25.

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ASHLEY

Honestamente, estaba muy nerviosa. El tiempo que llevaba mordiéndome las uñas, lo delataba. 

¡Iba a conocer a la madre de Austin! No sé que se me habría pasado por la cabeza cuando le dije que sí. 

A ver, Austin y yo no estábamos saliendo, pero conocer a su madre me parecía algo importante. Y quería causarle una buena impresión. 

Austin pareció notar mis nervios cuando soltó una mano del volante para colocarla en mi muslo. Sentí una oleada de mariposas en mi estómago, cómo un simple roce suyo causaba mucho más efecto en mí que cualquier otra cosa. 

-Tranquila, Ash.- me dedicó una media sonrisa.- Le encantarás. No sobre pienses todo tanto.

Cómo si fuera tan fácil.

Le había mandado un mensaje a Sarah contándole lo que iba a hacer, y me había respondido con muchas caritas de asombro. Según lo que me contó, nunca nadie acompañaba a Austin a ver a su madre. 

¿Era bueno o malo que yo fuera la excepción? 

Me quedé prendada al sacar la cabeza por la ventanilla y ya divisar el famoso Golden Gate, el puente colgante de San Francisco. Pasábamos por él y una sensación de vértigo me embriagó, pero ni siquiera le di importancia. 

A pesar de que con mi padre viajaba mucho, nunca había estado allí. No pude evitar sonreír como una tonta. Giré la cabeza para ver a Austin, que al volante, con el viento en la cara y aquel paisaje, era todo lo que estaba bien.

Lo poco de la ciudad que vi en el camino me fascinó, aunque Austin me contó que también había bastantes barrios malos a los que era mejor no acercarse. Me sorprendió ver una gran cantidad de casas iguales, aunque pintadas de diferentes colores, al estilo victoriano, y según Austin me contó, eran muy famosas. 

-¿Conoces mucho San Francisco?- inquirí.

-No mucho, la verdad. Mi madre se mudó aquí cuando mi hermana murió, pero tampoco he tenido tiempo de que me haga una visita guiada, ni nada de eso. 

La casa de su madre era bastante grande. Más que la mía o la de su padre, la cuál ya me parecía enorme. ¿Su madre también era rica? No pude evitar poner los ojos como platos al verla. 

Era una típica casa de campo, situada a las afueras, pero con un toque diferente. Tenía una fachada de madera blanca, con un porche con hamacas y una mesa de cartas. 

Aparcamos el coche en una plaza que supuse que sería suya también. El jardín era de un verde precioso, lleno de flores de diferentes colores. 

-Madre mía.

-Vamos, ven.- me indicó Austin para que pasara. 

Él tenía llave así que abrió la puerta sin necesidad de llamar. El interior era todo color ocre, con tonos muy rurales. Lo que primero vi fue una gran sala de estar, con una televisión, dos sofás de tela granate, y una alfombra redonda de colores mezclados. Había muchas plantas, cuadros, hasta mini estatuillas. También divisé la cocina, no muy moderna para mi sorpresa. Todo era muy rural, muy...¿hippie? Pero bueno, el ambiente me agradó bastante. 

-¡Hijo! ¿Qué te he dicho siempre? Llama antes de entrar, que me creo que eres un ladrón.- exclamó una voz.

La madre de Austin apareció en la salita al segundo. Era una mujer de mediana edad, tal vez más mayor que mi madre, pero se conservaba bien. Era alta, y bastante delgada. Tenía una gran melena rubia alborotada con flequillo, y a medida que se acercaba, me pude fijar que también lucía unos preciosos ojos verdes, como su hijo. Por las fotos, también sabía que Elle tenía esos mismos ojos.  No hacía falta indagar mucho para darse cuenta de que aquella señora era la madre de Austin. Compartían muchos rasgos, más que con su padre. 

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora