10.

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ASHLEY

Aquella noche el cielo estaba precioso. 

Daba paz, me sentía a gusto. Me alegraba de haber hecho caso al loco que tenía a mi lado y escaparnos de la fiesta. No sabía si mi madre se habría dado cuenta de que yo no estaba, pero bueno, ya le mandaría un mensaje. Me había sincerado con Austin acerca del miedo que me daba el futuro nada lejano que me esperaba, y él me había emocionado con su discurso sobre formas de ver la vida. 

Ojalá yo viera la vida de la misma forma que él. Pero yo odiaba la vida en ese momento. No sabía qué iba a ser de mí, si iba a sobrevivir. Me limitaba a vivir aquel verano lo mejor que podía.

-¿Te puedo hacer una pregunta profunda?- demandé. 

Me encantaba hacer preguntas profundas, aunque era algo que a la gente le solía incomodar, no sé por qué. 

-Dispara, pero antes de que te anticipes, no creo en ningún Dios. - se alborotó el pelo con su enorme mano, llena de anillos y pulseras. 

-¿Crees en el destino? ¿Y en las almas gemelas?- ni yo sé por qué pregunté eso. 

Era más fácil algo tipo cuál era su color favorito, pero no le di más vueltas. Me gustaba saber la opinión de la gente en cuanto a esos temas. 

Hizo una pausa y se lo pensó un momento.

-No. El destino es para personas que esperan. Yo no espero a que pase algo. Lo hago ocurrir. No sé con exactitud si hay una fuerza mayor a todos nosotros que controla cada suceso, o si hay personas que están destinadas a encontrarse. Tal vez sí. E incluso me aventuro a decir que todo pasa por algo, pero no se sabe. Yo solo vivo el momento. Y en cuanto a las almas gemelas...pues no sé. Pienso que si nos pasamos la vida en busca de nuestra alma gemela, nos tiraríamos la vida solos. Lo más probable es que la mayoría de nosotros no la encontremos en esta vida. La verdad es que muy poca gente encuentra a alguien que le complemente al cien por cien. Es casi imposible. Así que no sé. - su reflexión me dejó embobada.

 En ninguna clase durante todos mis años de instituto había prestado tanta atención.

 Austin hablaba como un profesor, pero no uno aburrido.

 - Filosófico, ¿eh? Debería trabajar dando discursos.- alardeó. 

-¿Qué vas a  estudiar?- su pregunta volvió a captar mi atención después de momentos de silencio. Giró su cabeza hacia mí, de forma que sus mechones rubios le caían en la frente, y sus ojos verdes me miraban con ternura. 

Yo también giré mi cabeza. Estábamos frente a frente. 

-Psicología. Lo he querido estudiar desde que era pequeña, y...pues eso. ¿Qué estudias tú? Tienes pinta del típico abogado a la fuerza que va a dejar la carrera el año que viene. 

-Medicina. - me quedé sorprendida, cosa que él notó.- No te lo esperabas, ¿verdad? Pues sí. En septiembre empiezo mi segundo año, y estoy muy feliz. 

-¿Por qué querías ser médico?- la curiosidad me mataba. 

-Hay dos razones principales.- se rascó la mandíbula.-La primera, por mi hermana, Elle. 

-¿También es médico?- curioseé.

-Murió.- su sonrisa se desvaneció.

Otra vez sin tacto, perfecto. Estás que te sales. 

-Eso es...lo siento mucho. Y aquel día que te dije..., dios, tengo 0 tacto. Perdóname. - me sentía como una víctima insensible. 

-Tranquila. No lo sabías. Y como dices tú, no te disculpes, no tienes la culpa. Ocurrió hace poco más de tres años. De cáncer. - añadió, y pude ver la tristeza en sus ojos. 

El cáncer...era tan injusto. 

Pobre Austin. 

-Desde ese día, no he malgastado ni un instante de mi vida. Porque son dos días contados. - continúo. 

-Ojalá yo pudiera hacer lo mismo. Yo no veo que pueda salir adelante. 

-Sí lo harás. El dolor jamás se irá. Yo la echo de menos cada día, y todavía veo sus fotos y me pregunto que por qué a ella...Estaba llena de vida, con mil planes de futuro, y de un día para otro, se acabó. - me dolía demasiado entenderle. - Pero un día recordarás a tu padre y sonreirás en vez de llorar, te lo prometo. 

De pronto me acordé de aquella foto enmarcada que vi en la cabaña de Austin de él y una chica. Debía de ser su hermana. Otra bofetada mental porque, aunque no quise admitirlo, me puse celosa al pensar que sería su novia.

-Gracias.- respondí, y al mirarle me entraron ganas de...¿besarle?

Pero no lo iba a hacer.

No podía.

No quería.

Austin y yo éramos amigos. Y apenas nos conocíamos.

Y él era insoportable. 

Pero te gusta.

Me iba a incorporar para cortar la tensión que se había generado entre nosotros, pero él se me adelantó. 

Juntó nuestras cabezas de manera brusca, pero en el momento en el que estampó sus cálidos labios en los míos, todo su cuerpo se relajó. Mi piel se había puesto de gallina y había perdido el control sobre todos mis músculos y sentidos. Fue un beso suave y delicado, pero apasionado al mismo tiempo.

-Austin...- gimoteé.

-Déjate llevar, Ashley. - me pidió, y desde ese instante supe que estaba perdida. 

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora