PRÓLOGO

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-¿Sabes? Nunca he conocido a nadie como tú.- me susurró mientras jugaba con un mechón más oscuro de mi pelo.

-Menos mal. Dos como yo en el mundo traerían demasiada negatividad.- comenté divertida, trazando círculos en el vello rubio de su brazo.

-¿Te acuerdas de lo que me preguntaste la primera noche que pasamos en la playa?- se incorporó.

-¿Si creías en el destino y las almas gemelas? - le miré a aquellos ojos verdes que todavía hacían que me temblaran las rodillas.

-Sí. Creo que voy a cambiar mi respuesta. - sonrió, e intenté inmortalizar aquella imagen con la mente, sin saber que se convertiría en uno de mis recuerdos más preciados.- Sí que creo. Gracias a ti. ¿No te parece curioso? Todo esto, la vida, habernos conocido.

-No quiero que esto acabe. ¿No podemos ser para siempre? - le pregunté, con la esperanza de que me abrazara y me dijera lo que quería escuchar.

Pero no fue así, porque la vida te da una de cal y dos de arena.

-Nada lo es, pequeña, nada lo es.- me respondió, y deseé que me hubieran advertido que esa frase iba a cobrar sentido antes de lo esperado.

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