el mío- ¿Qué tal estás?

-Ni tan mal, pero no recordaba esta fiesta tan elegante. Desentono un poco, ¿no crees?- dije mientras cogía una copa de...¿champán? Ni idea.

-Tú nunca desentonas. ¿Van a venir los chicos?

-Mark no. Tiene lío en el bar. A Peter creo que le he visto por ahí.

-Siempre a su bola, este chic...- no presté demasiada atención a lo demás que decía, ya que mis ojos se posaron en la chica que acababa de entrar a la fiesta. Ashley.

En verdad Ashley no era demasiado atractiva. No tenía un cuerpo de modelo, o unos rasgos que tirarían a cualquier hombre para atrás, pero era...especial. Su media melena color chocolate encajaba de maravilla con el poco moreno que había adquirido su piel. Sus ojos marrones eran hipnotizantes, y los pequeños hoyuelos iban a la perfección con la arruga que formaba su nariz cuando se ponía roja y se tapaba la cara del corte que le había dado. Eran pequeños detalles que no me fijaba en otras personas, pero en ella, todo eso me parecía atractivo.

Ya vale con la honestidad, ¿no?

Iba con un vestido negro que le llegaba a las rodillas, con poco escote. Se había recogido el pelo en un moño pero la mayoría de pelos se le escapaban. Nuestros ojos se encontraron y no pude evitar sonreír como un estúpido.

-¡Ashley!- la gritó Sarah, que había olvidado que aun se encontraba a mi lado.

Ashley apartó la mirada, nerviosa, y se pegó a su madre como una niña de cinco años. Sarah corrió hacia ella y yo me quedé como un pasmarote, hasta que alguien me sobresaltó por la espalda, y el tremendo olor a perfume femenino me embriagó.

Hailey.

Iba a ser una noche movidita.

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora