6.

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ASHLEY

- ¿Te ocurre algo, Ashley? Apenas has probado del granizado.- me dijo Sarah, que ya llevaba la mitad del suyo. Yo, sin embargo, estaba absorta en mis propios pensamientos.

-¿Qué? Ah, no. Simplemente pensaba.

-¿En alguien en especial?- comentó con una risa al final.

-No, ¿por qué iba a pensar en él?

-Yo no he dicho nada de él. - me respondió, y me di cuenta de que había metido la pata.

-Vamos, Ash. ¿Crees que no he notado la química entre Austin y tú durante las semanas que llevas aquí? Yo me atrevería a decir que le gustas, y si es así, me alegro por él. Ojalá vuelva a ser feliz.

-¿Volver a ser feliz? ¿Es que le pasó algo?- pregunté, enarcando una ceja. 

-Auch. Metí la pata, perdón. Supuse que te lo había contado, pero no es un tema fácil de sacar- comentó incómoda- Es mejor que te lo cuente él cuando esté preparado.

Vaya, a simple vista la vida de Austin parecía perfecta, no imaginaba que le hubiera podido pasar algo que le quitara la felicidad, a juzgar por el comentario de Sarah.

Las semanas que llevaba allí, que pasaban bastante rápido, habían sido como una montaña rusa. Mi madre tardó poco en acostumbrarse y crear una rutina, sin embargo a mí me costó un poco más. Veía a Sarah, Austin, Mark y Peter a diario, y a medida que los conocía, me daba cuenta de que cada uno era diferente y especial a su manera. Sarah era un torbellino, sociable, divertida y guapísima. Mark era un apasionado de los videojuegos, con un gran corazón, y el mejor amigo de Austin. Peter era una persona que me recordaba a mí en versión masculina, reservado, introvertido, con gran mundo interior, y muy misterioso. Yo, siendo una persona observadora, no pasé por alto la cierta tensión que había entre él y Austin. No quise preguntar a nadie, pero supuse que tendrían viejas rencillas que a nadie le apetecía discutir.

Y Austin...era Austin. Aquellas semanas habían estado llenas de sus comentarios sarcásticos y prepotentes, y a la vez de su energía, que parecía que no se le acababa nunca. Había tenido días horribles, y echaba de menos a mi padre, muchísimo, pero aquel chico rubio al que apenas conocía aun me había devuelto un poco la sonrisa.

Pero sigue siendo insoportable.

Mi madre tampoco había pasado por alto mi aparente buen humor. Fingía que no le daba importancia, pero sé que ella también estaba más feliz por eso.

-¿Pedimos sushi hoy, cielo?- me preguntó aquella calurosa noche de finales de junio.

-No pedimos sushi desde...

-Lo sé- me interrumpió- Pero te encantaba. Igual que a tu padre. A mi nunca me entusiasmó demasiado el comer esos rollitos de pescado crudo.

-Está bien.- accedí. 

Comimos en silencio, pero recordando a veces viejas costumbres de mi padre, como cuando se comía todo el arroz de dentro, o cuando jugábamos a ver quien se metía más trozos en la boca.

-

Eran cerca de la seis de la mañana y estaba desvelada. La pesadilla se repetía en mi cabeza como un reloj. Veía la imagen y la cara de mi padre nítidas, como si lo pudiera tocar. Para colmo, tenía calor, mucho calor. Como soy tan lista, aun no había ido a comprar más ropa de verano, y todas mis sudaderas y camisetas estaban lavándose, así que dormía en ropa interior.

AGGGGHHH.

Unos golpes en mi ventana me sobresaltaron. ¿Sería un pájaro? Mi ventana era un bajo así que podía ser perfectamente un animal salvaje. ¿Había serpientes en California? No quería arriesgarme a descubrirlo. Los golpes eran un repiqueteo, y un susurro apareció de pronto.

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora