17.

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ASHLEY

Acompañé a Sarah de nuevo a la habitación para que se pusiera un bañador y cogiera la tabla de surf. Ya supuse que esa gente, viviendo en sitios tan costeros como ese, estarían acostumbrados a surfear y a aquellas competiciones, pero a mí ese deporte me parecía increíblemente difícil. Ni en mil años me subiría yo a una tabla y me metería entre olas, con el miedo que me da el mar. 

Lo primero que hice esa mañana fue llamar a mi madre, que en efecto, estaba muy preocupada. Me contó que iría de excursión con Andrew, y unos padres más del pueblo que había conocido.

Yo aquella noche apenas había podido dormir, a pesar del sueño que tenía. Fue una de esas horribles noches en las que quieres dormir de verdad y a tu cabeza le da por pensar y darle vueltas a absolutamente todo, hasta acabar por proyectar aquella vez que te caíste en público a los diez años.

Odiaba cuando me pasaba eso. Por el contrario, veía a Austin fresco como una rosa, como si no hubiera pasado nada cuando me acompañó a cambiarme a la habitación.

Es que no pasó nada.

Sí pasó. Para mí sí. Y luego, el comentario de Peter me había afectado más de lo que me hubiera gustado. ¿Por qué me afectaba? Austin y yo éramos AMIGOS. Pero aún así, una parte de mí se sentía usada al mirarnos de esa forma y que luego él se pasara la noche hablando con otra. Que seguramente fuera Hailey. Ya me caía mal.

 No tenía mucha experiencia en lo referido a relaciones, ya que lo que tuve con Ed no contaría como una relación de dos personas enamoradas, sino más bien de una persona egoísta que acabó usando a la otra y acabando con su inocencia. Di mi primer beso con él, mi primera vez fue con él, y aunque son recuerdos que a cualquier otra persona le parecería bonito recordarlos, yo optaba por hacer como si no hubieran pasado. Y luego me puso los cuernos.

También había estado con otros chicos, pero fueron líos en mi época mala en la que solo quería hacerme un hueco entre la gente falsa de mi instituto, pero ninguno de ellos mereció la pena, o me hizo plantearme creer en el amor.

El caso es que para mí, unas simples miradas como las que nos habíamos dirigido él y yo hacía apenas unas horas, significaban más que cualquier experiencia sexual.

Porque era su mirada. Esa que hacía que mi cuerpo temblara. Y estaba cagada con eso. De todas formas, solo habíamos sido dos amigos teniendo una conversación normal. Se lo había contado todo a Sarah, la cual me escuchaba y asentía de una forma en la que me hacía ver que de verdad le importaba. O al menos eso pensaba yo.

-Te deseo mucha suerte. Ojalá ganes a Austin y le calles la boca.- le di un cálido abrazo a Sarah en la arena, minutos antes de que ella empezara a practicar. Decía que la resaca ya se le había bajado un poco, y ya volvía a tener su mirada chispeante de siempre.

-Gracias, Ash.- me dedicó una bonita sonrisa.- Nos vemos luego.

Se marchó.

-Yo tampoco le veo el sentido a este deporte.- la ronca y misteriosa voz de Peter hizo que pagara un brinco del susto.

-¡Dios! Me has asustado, Peter.- reí nerviosa.- Otra vez. Nunca te oigo llegar.

-Perdona, siempre lo hago, y es verdad, debería corregirlo.

-Tranquilo, está bien.

-Odio esta playa. Siempre está llenísima de gente, y más días como hoy.- argumentó, señalando a la tremenda masa de gente que se encontraba aquel día de julio. Algunos tomando el sol, otros haciendo cola para comprarse un helado o comida, otros en el parque de atracciones que estaba al lado, y muchos sentados en la arena para ver la competición de surf. Había una torre alta donde se encontraba el socorrista, acompañado de más y de un hombre con un megáfono que al parecer era el principal organizador de aquel evento. Surferos de todos lados de Los Ángeles estaban allí reunidos.

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora