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ASHLEY

Aquella noche tuve una pesadilla. Más bien, la pesadilla de siempre. Esa que amenazaba mi cabeza noche sí, noche también. Era una en la que se repetía con todo lujo de detalles la tarde del accidente. Pero había algo diferente. En esta pesadilla, yo sabía lo que iba a pasar, pero no podía impedirlo. No me quedaba inconsciente cuando chocábamos con un coche cuyo conductor iba con copas de más. Simplemente lo veía todo a cámara lenta, veía el impacto, y a mi padre morir enfrente mía, por mi culpa, sin yo poder hacer nada. Mi psicóloga ya sabía de estas pesadillas, pero al igual que mi madre, creían que se habían ido.

La terrible muerte de mi padre me dejó muchísimas secuelas y traumas, y mi madre se tuvo que hacer cargo de todo eso. Me odiaba a mí misma por todo el trabajo que le doy, y ahora que estaba tan feliz por la mudanza, no podía contarle que su hija no mejoraba. No podía hacerle eso. A veces simplemente esperaba un milagro, porque sino, no veía luz al final del túnel.

Me desperté sudando y asustada. Miré el reloj, eran las seis de la mañana.

Estupendo, cuanto vamos a dormir este verano.

Me miré al espejo y no pude evitar hacer una mueca de asco. Mi cara de muerta iba de maravilla con el moño despeinado que me había hecho la noche anterior. Pensé en intentar volverme a dormir, pero sabía que eso iba a ser imposible. Cogí el móvil por aburrimiento, y me metí en Instagram. Odiaba lo falsa que es la gente en las redes sociales, sonriendo como si su vida fuera perfecta o escondiéndose detrás de un filtro. Stella me seguía teniendo en close friends al parecer, y al meterme me encontré una historia de ella riéndose a pleno pulmón con Lisa, una chica que me hizo la vida imposible desde primaria, y con Ed.

Qué poco había tardado en sustituirme. Me contuve las ganas de llorar y aunque no lo admití en voz alta, estaba muy enfadada. ¿Existía algo más rastrero que traicionar una amistad? Ilusa yo por pensar que sería para siempre. Ni siquiera me había escrito desde que murió mi padre, y ya le tocaba estar 'en las malas', no solo en 'las buenas'.

De repente me acordé de los chicos que conocí la noche anterior. Una cabellera rubia despeinada me vino a la cabeza, Austin. Ese chulo prepotente al que había ganado al voleibol. ¿Tendría Instagram? Era más que obvio que sí. Creía recordar que su padre se apellidaba Adams.

¿Por qué demonios te interesa, Ashley?

Da igual, no significaba nada. Busqué 'Austin Adams' y aparecieron al menos quince usuarios llamados así. Le reconocí por la foto de perfil, en la que aparecía él sin camiseta con una tabla de surf al lado.

Chulito.

Tenía la cuenta pública y sólo por eso me permití deslizar entre sus publicaciones. Sabía que eso era stalkear, pero él nunca lo sabría. Además, sólo estaba aburrida y me picaba la curiosidad. Lo que haría una persona normal.

 Definitivamente, veníamos de mundos distintos. La mayoría de sus fotos eran en fiestas, en la playa, en chiringuitos. Se veía que llevaba una vida de lo más cómoda. En otras fotos aparecía con sus amigos, con Sarah. Me pregunté si esos dos habrían salido.

Tienen todas las papeletas, dado que los dos parecen modelos de bañadores.

Cuando decidí que ya era suficiente mi labor de espía por hoy, fui a salir de su perfil, pero mis queridas manos mágicas soltaron un like sin querer a una de sus fotos, en la que salía solo.

Mierda, mierda, mierda. La has cagado, estúpida.

Genial, perfecto. Ahora se iba a pensar que soy una loca acosadora que le cotilleaba el perfil a las malditas seis de la mañana. Solté el móvil en un acto reflejo, y me regañé a mi misma por ser tan descuidada. Quité el like, obviamente, y me tiré a la cama con la cabeza contra la almohada.

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Me desperté cerca de las doce de la mañana, porque al final sí me volví a dormir, y encontré una nota de mi madre diciendo que había ido a hacer compra y papeleo de la casa. Rebusqué en la nevera y encontré pizza fría de la noche anterior, y decidí que comería eso, ya que me rugían las tripas.

Estaba comiendo tranquila cuando unos golpes en la puerta me sobresaltaron. Era Austin.

¿CÓMO QUÉ ES AUSTIN? ¡SI VAS HECHA UN DESASTRE! 

Me daba demasiada pereza cambiarme, pido perdón. Suspiré y abrí la puerta. 

-Hola. ¿Te acabas de despertar?- me preguntó, con su sonrisa impecable.

-No.- mentí.

-Ah vale, entonces llevas despierta desde las seis, con tu busca en Instagram- comentó, y se rio. Mientras, yo, parecía un tomate, otra vez. - Vuelves a estar roja.

-No sé de qué me hablas.

-Está bien, dejémoslo, pero la próxima vez, me sigues también, que no muerdo.

-Eres insufrible, ¿te lo habían dicho ya?- protesté. No estaba de humor, precisamente. 

-Constantemente. Oye, ¿te vienes? Vamos a bucear.

-¿A bucear?

¿Seguro que has oído bien?

Sí, había oído bien. ¡Si odiaba bucear! ¡Me daba miedo el mar!

-Sí, el arrecife está precioso en esta época del año. Vienen Sarah y los chicos. Les caíste bien. Prepárate, vamos. ¿O es que irás así?- me recorrió de arriba abajo con la mirada, y no pude evitar taparme avergonzada. Iba con una camiseta viejuna y unas mallas que daban mucho calor.

-No...no. Ya voy - dije, dubitativa. 

¿Estás loca? ¿Cómo dices que sí?

A cualquier otra persona le habría dicho que no, por descontado. Pero había algo en este chico que me aterraba y emocionaba a la vez, y deseaba apartar mis miedos para poder descubrirlo.

O al menos eso pensaba por ese entonces. 

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora