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ASHLEY

-¿Este te gusta como estantería?- demandó mi madre señalando un mueble color beige con mil cosas encima.

-No.- puse una mueca.- Demasiado recargado.

Había accedido a acompañarla a una tienda de muebles para que pudiera elegir decoración para la casa, que aún estaba un poco sosa. Yo tampoco quería dar demasiado mi opinión porque al fin y al cabo, era mi madre quien iba a vivir en la casa todo el año, así que me limitaba a hacer comentarios o a criticar cosas que simplemente no podía comprar. 

Por otro lado, tenía una rara sensación en la boca del estómago, ya que cómo me había dicho mi madre, yo también debía elegir alguna decoración para la habitación en la residencia de estudiantes en la que viviría a partir de septiembre, claro. Pero lo más gracioso era que aún no había decidido en qué universidad.

Viviendo al límite.

Tanto los de Berkeley como los de la NYU me habían llamado avisándome de que entraba en el plazo final para decidirme, y sin embargo yo, cada vez tenía más dudas. Por un lado, ahí estaba Berkeley: tentador, muy cerca de casa, según había leído la gente que había estudiado psicología allí todos ya ejercían y muy contentos, y bueno, que Sarah, Mark  y...Austin estudiaban allí.

Y luego estaba la Universidad de Nueva York: era un absoluto sueño estudiar allí, y ya que te aceptaran era un privilegio, allí ya tenía una habitación individual reservada y sin embargo en Berkeley tendría que compartirla, y que bueno, siempre fue mi sueño.

Estaba ordenando los pros y contras en mi cabeza por décima vez cuando mi madre volvió a hablar.

-¿Qué me dices de esto?- abrió la boca entusiasmada, sujetando un jarrón con forma de gato.

Puse otra mueca, y suspiré. 

-¿Desde cuándo te gustan los gatos? 

-Desde ahora mismo. Me he enamorado de este jarrón.- exclamó.

Solté una risita.

-Eres tú la que lo pagas, no yo. Pero cuando tengamos visita quiero esa horterada escondida detrás del sofá.- protesté, y ella asintió.

-Hecho.

Después de comprar algunas cosas útiles y muchos más caprichos horteras de mi madre, nos sentamos en una cafetería del pueblo bastante bohemia y acogedora. Yo me pedí un café, (mi segundo del día porque últimamente necesitaba cafeína) y un donut, y mi madre lo mismo. 

-¿Qué tal te llevas con Austin?- casi me atraganto con el donut al oír su pregunta.

Bueno, pues nos hemos acostado, besado, me regaló su pulsera favorita, hay tensión entre nosotros, pero...

-Bien. Somos amigos.- afirmé.

Ella puso una rara expresión que no supe descifrar.

-Vale.- masculló.

-¿Cómo que vale?  ¿No me vas a hacer mil preguntas de si me gusta o es mi novio, o que tome precauciones o lo que sea? Como la charla del día ese. ¿Seguro que eres mi madre?- enarqué una ceja.

Ella suspiró y asintió. Me seguía pareciendo raro. De pronto, el padre de Austin, Andrew entró en la cafetería. Al vernos, se saludó con mi madre y se acercó.

Este hombre aparecía en todos lados.

-Hola, Jennifer.- le dedicó una mirada demasiado amable para mi gusto, y se giró hacia mí.- Ashley.

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