16.

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AUSTIN

-Puedes pasar, Austin. Ya que me has acompañado tampoco es plan que te quedes en el pasillo. O te puedes ir a tu habitación, si lo prefieres.- me sugirió Ashley, la cual empezaba a bostezar por el sueño acumulado en su pequeño cuerpecillo.

No había podido apartar los ojos de ella y su vestido rojo, que la hacía una figura increíble. 

Aquel que le había tirado los vasos encima era un imbécil, pero por lo menos había servido de excusa para estar un rato a solas con ella. No se me había olvidado la conversación que tuvimos no hace mucho. Éramos amigos, y así nos íbamos a quedar. ¿No?

Para ser sinceros me sentía a gusto con ella, sentía que le podía hablar de cualquier cosa que ella no me juzgaría. Como lo de mi madre. Ni siquiera Mark sabía el infierno que pasamos mi familia y yo, y las noches sin dormir por culpa de malentendidos o secretos que no nos atrevíamos a sacar a la luz. Pero a Ashley ya le había contado una parte.

-Vale, pasaré.- acepté, mientras me sentaba en su cama. Supe que era la de ella y no la de Sarah porque vi su esencia. Ese lado de la habitación llevaba su nombre impreso. Tenía la maleta encima, toda desordenada. Distinguí unos cascos y dos libros de bolsillo entre toda la ropa.

-¿Te gusta leer?- inquirí.

-¿Bromeas? Amo leer. ¿Y tú?

-También. Y no te digo esto para quedar bien, te lo aseguro.

-Eso espero, sino me decepcionarías mucho, Adams.- su manera de llamarme, y pronunciar mi apellido hacía que todos mis músculos se tensaran. - Pues eres el único chico que conozco que le gusta leer.

-Eso es porque los demás chicos son idiotas. Y no saben lo que se pierden. Y porque no hay nadie como yo, obviamente.- chuleé, pero le saqué una sonrisa.

No pude evitar fijarme en una foto sin marco, que se encontraba en una esquina de la maleta. Se podía distinguir una niña, de unos seis años, agarrada del brazo de un hombre, que la miraba de una forma que expresaba amor en todos los sentidos. La niña salía sonriente, casi con una sonrisa de oreja a oreja, también mirando con admiración y profundo cariño a la persona que tenía al lado.

-Ah, esa...es una foto, nada importante.- Ashley cogió la foto, y se quedó mirándola con tristeza por unos segundos.

-¿Sois tu padre y tú?- asintió.

En ese momento sentí que el mundo se paraba por un instante. Me encajó todo, y a la vez todo se descolocó. Debía hablar con Peter, o mi padre, rápido, sobre todo después de la última charla con Peter, que me había dejado de muy mal humor. Ese rostro...el que nunca olvidaría.

-¿Te pasa algo?- me preguntó.

-No, perdona.- mentí.- Es súper bonita. ¿La llevas a todas partes?

-Sí. Es como mi amuleto, aunque parezca una tontería. Me parece muy tierna.

-Sí que lo es.

-Bueno, me voy a dar una ducha rápida para quitarme el olor a...lo que quiera que sea esto. Ahora salgo.- constató, y acto seguido se metió en el cuarto de baño.

Minutos más tarde, salió. Iba con una camiseta negra que la llegaba por las rodillas, y no pude evitar sonreír al imaginármela hecha un ovillo en ella. Se había recogido el pelo en un moño para no mojárselo, pero la mayoría de los pelos se le escapaban por los lados.

-Lista.- bostezó.- La verdad es que sí, tengo sueño.

-Yo también, un poco.

Se tumbó bocarriba en la cama y poco después yo hice lo mismo. Los dos mirábamos al techo en silencio, pero no era incómodo.

INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora